Auzolan, despoblamiento y derecho pirenaico

A la hora de hablar del despoblamiento de los valles pirenaicos y del entorno rural navarro, un dato que da que pensar es que, cuando empezó, y ya va más de un siglo que arreció el proceso, las primeras que emigraron fueron las mujeres. Cogieron sus petates y se fueron a la ciudad. ¿Qué fue lo que empujó a la población femenina a abandonar la seguridad de pueblos y casas familiares, y emprender un futuro incierto en el medio urbano, en origen hostil, desconocido, clasista, a donde muchas de ellas fueron a servir?

Esta y otras reflexiones se desglosaron en la mesa redonda que Nabarralde Fundazioa y el ayuntamiento de Auritz/Burguete organizaron el sábado 17 de junio. El acto se convocó a modo de corolario de la jornada del año pasado (2022) en torno a los comunales y facerías, para presentar el libro de actas del congreso (derecho pirenaico), y como ejercicio de indagación, de ver las posibilidades de aplicación de aquellos principios tradicionales de convivencia -y derecho- del Pirineo a los problemas del presente. ¡Y qué mayor problema que el despoblamiento, el abandono del propio territorio pirenaico!

Al hilo de ese vaciado, de esa emigración masiva a las ciudades, se preguntaba Jose Etxegoien, participante en la mesa redonda, el porqué de esa temprana desbandada femenina. ¿Las echaban de un espacio empobrecido, en crisis, en el que no eran productivas? ¿La vida de la montaña o el campo era particularmente agresiva para ellas? ¿O era el signo de los tiempos, y ellas fueron las primeras en percibirlo, las más despiertas, las más conscientes de los avisos de un mundo que empezaba a morir?

Desde luego, fueron atrevidas, con coraje, las que salieron de los hogares familiares en que habían crecido y buscaron su vida y futuro en un paisaje urbano muy poco acogedor. ¡Vamos, que no era el actual!

En todo caso, más allá de estos datos históricos y de rememoración del pasado, la reflexión de los ponentes de Auritz sirvió para descubrir el rotundo desfase entre los modos tradicionales (y sus posibilidades de acción) y el sistema productivo y de derecho en que nos desenvolvemos. Como explicó Patxi Zabaleta, jurista y escritor, uno de los recursos básicos, centrales, del derecho pirenaico es el auzolan. Con distintos nombres y fórmulas (vereda…) tiene arraigo e implantación no sólo en nuestra tierra, sino en muchos otros países: Aragón, Catalunya, Galicia…

El auzolan, por su versatilidad de acción y organización, puede ser un instrumento de futuro en estas comarcas que se van vaciando, para hacer frente a los problemas que se acumulan: el cambio climático y sus consecuencias, el deterioro del medio ambiente, para atender el abandono de caminos, fincas, bosques, paisajes, patrimonio de todo tipo… Es algo tan evidente que no hay que esforzarse en detallar sus posibilidades.

Y sin embargo el auzolan tiene un difícil -por no decir imposible- encaje en el sistema capitalista y administrativo actual. No sólo no dispone de una legislación que lo ampare, que lo justifique y ordene, que lo haga operativo, que posibilite su empleo; sino que entra en conflicto con las formas legales de contratación y trabajo que conocemos. En efecto, cualquier funcionario, particular, sindicato… puede denunciar su existencia como competencia desleal al habitual contrato remunerado (negocio, en suma). Sus prestaciones lo hacen incómodo a todo modelo de cotización, salarial, tributaria, seguridad social…

En rigor esto tal vez no debiera ser así. Pero ante la falta de amparo y reconocimiento legal, el auzolan es un proscrito incómodo en la jungla del capital. Según parece, el civismo y el servicio a la comunidad no cotizan en los mercados.

Sea como fuere, como quedó claro en la mesa redonda de Auritz/Burguete, el auzolan, el comunal y el derecho pirenaico están ahí, y quizás algún día haya que recurrir a sus usos y principios para atender las necesidades y dificultades a que nos aboca la globalización. Y, por supuesto, el despoblamiento rural.