CONCLUYE, CON GRAN ÉXITO DE ASISTENCIA, LA SEMANA CULTURAL DEDICADA AL NACIMIENTO DEL REINO DE PAMPLONA, DONDE SE PRESENTARON IMPORTANTES AVANCES Y NOVEDADES HISTÓRICAS CON RESPECTO A LOS INICIOS DEL REINO VASCÓN.
La semana, organizada por Fundación Nabarralde y apoyados por el Ayuntamiento de Astigarraga y Motako Gaztelua Donostia, dio fin ayer con un Congreso en el que intervinieron los historiadores Peio Monteano, Xabier Irujo e Íñigo Larramendi.
Este sábado concluyó la Semana Cultural dedicada al nacimiento del reino de Pamplona con un Congreso protagonizado por tres historiadores de prestigio: Peio Monteano, Xabier Irujo e Íñigo Larramendi, que presentaron una serie de novedades históricas, fruto de recientes trabajos, que han supuesto una nueva visión de lo ocurrido en aquella época tan lejana.
Antes del comiendo del Congreso, el cantante Aingeru Gorrotxategi interpretó dos canciones propias, sobre la Historia de Navarra, que dieron paso a las conferencias. Comenzó Peio Monteano (Villava-Atarrabia, 1963) donde explicó las líneas maestras de su libro “Vasconia en los siglos oscuros. De la caída de Roma al reino de Pamplona (409-905)”, basado en la tesis doctoral de Mikel Pozo. Monteano describió la importancia que la arqueología ha tenido al dar mucha más luz a una época en el que la historiografía oficial “apenas dedicaba dos páginas en sus libros”. Una historiografía oficial, inspirada en los estudios de Julio caro Baroja, y que los actuales descubrimientos han dejado obsoleta.
El historiador villavés relató cómo, tras la caída del Imperio romano, no fueron las élites romanas asentadas en Vasconia las que tomaron el control del país, tal y como ocurrió en la mayoría del Imperio, sino los líderes militares vascones. Unos líderes militares que eran enterrados con sus armas, siguiendo ritos nórdicos. Este hecho tan inusual certificaba que no había habido asentamientos visigodos en Vasconia, puesto que era un territorio que no controlaban.
Los nuevos estudios también han certificado, en palabras de Monteano, que el poder político estaba situado en Pamplona y que los vascones tenían relaciones diplomáticas con visigodos y francos, a los que prestaban servicios, generalmente como tropas mercenarias. La entrada del islam en la Península también ha tenido un vuelco académico en lo que hasta hace poco era considerado como un hecho inamovible: que el reino de Pamplona surge como resistencia religiosa. Nuevamente, los descubrimientos arqueológicos y los análisis de ADN de los restos humanos son concluyentes: hubo vascones islamizados y enterramientos conjuntos de cristianos y musulmanes, lo que indica la convivencia existente entre religiones.
Monteano finalizó detallando la estructura social vascona entre capas: un campesinado libre y dinámico, una aristocracia que no pudo establecer señoríos y, como consecuencia de lo anterior, una monarquía fuerte. Una sociedad cuyo “poder político conjuga una unidad idiomática, que los estudios genéticos confirman”.
Tomó el relevo Xabier Irujo (Caracas, 1967), que lo primero que destacó es la efeméride del 1.200 aniversario de la coronación de Eneko Aritza, primer rey vascón, en el año 824. Su alzamiento en el pavés marca un antes y después en la historia de la Vasconia post-romana y en el periodo medieval, donde al sur cristalizará en el reino de Navarra y, al norte, primero en el principado de Vasconia, y después en el ducado de mismo nombre.
Según Irujo no hay “muchas fuentes, ni crónicas ni, tampoco, demasiadas evidencias arqueológicas, porque no se han hecho muchas prospecciones, lo que ha dejado muchas incógnitas”. “Lo que sí podemos decir es que en este periodo del 778 al 824, se producen cuatro grandes victorias vasconas sobre francos y musulmanes, lo que los mantiene en el poder en Pamplona”, controlando un territorio que va a ser independiente, gracias a dichas victorias.
Irujo volvió a destacar la figura de Eneko Aritza, al cual sitúa “con casi toda probabilidad” al frente de las tropas vasconas en la tercera batalla de Errozabal (824), que le convertirá en el primer rey de Pamplona, al derrotar a las tropas francas, comandadas con los condes Eblo y Aznar.
Terminó la terna de historiadores con la intervención de Iñigo Larramendi (L’Hospitalet de Llobregat, 1974) que ofreció a los asistentes su visión de aquellos años, desde la perspectiva alavesa. “Las crónicas —narró Larramendi—, nos hablan de la expansión del reino de Asturias y de cómo se detiene en los territorios de los vascones al estar en manos de sus habitantes”.
Esa relación de buena vecindad se certificó con la llegada al trono asturiano de Alfonso II, de madre vascona y origen alavés. “Los más de cincuenta años de reinado de Alfonso II —señaló Larramendi—, fueron muy relevantes, al no registrarse conflictos entre asturianos y vascones en los incipientes momentos del reino de Pamplona, lo que permitió, junto con la ayuda de los vascones al norte de los Pirineos, solidificar el núcleo del poder político vascón, alrededor de Pamplona”.
Una vez finalizadas las conferencias, se dio paso a una mesa redonda compuesta por personas de la sociedad civil y cultural del país: Idoia Arrieta (historiadora), Iñaki Idígoras (ingeniero) y Josean Beloqui (escritor), moderados por Ángel Rekalde de Nabarralde.
Idoia Arrieta sostuvo que “Eneko Aritzak eta bere garaikideek estatu bat eratu zuten, erresuma bat sortu, garai hartan hori horrela egiten zelako. Herriek erregea izaten zuten. Bere herria esparru politiko bat sortu edo bihurtu zuten”.
Iñaki Idigoras, por su parte, reflexionó que “Historia honetatik gehien harritu nauena gertaeren handitasuna da. Karlomagnoren armada, indarrak, jendetza… Itzela! Eta ia ahaztuta dugu dena; ezabatu digute dena”.
Finalmente, Josean Beloqui quiso resaltar la importancia simbológica del alzamiento en el pavés de los monarcas navarros, como uno de los elementos más característicos de la monarquía navarra que mejor simbolizan la tradición jurídico-política foral.
“Esta forma de entronizar —analizaba Beloqui—, es diferente a la de otras monarquías europeas, que reciben su poder de Dios, desde arriba. En el caso navarro, el rey recibe su poder desde abajo, desde el pueblo que lo sostiene, una vez que el monarca ha jurado las leyes que los protegen. Así, de esta forma tan singular, hemos ido creando nuestra sociedad: de abajo hacia arriba. Del batzarre a las Cortes. A esta forma de emancipación, de darnos ley a nosotros mismos, construyendo una sociedad horizontal que controla al poder político, los vascos la hemos llamado burujabetza”.
Astigarraga, 21 de mayo de 2024