Café Lisboa

En la plaza del doctor Collado, a tiro de piedra de la Lonja y del Mercado de Valencia, se encuentra el Café Lisboa, donde todavía sobreviven formas y recuerdos del ambiente singular del barrio del Carme, un café acogedor y popular, bar en el que los seguidores del Barça ven los partidos, una casa de comer amable, con cocina de confianza, con platos y vinos de la tierra, antes dirigido por Antoni Peix y que ahora tiene en Toni Genoll, el alma del establecimiento. Aquí, tiene lugar alguna tertulia, como la que reúne al propio Genoll, con Toni Mollà, Joan Carles Martí y otros, alrededor de una mesa situada en un rincón estratégico que da directamente a la plaza.

Hoy estamos con Maria Conca, Josep Guia y el dueño del establecimiento, los dos últimos miembros también de la junta de la Sociedad Coral el Micalet, donde al anochecer doy una conferencia sobre el ‘proceso’ independentista del Principado y el ámbito nacional. Empezamos con un buen vermut de la casa, titaina (1) y una tarrina de olivada que vamos untando en las rebanadas tostadas, de esa manera viciosa que sólo provocan los manjares de calidad, sabrosos al paladar. Continuamos con trocitos de sepia a la plancha, cortes delgados de alcachofa, unos níscalos espléndidos de gusto y de imagen que los ángeles cantan y hacemos la cumbre con un delicioso arroz de verduras, todo bien regado con vinos amigos.

Con una compañía así, entre trago y tenedor, la cosa evoluciona hacia el ámbito nacional, los progresos realizados desde 1974 cuando coincidíamos en el PSAN, los obstáculos encontrados, las debilidades de nuestros gobiernos y el ‘blaverismo’ de tantos catalanes de más arriba del Sénia. Hay demasiados principatinos que no se dan cuenta de la fuerza extraordinaria que significa contar con compatriotas conscientes, fuera de las cuatro provincias, aliados ahora en todo el proceso y, después, una vez liberados de España. ¿Cómo no ver que valencianos y baleares no son ningún obstáculo sino un estímulo y una complicidad que nos será, en el Principado, de gran utilidad para asegurar el éxito independentista? Una Catalunya libre necesitará territorios y ciudadanos amigos, en plena sintonía, entre los que, en un primer momento, se hayan quedado en España. Con el catalán como lengua de Estado y una independencia que garantizará mayor calidad de vida material, cultural y democrática, el efecto contagio y atracción deberá funcionar en relación con el País Valenciano y Baleares. Y deberemos seguir comprando y vendiendo a estos territorios, como deberemos hacerlo también con España.

Ahora “nuestros” partidos han convertido el horizonte que un día escribieron en mayúscula y negrita en un simple garabato ilegible y, además, algunos de los supuestos líderes confiesan no tener ni idea de cómo llegar a ello, mientras abocan todas sus energías a una sola prioridad: preparar el asalto electoral que les permita gestionar el poder autonómico, las diputaciones, los municipios y los entes comarcales o insulares. Por eso, con este panorama desmovilizador, carente de ilusión y coraje, quienes no nos sentimos de ese mundo, podemos permitirnos pensar, con toda libertad, en otros horizontes e imaginar otro futuro, donde el reencuentro nacional por lo que, entre otras razones, algunos entramos en política hace ya décadas, pueda convertirse en realidad un día. Más aún si pensamos que F. Rubio Llorente, que fue presidente del Consejo de Estado y vicepresidente del Tribunal Constitucional de España, difundió el conjunto formado por Cataluña, el País Valenciano y las Islas Baleares como ‘comunidad nacional’. Muchos de ellos lo tienen más claro que muchos de nosotros…

Ya hace catorce años que escribí que los valencianos, baleares, norcatalanes y los de “La Franja” que lo desearan, en la futura República Catalana, deberían poder tener derecho a la nacionalidad y a pasaporte, manteniendo la española o francesa si quisieran, así como a ser elegidos para las instituciones de representación democrática y a ocupar cargos de responsabilidad, también en el Govern, aunque no pudieran ser electores, pero sí elegibles. Son exactamente las mismas atribuciones que los irlandeses del norte tienen hoy en la República de Irlanda, donde nadie ha renunciado a la unificación con los condados del norte. Hay que contar estratégicamente con la nación entera en el proyecto emancipador y no sólo con una parte de ésta, sabiendo que vamos a ritmos distintos, respetándolos y alargando la mano hacia aquellos que, ya ahora, quieren apretarla con fuerza. El barcelonacentrismo no se supera con la negación o el olvido, sino con un proyecto de confluencia y reencuentro nacional con todos los que, en el horizonte, tienen el mismo anhelo de libertad nacional.

