Bannon y Gramsci

Cuando a Margaret Thatcher se le preguntaba cuál era su mejor herencia, la histórica líder del Partido Conservador respondía que era Tony Blair. ¿Un primer ministro laborista? Sí. Un primer ministro laborista que, influido por el sociólogo Anthony Giddens, hizo célebre la tercera vía matando la socialdemocracia. “Triunfamos el día en que los laboristas aplicaron nuestras políticas”, decía la Dama de Hierro. En Cataluña, antes de ser presidente y antes de ser enviado a la papelera de la historia por la CUP, quien lo quiso aplicar fue, curiosamente, Artur Mas, en su caso para dar una pátina socialdemócrata al triunfo liberal dentro de su partido. Sea como sea, Thatcher ganó la batalla de las ideas, la de la hegemonía cultural de la que hablaban Ernesto Laclau y Antonio Gramsci -y que tan bien conoce Steve Bannon-, y la caída del Muro de Berlín, hace treinta años, hizo el resto. Pues bien, si el éxito de Thatcher fue Blair, se puede decir que el éxito de Albert Rivera, mal que le pese, es Santiago Abascal. Tanto ha sembrado la semilla del odio el hasta el lunes líder único de Ciudadanos, que más de tres millones de electores han visto en Vox la solución. Rivera ha sido cruel con muchos políticos y ha actuado con tanta soberbia que muchos han aprovechado para tener una respuesta vengativa. No es necesario. Sólo añadiré que lo que le ha faltado en la vida política es aquel esclavo que iba detrás de los victoriosos generales romanos susurrando “Memento mori”. El adiós de Rivera es una buena noticia para la convivencia.  Pero, volviendo a Laclau y Gramsci, ahora se abre una guerra cultural que será decisiva entre la enmienda a la totalidad de Vox y los herederos del 15-M.  Una guerra cultural que es europea y mundial, con el liberalismo luchando por resistir.  En España no hay liberales, pero en la particularidad hispana Pedro Sánchez tendrá que decidir si quiere ser el mejor legado de Aznar o mirar al Congreso y ver 16 realidades, entre las cuales, una que sin aún mayoría absoluta tiene la hegemonía  cultural en Cataluña.

EL PUNT-AVUI