Antonio Baños: La ANC se debe repensar

Antonio Baños (1967) es periodista de carrera, pero lleva la política en las venas. Ha sido diputado en el parlamento por la CUP, miembro del secretariado de la Asamblea Nacional Catalana y ha hecho campaña por el Frente Republicano en las últimas elecciones españolas. En esta entrevista, Baños nos habla del delicado momento político actual: de la investidura de Pedro Sánchez a la ANC, pasando por la sentencia.

 

– ¿Investiría a Pedro Sánchez?

– No, nunca. Pedro Sánchez no forma parte de los adversarios, sino los enemigos del proyecto republicano catalán.

 

– PP, Ciudadanos y Vox aún son peores.

– Es verdad. Los unos son ultraderecha y los otros son socialdemócratas. Pero esto es como lo ven los españoles. Porque para alguien que quiera irse del Reino de España, su praxis es indistinguible. Sánchez lo ha dicho varias veces: el PSOE es un partido de Estado. Son un partido que conforma la arquitectura del Estado español. Si tu proyecto político es salir de este Estado, lo tienes como enemigo. El PSOE es inmensamente grande, implicado con poderes del Estado y uno de los fundadores del régimen. Sí que es verdad que podemos decir que las políticas de Sánchez son levemente más progresistas. Como aquella bonita ley del alquiler en las que no ponen tope al precio. O las bonitas ventas de armas a tiranías. O no revertir la reforma laboral. Muchas cosas donde se ve el límite de la izquierda. Progresistas, hasta un límite. Pero desde el punto de vista republicano o independentista, no. Además, una de las fuerzas que tenemos es bloquear a Madrid. No hacerlo es no anotarse un punto.

 

– ¿Qué se gana bloqueando?

– Pues mostrar que hay un problema catalán, y que mira por donde, este problema puede impedir el funcionamiento normal del Estado español. Y lo digo con todo el dolor del mundo: hay un problema catalán, y no hay un problema 15-M. Y ya me gustaría, pero Podemos ha aceptado todo lo que le ofrecen. Si el independentismo hace igual… Debemos bloquear el gobierno para que España no funcione normalmente hasta que no se siente a negociar. En la línea de la carta del presidente Torra. Si no se sientan a hablar, presión.

 

– Modelo Diada. ¿Quiere camisetas y Diada festiva, o cortar fronteras?

– He leído el artículode Xavier Diez (*), sí. Y me consta que ha sido valorado en la ANC. Hay una serie de lugares recurrentes del independentismo: cortar la frontera, el puerto, el aeropuerto. Y lo han visto y probado, pero como en cualquier lucha, hace falta una dirección. Y si la dirección no existe, o está rota, o no tiene clara la acción… Esto es como las campañas militares: hay que tener dinero, retaguardia, abogados, para tener una maquinaria de respuesta preparada para cuando llegue la represión. No sé si puede tener éxito pedir acciones muy comprometidas si no hay unanimidad. Cierta unanimidad. ¿Diada festiva? Espero que no lo sea. La ANC también tiene este modelo, que es muy poderoso, pero que también encorseta. Si lo abandonas, quizás dejas de tener mucha gente, y si lo mantienes, la gente se puede cansar. Pero no creo que el Once de Septiembre sea la cuestión importante. A mí me preocupa la unidad estratégica y cierta visión política de los ritmos.

 

– ¿Qué haría falta ahora mismo?

– Buena fe. Esto es necesario. Buena fe entre los interlocutores independentistas. Si se sientan a hablar, que sea con un espíritu de lealtad. Y creo que eso falta. Y ya lo entiendo: hace diez años que las inercias partidistas envenenan, los presos pesan mucho, hay gente quemada que se ha ido, etc. Hay muchos motivos. Pero pediría una mesa de unidad estratégica presidida por la buena fe. Porque todos quieren exactamente lo mismo.

 

– ¿Cuál debería ser la reacción ante la sentencia ?

– Para mí, debería haber desobediencia en un grado máximo. Máximo significa acordado entre la gente, las instituciones y los partidos. Hace falta desobediencia civil, esto se dice mucho, pero también institucional, que no se dice tanto. Si la gente desobedece y las instituciones acatan, se pone a la gente ante un problema. Si sólo sale la gente, a España le preocupa poco. Ya cuentan con protestas por la sentencia. Otra cosa es que una institución desobedezca una sentencia judicial. Esto me gustaría a mí. Y entiendo que a estas alturas es ‘wishful thinking’.

 

– Adelanto electoral de las catalanas. ¿Es partidario?

– Si es para tener un gobierno como el de ahora, no es necesario. Tenemos un gobierno de independentistas y, como mínimo, no lo tienen los otros. Muy bien. Si es para tener otra cosa, pensamos en ella. Para tener lo mismo… Si el movimiento fuera fuerte, habría alguien con un calendario en la mano, mirando a Madrid y mirando aquí, a ver cuando sería conveniente hacer el avance. Y eso no pasa.

