La casualidad ha querido que el hallazgo de la Mano de Irulegi se haya dado a conocer en el 500 aniversario del asedio y caída del castillo de Amaiur. Euskal Herria, y especialmente Navarra, es un pueblo que da importancia a su pasado. Quizás porque es el nombre de una cristalización político-institucional forjada a lo largo de los siglos. Porque la palabra Navarra no sólo se refiere a un territorio, sino que pone nombre también a un proyecto político. Un proyecto que, además, es incomprensible sin el euskera.
Sin tener en cuenta la historia, es imposible entender Navarra, por un lado, porque es fruto de luchas, rivalidades, logros y vivencias de generaciones anteriores, y, por otro, porque los discursos que giran en torno al pasado son los que fundamentan los sentimientos identitarios. No somos solo historia, claro. Hay infinidad de formas de mirar al pasado, desde nostalgias retrógradas a miradas liberadoras, y nosotros queremos situar nuestra propuesta en estas últimas. Porque el asunto es qué hacemos con la historia, no si hay que hacer algo de ella, porque siempre se hace, incluso cuando no se menciona, incluso cuando se le resta importancia, porque así se protegen los relatos hegemónicos, aunque sea sin querer o sin darse cuenta.
El nombre de Navarra nos habla de nuestro pasado, de nuestras instituciones y de la dependencia que nos impusieron tras la conquista. Aludiendo estos días al retorno de las competencias de Tráfico, conviene recordar que nuestra relación con el Estado español no es entre dos institucionalidades de igual rango, sino de subordinación fáctico-material y normativo-formal. Es decir, tanto en la práctica como en las leyes escritas, la última palabra está en Madrid, no aquí.
Discutir sobre la historia suele ser, también, discutir sobre el futuro. Ahí está el verdadero valor de la memoria en torno a la conquista de 1512 o los acontecimientos de Amaiur, no en rivalidades académicas ni en conflictos de esencialismos. Los relatos sobre el pasado se combinan con valores, ideas y proyectos actuales que son diferentes, por eso las polémicas sobre lo ocurrido hace 500 o 2.000 años son tan apasionantes.
Nosotros y nosotras no creemos en esencias inmutables. No creemos que una sociedad deba vivir a merced de su pasado. Pero también tenemos claro que en la medida en que es nuestra, debemos conocer la historia y comprenderla, para lo bueno y para lo malo. Y, sobre todo, creemos que nuestra historia debe de ser inspiradora para afrontar los retos actuales.
La Navarra actual es fruto de una larga historia caracterizada por la voluntad de autogobernarnos. Aún hoy, ese reclamo es fuerza viva de transformación y liberación. Las luchas pasadas han encendido nuevas luchas, porque el camino que nos han impuesto no es natural, sino consecuencia de la imposición de la fuerza.
Hoy Navarra no puede decidir libremente. Las reglas de nuestra convivencia no las hemos decidido las navarras. Y esa situación es demasiado para las aspiraciones de quien quiere volar libre. Ha llegado el momento de volar. Nos une el deseo de autogobernarnos, nos une un horizonte común, desde el feminismo a la lucha contra la destrucción del planeta, desde la defensa de las condiciones laborales a la reivindicación del fin de la discriminación contra el euskera, desde la demanda de una vivienda digna a la solidaridad con los inmigrantes. Navarra tiene que avanzar, sin olvidar su pasado, porque otro mundo es alcanzable y necesario, y cada cual tiene que construirlo desde su lugar.
Nafarroa aurrera! Es hora de autogobernarnos.
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