Después de la Cumbre del G20 celebrada en Pittsburg el año pasado, los funcionarios europeos y estadounidenses insistieron en que ser miembro de ese grupo imponía “nuevas responsabilidades”. Invitaron a los encargados del diseño de las políticas de los gigantes emergentes a participar más en la formulación de un nuevo marco económico global –con lo que implícitamente sugerían que hasta entonces no lo habían hecho.
No obstante, las pruebas no apoyan esa opinión. Brasil, China, la India, Corea y México ya habían estado desempeñando un papel decisivo en dos áreas importantes: el régimen global de comercio y el manejo de la crisis económica mundial; falta por ver si también lo harán en un tercer ámbito: el calentamiento global.
Pocos parecen darse cuenta de la contribución fundamental de las economías emergentes al éxito del régimen global de comercio actual. Durante las últimas tres décadas, el éxito impresionante de la liberalización comercial de China ha contribuido más a convencer a otros países en desarrollo de las ventajas del comercio que todas las exhortaciones de los países de la OCDE.
Igualmente, entre los miembros de la Organización Mundial del Comercio China ha hecho el mayor compromiso para liberalizar los servicios, la India ha planteado la cuestión de una liberalización más amplia en ese tema y Brasil ha sido fundamental para debilitar el proteccionismo estadounidense y europeo en el sector agrícola. Durante las negociaciones ministeriales clave de la OMC de julio de 2008, Brasil fue el negociador más activo. El fracaso de esas negociaciones se atribuye principalmente a la India y los Estados Unidos, pero la mayoría de los observadores parecen estar de acuerdo en que la responsabilidad de los estadounidenses fue mayor.
En cuanto al manejo de la crisis después del colapso financiero de 2008, las economías emergentes se han mostrado tan diligentes y activas como los Estados Unidos y la Unión Europea. El deterioro de la balanza fiscal global de Corea del Sur, China y la India ha sido tan severo como el de los Estados miembros más grandes de la UE. Las medidas macroeconómicas discriminatorias relacionadas con la crisis adoptadas en 2009 por las principales economías emergentes, salvo la India y Brasil, son comparables a las que se tomaron en los Estados Unidos y toda Europa.
Por último, pero no por ello menos importante. Las principales economías emergentes se han abstenido de aumentar los aranceles, y sus paquetes de estímulo dan subsidios mucho más limitados a los sectores bancario y automotriz que los paquetes comparables de los países de la OCDE. La excepción han sido las espectaculares medidas de estímulo de China que, al ser políticas industriales, serán una fuente de problemas graves en el futuro.
En lo que se refiere al cambio climático, hasta mediados de 2009 las posturas de las economías emergentes habían sido negativas o defensivas. Pero la India hizo mucho para cambiar las actitudes cuando asumió una actitud proactiva en el debate sobre el cambio climático en el período previo a la cumbre de Copenhague del pasado diciembre. Justo antes de la reunión, China anunció un recorte sustancial del aumento, aunque no del nivel, de sus emisiones.
Las credenciales de liderazgo de otros países del G20 como Argentina, Indonesia, Sudáfrica, Rusia, Arabia Saudita, Sudáfrica y Turquía son menos convincentes. Estos países se han mostrado más vacilantes en cuestiones comerciales, más ambiguos en los instrumentos que han elegido para manejar la crisis y siguen siendo renuentes a abordar las cuestiones ambientales. Estas actitudes también reflejan en gran parte sus resultados económicos menos convincentes.
El hecho de que las principales economías emergentes hayan contribuido sustancialmente a dar forma al nuevo marco económico global no significa que ya no se enfrenten a desafíos importantes. En particular, las enormes diferencias de ingresos entre ellas y los países ricos ponen en riesgo su crecimiento a largo plazo y su estabilidad política, y podrían todavía afectar su participación futura en el proceso del G20.
Ahora está de moda considerar que las normas internacionales más estrictas son “la solución” a la mayoría de los problemas globales. Sin embargo, esa estrategia no es la adecuada para el cambio de las relaciones económicas internacionales que está en curso. El surgimiento de nuevas potencias mundiales, junto con la influencia decreciente de las actuales, no es propicio para imponer disciplinas más estrictas. Es probable que las potencias emergentes del mundo estén cada vez menos dispuestas a aceptar limitaciones que consideran como tutela estadounidense o europea. Al mismo tiempo, aún están muy lejos de poder ejercer liderazgo o de introducir disciplinas ellas mismas.
Esto significa que los países de la OCDE tendrán que dirigir con el ejemplo. ¿Qué significaría, en términos concretos, dicho enfoque? En primer lugar, al reformar sus propios marcos reglamentarios internos, deben evitar virajes violentos de mercados supuestamente racionales a gobiernos supuestamente racionales. En cambio, deben mejorar la calidad de la reglamentación, junto con la de la aplicación y la vigilancia. Dado que la reglamentación es una forma de competencia entre gobiernos, centrarse en una reglamentación mejorada parece ser el mejor conducto de influencia disponible para los países de la OCDE.
En segundo lugar, los países de la OCDE deben mantener abiertos sus mercados y abrir aquéllos que estén cerrados, en agricultura (que es crucial para el crecimiento sostenido de economías emergentes como Argentina, Brasil e Indonesia) o servicios (que es vital para países como la India y Corea). Sobre todo, en estas áreas está la llave para generar más crecimiento interno en todas las economías emergentes. Todo esto supone un apoyo mucho más firme de los países de la OCDE, especialmente los Estados Unidos, a una conclusión exitosa de la ronda comercial de Doha de la OMC.
Este año, Corea del Sur, uno de los países con mejor desempeño durante la crisis global, tendrá la presidencia del G20. Dar un apoyo decidido a las iniciativas de Corea del Sur ofrece una excelente oportunidad a los países de la OCDE para demostrar que, si bien están orgullosos de la desaparición del mundo posterior a la Segunda Guerra Mundial, no temen al nuevo mundo que está emergiendo.
Copyright: Project Syndicate, 2010.
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Traducción de Kena Nequiz
Patrick A. Messerlin is Professor of Economics at Sciences-Po (Institut d’Etudes Politiques) in Paris, and was Special Adviser to the World Trade Organization’s Director General from 1999-2002.