 

– Diputación de Barcelona, ¿es un caso grave?

– Lo encuentro tremendamente feo. Y los griegos decían que la cosa fea es mala. No sé qué ha pasado, y le diría que ni me interesa. En ello pierden todos, excepto el PSC. Es lo que decía de la buena fe. Si se hubieran sentado y pactado dónde abrían la puerta a otros pactos y dónde no, pues ningún problema. Podría haber acuerdos rarísimos y todos los habría entendido.

 

– ¿Preocupa más la poca forma de la ANC y Òmnium que la de los partidos?

– Hay una cosa muy buena: los partidos todavía se sienten presionados por la gente. En otros lugares esto no ocurre. ‘¡Con Rivera, no!’ Aquí todavía notan el aliento de la gente en la nuca. Y creo que es lo más sano en democracia: que el votante te ponga límites. Sobre Òmnium, no te lo sabría decir. ¿Baja forma de la ANC? Piense que son entidades voluntarias, y la gente tiene expectativas que se frustran, se cumplen, se renuevan. La ANC se fundó en 2012. Tiene siete años. La ANC debe renovarse y coger chapa y pintura nuevas. Hay que hacer una reflexión sobre aquella ANC que nació para defender una idea, porque ahora tiene que defender una idea y unas personas. No solamente una idea. Todo lo que antes era pedagogía ahora es otra lucha. Hay que rediseñar la herramienta, sí. La ANC se debe repensar, sí. Y redimensionar. Todos los miembros lo saben, y trabajan en ello.

 

– ¿El Frente Republicano se presentaría a las españolas?

– Opinión personal: a mí el Frente Republicano me gustó mucho. Mucho. 113.008 votos, una campaña que costó sólo 30.000 euros, con todos los actos desbordados y con gente que no venía a votarnos, sino a escucharnos. Había la idea viva de escuchar y ya veremos. Había aquella magia. Y con tres cosas: Primero de Octubre, desobediencia como método y unidad como objetivo para conseguir la República. Me gustaría que esta idea, se llame Frente Republicano o como se llame, se mantuviera viva. Y yo soy partidario de que se mantenga viva. En forma de partido, de movimiento o lo que sea. Se descubrió un pozo de significado y reflexión. Y no soy militante de nada, que quede claro. Pero sí, me gustó mucho.

 

– ¿Ha ido al exilio o a la cárcel?

– Al exilio, no. A la cárcel, sí. Voy verlos a todos. Turull, Junqueras, Romeva, y luego durante el juicio. Y allí se me cayó el corazón al suelo, al ver el estado físico al que están sometidos. Era horroroso. Es lo que hacen, castigarlos. Dentro de la causa general, el Estado español quiere hacer escarmiento. A Waterloo quiero ir cuando tenga tiempo… Y más dinero.

 

(*) https://blocs.mesvilaweb.cat/xavierdiez/?p=270702

 

03/07/2019

 

Carta abierta a la ANC

 

Estimados amigos y amigas,

 

Supongo que como sucede en tantos otros, soy un socio suyo desde los inicios, poco participativo, que suele limitar su acción a pagar la cuota, estar en buena parte de las manifestaciones que convocan, colaborar ocasionalmente y hacer contribuciones económicas de vez en cuando. También, es cierto, he hablado públicamente cuando algunas secciones locales me han invitado o he compartido mi opinión cuando alguna sectorial me lo ha solicitado. Sin embargo, mi participación orgánica ha sido nula, no he presentado ninguna candidatura (a pesar de haberme pronunciado públicamente a favor de la de mi buen amigo Antonio Baños) ni he estado en ninguna asamblea. Además tengo cierto punto de individualista y escéptico que me imposibilitan compartir entusiasmos colectivos. Es por todo ello por lo que tampoco creo que tenga más derecho que cualquiera de los, tal vez, otros cincuenta mil socios de la entidad a la hora de exponer mi parecer.

 

Es cierto, como alguien con cierto espíritu libertario, que soy una persona bastante disciplinada -ya lo decía Proudhon, que la anarquía es la máxima expresión del orden- y he hecho participaba en todas y cada una de las grandes movilizaciones del once de septiembre, al menos, desde 2011 (aunque siempre me molesta cierto folclore a la hora de los diversos ‘happenings’ que las han acompañado). También participé el 1 de octubre defendiendo el Pabellón de Santa Eugenia, por suerte, sin necesidad de épica. El activismo no es precisamente mi virtud, con una personalidad poco entusiasta y con un valor personal más que limitado. Quizás lo que se me da mejor es hacer de guionista, tratando de analizar la extraordinaria y compleja situación que vivimos y tratando de ofrecer armas interpretativas a una sociedad que, en mi opinión, trata de sacudirse el franquismo construyendo una República. ¡Ah!, y soy de esos que está convencido de que seremos independientes en contra de la voluntad y capacidad de los propios independentistas.

