El politólogo francés Bruno Tertrais, director adjunto de la Fundación para la Investigación Estratégica, es uno de los mayores expertos occidentales sobre la disuasión nuclear. Acaba de publicar Pax atomica? Théorie, pratique et limites de la dissuasion (Odile Jacob). Tertrais habló con La Vanguardia sobre la vigencia del arma atómica y el temor a su uso en Ucrania.
-¿Qué le pareció la película Oppenheimer ?
-No me pareció la mejor película de Christopher Nolan, pero sí muestra bastante bien la cuestión de la responsabilidad de los científicos ante una gran decisión política. No creo que, desde el punto de vista histórico, sea el filme más interesante sobre el Proyecto Manhattan, salvo en la parte del proceso a Oppenheimer, que nos recuerda hasta qué punto Estados Unidos estaba paranoico en esa época.
-¿Cree que, pese a las reservas morales y éticas, el mundo es más seguro con las armas nucleares?
-Sí, ese es el fondo del problema. Se puede pensar que la bomba atómica plantea graves problemas éticos y, a la vez, que ha permitido contener la violencia política a gran escala entre las principales potencias. El arma nuclear no asegura la paz en el mundo, pero limita considerablemente los riesgos de una gran confrontación militar.
-Hace poco los británicos, por segunda vez, fallaron en el ensayo de un misil. ¿Se puede estar seguro de que las armas nucleares almacenadas desde hace decenios funcionarían de verdad?
-Lo principal es que el adversario crea que funcionarían. Esa es la particularidad de la disuasión. Es un proceso psicológico que se produce en la cabeza del adversario. Hoy no se hacen grandes ensayos nucleares, pero sería bastante poco razonable para un adversario apostar sobre el hecho de que las armas no funcionan. Sobre el caso británico, es muy raro que haya dos fracasos en lanzamientos de prueba. Se trata de un misil estadounidense que ha dado pruebas de su fiabilidad. Estos accidentes son debidos quizás a la falta de inversiones de Londres en su disuasión, pero es pronto para saber lo que pasó exactamente. Es muy posible que fuera un problema del submarino y no del misil.
-En su libro dice que la disuasión nuclear supone un mínimo de racionalidad. ¿Cómo se garantiza esa racionalidad?
-La racionalidad es compartida por la mayoría de actores políticos. La cuestión no es tanto la racionalidad sino la razón. El señor Putin es racional, pero no es razonable. La disuasión se basa en la idea de que dos adversarios puedan comprenderse un poco mejor. Es cierto que se basa en unas condiciones. No se puede estar seguro de que se respeten siempre.
-¿Piensa que el miedo a una escalada nuclear en la guerra de Ucrania no está justificado?
-Pienso que es excesivo pero comprensible. Excesivo porque no creo en absoluto que Vladímir Putin tenga la tentación de emplear el arma nuclear, aunque al mismo tiempo es comprensible porque un jefe de Estado o de gobierno occidental tiene una responsabilidad esencial, la de no hallarse en guerra con una potencia nuclear.
-¿Y no la utilizaría ni en el caso de que Ucrania recuperase todo el territorio hoy ocupado?
-Si Ucrania recuperara todo el territorio, efectivamente la cuestión podría plantearse en Moscú, pero eso no significaría que estuviéramos al borde de una guerra nuclear. El empleo del arma nuclear se ha planteado decenas de veces durante la guerra fría y nadie la utilizó.
-Una vez, un exespía del KGB, Serguéi Jirnov, me dijo que Putin quería ser el segundo hombre en la historia, después de Truman, en utilizar el arma nuclear para mostrar que Rusia es fuerte y capaz de todo. ¿Qué opina?
-Creo que Jirnov no sabe nada de las armas nucleares. De todos modos, podemos inquietarnos por la referencia que hizo Putin, en septiembre del 2022, cuando anunció la anexión de las regiones ucranianas. Habló del precedente de las explosiones de Hiroshima y Nagasaki. En mi libro digo que los jefes de Estado o de gobierno que usaran hoy el arma nuclear estarían, en cierto modo, a la par de Estados Unidos. Comprendo por tanto ese razonamiento, pero eso no nos acerca al empleo del arma nuclear por Rusia.
-Hablando de disuasión nuclear de la OTAN, y por tanto de Francia, único país de la UE con esta capacidad, uno se pregunta si Occidente, la OTAN, Estados Unidos, Francia, estarían dispuestos a morir por Riga, por una república báltica. ¿Se iría hasta la opción nuclear en caso de un ataque ruso?
-Lo esencial, de nuevo, es lo que se pasa por la cabeza de Putin, no en la mía o en la suya. La cuestión es saber si Putin pensaría que nosotros, franceses, europeos, estaríamos dispuestos a morir por Riga. Personalmente pienso que quizás es más creíble que Francia muera por un país europeo que Estados Unidos muera por un país europeo.
-¿Simplemente porque está más cerca y la amenaza es más directa?
-Así es.
-¿Dónde estamos en el caso de Irán y su programa nuclear?
-Desde hace ya un año, aproximadamente, Irán tiene la capacidad técnica de producir en pocos días, si lo decide, suficiente uranio enriquecido para un arma nuclear. Pero eso no significa que puede disponer del arma en pocos días. Le faltarían meses de trabajo para fabricar el propio artefacto. La cuestión es saber si Irán decidirá un día franquear este umbral. Por ahora nada lo indica, pero sería imprudente apostar en el hecho que no lo hará nunca.
-¿Estados Unidos e Israel tolerarán que llegue a la bomba?
-Siempre he pensado que el umbral de lo intolerable para Estados Unidos e Israel sería la fabricación de un ingenio operacional.
-¿Pero se toleró a Corea del Norte?
-Es una situación muy diferente sobre el plano jurídico y estratégico.
-Porque China está detrás, imagino…
-No, no es por eso. En primer lugar, Corea del Norte anunció su retirada del tratado de no proliferación, mientras que Irán pretende respetar ese tratado. En segundo lugar, Irán no reconoce la existencia de Israel, así que plantea un problema relevante a ese país. El tercer punto es que el riesgo de una ola de proliferación nuclear en Oriente Medio sería más importante que en el Asia oriental, donde varios países, como Corea del Sur y Japón, están protegidos por la disuasión nuclear estadounidense. Ese no es el caso de Arabia Saudí.
LA VANGUARDIA