Buscándole la vuelta a Corea del Norte

Las negociaciones sobre la desnuclearización de la Península Coreana parecen prontas a reanudarse. Tristemente, es improbable que terminen pronto. Las conversaciones sobre un “gran acuerdo” siguen siendo eso, conversaciones.

La confianza entre Corea del Norte y Estados Unidos, Corea del Sur y Japón prácticamente no existe. Si bien todos los líderes -inclusive Kim Jong Il de Corea del Norte- siguen mostrándose comprometidos con la desnuclearización en público, ninguno parece dispuesto a arriesgar mucho en términos de política interna para alcanzar ese objetivo. De manera que lo mejor que el mundo puede esperar hoy en día es la reanudación del diálogo, un acuerdo para congelar la planta nuclear norcoreana de Yongbyon y tal vez una moratoria de futuras pruebas misilísticas y nucleares.

Para acelerar el proceso, se necesita una nueva estrategia a largo plazo que apunte a los factores subyacentes en marcha en Corea del Norte -y en las relaciones con sus gobernantes-. En otras palabras, Estados Unidos y otras potencias necesitan perseguir un compromiso económico constructivo con Corea del Norte para ayudar al régimen a alcanzar “fortaleza y prosperidad” a través de una transición y una integración económica con la economía global.

Un compromiso económico constructivo beneficiará a los ciudadanos norcoreanos, que han sufrido como ningún pueblo en la Tierra desde el fin de la Guerra Fría. La causa madre de las dificultades económicas de Corea del Norte es su aislamiento de las fuerzas de globalización, de las que el este de Asia se ha beneficiado particularmente.

A fines de los años 1990, mientras China y Vietnam arrojaban un rápido crecimiento del PBI, Corea del Norte era sacudida por una de las peores hambrunas en la historia moderna. Hoy, Corea del Norte es una economía en vías de desindustrialización al borde de la subsistencia. La mejor esperanza para la mayoría de los norcoreanos es la economía de mercado subterránea que llena los vacíos en la economía planificada y el sistema de distribución pública del Estado. El comercio con China está abasteciendo a esas fuerzas de mercado con bienes y oportunidades comerciales a través de la frontera.

En lugar de presionar a China para que cierre el flujo transfronterizo de combustible y alimentos para “enseñarle una lección a Pyongyang”, Estados Unidos y sus aliados deben encontrar la manera de respaldar la integración económica de Corea del Norte con la región. Más efectivo que congelar las cuentas y prohibir los viajes de funcionarios vinculados al programa nuclear y de misiles sería trabajar con los tecnócratas, funcionarios bancarios y financieros y asesores económicos más jóvenes de Corea del Norte para mejorar su experticia en la gestión de la transición económica norcoreana.

Por supuesto, el compromiso económico no resolverá el enigma nuclear en el corto plazo. Nada lo hará. La Península Coreana muy probablemente alcance una “desnuclearización completa, verificable e irreversible” recién cuando Corea del Norte esté avanzando hacia el crecimiento y la integración económicos.

El régimen de Corea del Norte exigirá una evidencia comprobable de que puede contar con un modelo de desarrollo no nuclear seguro y próspero antes de abandonar su programa nuclear. De modo que, mientras la conversaciones nucleares continúan, Estados Unidos y sus socios deberían ayudar a Corea del Norte a sentar las bases para una nueva economía política basada en el comercio, la inversión y la cooperación internacional, como una alternativa para el actual modelo predicado en un contexto de seguridad hostil. Deberíamos pensar en el proceso de transición económica de Corea del Norte como un prerrequisito para una plena desnuclearización, en lugar de simplemente prometer un gran paquete de asistencia como un quid pro quo .

Obviamente, algunos de los temas candentes en una política de compromiso económico seguirán estando supeditados al progreso en acuerdos de seguridad y desnuclearización peninsular. Pero Corea del Norte y la comunidad internacional ya pueden tomar algunas medidas sustanciales.

Entre ellas está abrir canales diplomáticos y oficiales para mejorar el entendimiento mutuo y el clima general para los intercambios; promover diálogos y talleres económicos entre Estados Unidos y Corea del Norte; alentar a universidades, institutos de investigación y organizaciones no gubernamentales de Estados Unidos con experticia en transición y desarrollo económicos a iniciar y desarrollar contactos con sus pares norcoreanos; y permitir que el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y el Banco de Desarrollo de Asia aumenten la participación norcoreana, con el objetivo máximo de la membresía.

Durante la reciente visita de una delegación norcoreana de alto nivel a Estados Unidos, hubo señales alentadoras de que sus gobernantes acogerían mayores contactos económicos, incluso con instituciones financieras internacionales. Es más, Corea del Norte está cortejando activamente la inversión extranjera. El Programa de Desarrollo de las Naciones Unidas recientemente reabrió su oficina en Pyongyang, otra señal positiva de la disposición del régimen a trabajar en pos de objetivos de desarrollo comunes.

Por supuesto, las nuevas fuentes de crecimiento en Corea del Norte podrían amenazar los intereses creados, lo que derivaría en rivalidades institucionales, tensión entre facciones o un contragolpe conservador. Y el régimen no querrá que el proceso de apertura económica esté mucho más avanzado que los acuerdos de seguridad y la normalización política. Después de todo, la principal lección que los líderes norcoreanos sacan del éxito de China es que la seguridad (el reacercamiento de Mao Zetung con Estados Unidos) precede la transición económica (la reforma y la política de apertura de Deng Xiapong).

Un acuerdo económico constructivo será muy difícil fuera de Corea del Norte. En Estados Unidos, Corea del Norte es vista básicamente a través del prisma de la no proliferación nuclear, y la nueva administración no quiere caer en la trampa de darles a sus gobernantes algo sin recibir material físil a cambio. En Corea del Sur, la base política del presidente Lee Myung-bak quiere echar atrás, no revigorizar, la Política de Reunificación, y el compromiso ya genera un hartazgo generalizado (aunque de ninguna manera universal).

En Japón, el miedo a la amenaza nuclear de Corea del Norte y la furia por el secuestro de ciudadanos japoneses genera una fuerte presión política contra el compromiso. China es el único lugar que implementa sin estridencias una estrategia de compromiso económico constructivo. En lugar de presionar a Beijing para que deje aislada a Corea del Norte, Estados Unidos y sus aliados deberían desarrollar aún más sus propios esfuerzos para sacar a Corea del Norte de la insularidad.

Copyright: Project Syndicate, 2009

Traducción de Claudia Martínez

John Delury es director adjunto del Centro sobre Relaciones entre Estados Unidos y China de Asia Society, y enseña en la Universidad de Columbia. También es director del informe del grupo de trabajo de Asia Society/Instituto sobre Conflicto y Cooperación de la Universidad de California titulado North Korea Inside Out: The Case for Economic Engagement.

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