 

Como las opiniones son libres, quiero expresar que la próxima movilización organizada por nuestra entidad no me parece una buena idea. Llenar la Gran Vía entre Plaza Catalunya y Plaza España no tiene mucho sentido. Ya hemos demostrado que somos capaces de movilizar entre uno y dos millones de personas sin tirar un solo papel en el suelo, y esta fórmula creo, humildemente, que ya está desgastada. Es todo un ‘déjà vu’. No creo que pueda variar mucho la agenda política. Ni la exterior, ni la interior. Puede representar una pequeña dosis de moral colectiva que se puede desvanecer en algunos días, tal vez semanas. Sin embargo, desde un punto de vista político, de la capacidad de cuartear el búnker franquista del Estado, esta estrategia es estéril.

 

No sé si lo han observado, sin embargo, la estrategia adoptada por el Estado profundo hispánico está consistiendo en una guerra psicológica de desgaste. Se trata de combinar la represión, con maniobras internacionales de bloqueo (habrá que ver las hipotecas que está contrayendo mediante el dinero de todos), con la voluntad, con la colaboración entusiasta de todo el ‘establishment’ mediático, de desmoralizar el independentismo. Este exhibicionismo de fuerza, esta desinhibición a la hora de mostrar catalanofobia, no hace más que ocultar el miedo y la fragilidad de un régimen que no sabría decir si está contra las cuerdas, aunque no montaría todo este espectáculo si no se encontrara en una situación difícil. De hecho, no actuarían así si no tuvieran claro que nos han perdido para siempre.

 

La realidad es que un régimen no se tumba sin determinación, persistencia e imaginación. Y sobre todo, no es posible alcanzar la República sin meter miedo. Y una manifestación más, con una camiseta nueva no creo que sea el formato más adecuado. Soy de esos que desde el principio alertaba de la ingenuidad de esperar apoyos foráneos. Las simpatías pueden ser muchas, aunque sin la posibilidad de controlar el territorio, de la movilización total, de la imposibilidad de controlar la situación por parte de un Estado absolutamente deslegitimado, nadie moverá un dedo.

 

Es por eso por lo que propongo un formato diferente. No es ningún secreto que no resulta complicado movilizar un millón de personas la jornada de septiembre. Ahora bien, en vez de hacer el desfile anual, cada vez más ritual que efectivo, se trataría de rodear pacíficamente, con el mismo espíritu de los últimos años, cincuenta puntos estratégicos del país. Esto significa puntos fronterizos, las cárceles donde tienen secuestrados los presos políticos, las instituciones catalanas (Parlament, Generalitat, ayuntamientos) aeropuertos, estaciones, puertos, La Caixa (y otras empresas que se plegaron a las presiones de la monarquía), y todo lo que sean puntos vitales que impliquen controlar el territorio. Un millón entre cincuenta puntos sale a veintidós mil manifestantes, que estaría bien que guardaran un silencio sepulcral, un silencio que recuerde a esos amaneceres de huelga general que nos recuerda un poema de Joan Margarit, un silencio ensordecedor que demuestre que la República puede ser efectiva con base en la voluntad de la ciudadanía, y que, frente la represión, se puede hacer una demostración que la calle, realmente es nuestra. Una movilización que demuestre ser un entrenamiento, una prueba que mida la audacia, un gesto que congele la risa a todos aquellos tertulianos con lenguaje de suburbio. La ANC tiene suficiente prestigio, experiencia y capacidad logísitica para hacer un ensayo general de estas características. Y sobre todo, tiene suficiente capacidad de liderazgo para hacer entender que la unidad no tiene que venir de unos partidos políticos que, por naturaleza, tienen intereses divergentes, sino de la gente. En otras palabras, que este once de septiembre no debemos desfilar para contemplarnos a nosotros mismos, ni autoescucharnos las consignas de siempre, ni debemos montar fiesta alguna, sino que tenemos que meter miedo. Mucho miedo. El sónar también reúne decenas de miles de personas sin molestar más que a los vecinos. El Barça moviliza cientos de miles cada vez que gana títulos. Y sin embargo, no representan ninguna amenaza a un orden injusto, ni a ningún Estado postfeudal. Este Once de septiembre no deberíamos mirarnos a nosotros mismos, ni quejarnos, ni alabar nuestras presuntas virtudes, sino que nos debe servir para demostrarnos a nosotros mismos y al mundo, que la unilateralidad está sobre todo en nuestras manos. Y que es con nuestras manos como se debe construir la República. Que podremos ser libres cuando nosotros lo decidamos. O, recordando al añorado Ovidi (Montllor), “porque quiero”.

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