Apuntes de geopolítica catalana (I)
La geopolítica es un juego de estados. Las regiones no juegan, son jugadas. Hace siglos que Cataluña perdió la condición de actor político internacional y no hay mapa que guíe el camino global del futuro Estado catalán. Definir los intereses, las orientaciones, las estrategias y las palancas de la geopolítica catalana será esencial para garantizar la viabilidad de la Cataluña soberana y su encaje en el concierto internacional. A continuación se apunta un ensayo de decálogo que busca contribuir al debate sobre la cuestión.
1) Política ibérica: decía Cambó que incluso después de una hipotética independencia Cataluña debería buscar un nuevo acuerdo de convivencia con España porque el marco ibérico era tan importante que resultaba ineludible. El contexto ha cambiado y el paraguas europeo da un margen que no existía a principios de siglo XX pero España sigue siendo vital, para bien y para mal, para los intereses catalanes. Quizás resulta paradójico pero al día siguiente de la independencia la relación con España será la pieza más importante de la estrategia exterior catalana.
España es y será el principal socio comercial de Cataluña, su vecino más cercano y relevante, un país con el que se comparten infraestructuras básicas, grandes cuencas hidrográficas, siglos de historia común y profundísimos vínculos sociales y familiares. Un Estado catalán con España en contra sumará dificultades y retos que sería mejor evitar. El reparto de la deuda, la presión europea y la negociación de un fondo decreciente que garantice la viabilidad financiera a corto plazo del Estado español han de permitir una secesión pactada que suavice el enroque español. Quizás será imposible durante los primeros años posteriores a la secesión pero a medio plazo habrá que buscar la cordialidad mutua y unas relaciones intensas y francas. Una relación de amistad que nunca podrá perder un punto de vigilancia activa y prudente. Realpolitik.
Al día siguiente de la independencia las relaciones con España se enmarcarán necesariamente en una política ibérica en la que Portugal debe jugar un papel central. Sin una estrategia que neutralice el desequilibrio ibérico del Estado catalán podría terminar como un apéndice español con muy poco margen de decisión en ámbitos vitales. La maldición de Lisboa. Portugal no puede enfrentarse a España y nunca apoyará el proceso soberanista pero tiene mucho que ganar si Cataluña aparece como Estado en el otro lado de la península. Lisboa y Barcelona, juntas, pueden evitar que Madrid se consolide como gran megalópolis ibérica y único centro peninsular de referencia empresarial. Portugal es la palanca que equilibra la península.
2) El equilibrio francés: Andorra ha mantenido la plena soberanía del país a través de los siglos gracias a un hábil juego entre Francia y España con triangulación vaticana. La estrategia andorrana debería inspirar la geopolítica catalana reforzando la importancia de una intensa relación con Francia que haga de contrapeso a la inevitable influencia económica, política y social de España sobre su entorno. Francia es la clave de bóveda de un cierto equilibrio de poderes en este rincón de la Europa Occidental. El Estado catalán deberá aproximarse reforzando intensamente los lazos con París, frenando la fuerza expansiva del hinterland español poniéndose al abrigo del hinterland francés. El flirteo con la francofonía era algo más que una maragallada.
3) Alemania y el injerto carolingio: Cataluña debe aspirar a convertirse en el referente de Alemania al sur del continente. Al fin y al cabo será el único Estado de raíz industrial de la Europa latina, contribuyente neto a la Unión Europea, la puerta de entrada a España y Portugal de buena parte de las exportaciones alemanas a estos mercados y la sede operativa en la península de muchas de sus grandes empresas. Si el país es capaz de construir una administración rigurosa y responsable lo tendrá todo a favor para conseguir un trato preferente con Berlín como nodo de referencia en la región. El injerto carolingio, de nuevo.
4) La Unión Europea, paraguas indispensable: Para un nuevo Estado en busca de legitimidad el reconocimiento europeo y la permanencia en la Unión resultan casi esenciales. Quizás habrá un periodo transitorio de una cierta provisionalidad pero la vocación europeísta de Cataluña debe ser total y absoluta. La Unión Europea vive ahora mismo en medio de cierto desconcierto y nadie sabe si se trata de una crisis de crecimiento o de algo más profundo y grave. Hay dudas sobre el proyecto europeo que podrían afectar el encaje continental de Cataluña pero más allá de eso parece evidente que la Unión debe jugar un papel clave a la hora de dar credibilidad, dentro y fuera, al Estado catalán. Una garantía de estabilidad estructural muy necesaria cuando se mira el país con los ojos de un inversor global. Noruega y Suiza quizás pueden prescindir de ello pero sería mejor para Cataluña no tener que hacerlo.
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