Y así como la constitución española republicana de 1931, en el artículo 13, prohibía la federación de regiones autónomas, al igual que la prohíbe el artículo 145 de la actual constitución monárquica de 1978, medida adoptada pensando exclusivamente en los Países Catalanes, el Estatuto de Núria, en su artículo 4, establecía cómo integrar otros territorios a los de Cataluña. En una futura constitución de la República Catalana habría que tener previsto, legalmente, el sistema de confluencia con otros territorios del resto del ámbito nacional, sobre bases federales que expresaran su diversidad interior, sin limitarlo a comunidades autónomas enteras o departamentos, sino abriendo la puerta a municipios, comarcas o islas concretas que ya quisieran compartir Estado por decisión propia, democráticamente expresada.

La nación catalana libre deberá ser multipolar y en la que nadie sea más que nadie, sino todos iguales. Mientras dudamos, los partidos españoles hacen sus congresos en el País Valenciano, con toda naturalidad, fomentan la españolización y la desnacionalización, haciéndonos girar a todos como simples satélites de Madrid, porque saben que el País Valenciano es la pieza clave en el mantenimiento del aparato de dominación español, articulan nacionalmente el territorio y utilizan las infraestructuras para vertebrarnos a todos con Madrid, pero para desvertebrarnos entre nosotros, por lo que es más rápido ir de Barcelona y Valencia a Madrid en tren, que comunicarnos entre nosotros mismos.

A menudo parece que no hemos ido más allá de la ‘Renaixença’, de la retórica de nuestros “hermanos” o “primos” valencianos, mallorquines o catalanes. Necesitamos una verdadera estrategia ‘nacional’ que, además de la cultura, abarque todos los ámbitos, temporalizándola, sectorializándola tanto como sea necesario y estableciendo sus prioridades más básicas. Hablo de una estrategia que, desde la política, implemente decisiones que se enfoquen, principalmente, hacia los intereses económicos y sociales compartidos. Personalmente, veo Cataluña norte y sur, el País Valenciano y Baleares como mi nación y todo lo que ocurre en ellos me afecta como ciudadano. Pero también como persona, emocionalmente, porque estos territorios forman parte de mi propio universo de referencias socioculturales y sentimentales y vivo la cotidianidad tanto como puedo, porque la siento mía y no sería quien soy, ni lo sería del todo, sin ciertos nombres, actitudes, obras y paisajes. De Salse a Alacant y en cada isla tengo amigos, personas que amo y respeto, que llevan a cabo una tarea tenaz, sin apenas otros medios que la esperanza.

Hemos hecho mal muchas cosas, como cierto aire de superioridad del Principado sobre el resto de los territorios, traducida a menudo con indiferencia revestida de no injerencia suicida, sin darnos cuenta de que mientras nosotros dudamos, España interviene. Cataluña no es, ella sola, una nación, sino parte de una nación, no es más nación catalana que Valencia o Mallorca, sino que sólo es realmente nación ‘con’ ellas y no ‘sin’ ellas. Ante la alternativa de seguir siendo unas simples comunidades autónomas del reino de España, para ofrendarle más glorias mientras nos limpia el bolsillo con impuestos, nos persigue la lengua, menosprecia la cultura, no ejecuta nunca los presupuestos, nos margina en la inversión pública y nos reprime a golpes de ley y a porrazos, soy de los que querrían que la nación cultural que son los Països Catalans, fueran un día, también, de verdad, nación política, libre, independiente y soberana, y República federada interiormente. Por eso, de hecho, he luchado toda mi vida. Y pienso seguir haciéndolo en el futuro, mientras haya gente que al decir ‘Bon dia’, me responda, todavía, con un ‘Bon dia’!

(1) https://www.directoalpaladar.com/recetas-de-pescados-y-mariscos/titaina-valenciana-cabanyal-receta-tradicional-para-mojar-pan-no-parar

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