Ante el regalo de una historia de Navarra

El libreto editado por el Gobierno de Navarra en la cantidad de 114.000 ejemplares, y con un costo de ¼ millón de euros, para regalar, debe ser cuestionado, tanto por el gasto de esos más de 41 millones de pesetas, como por su veracidad o acierto, y por la influencia de conocimientos e inclinaciones políticas que conlleva.

Reducir la interpretación de la historia de Navarra al objetivo que se señala en su titular, “Milenios de Convivencia”, es ya una formulación castrada y tendente a desconocer la parte amarga de nuestra historia. Desarrollada en cuatro capítulos que cubren 54 páginas, su primer defecto es la cortedad (que entiendo buscada), y cuyo texto disminuye aún más por la multitud de grabados y fotos insertas en ellas.

En el capítulo 1º se destacan desafortunadamente “los restos prehistóricos de los vascones”, dando a entender sin argumentos que éstos no fueran sus primeros habitantes conocidos. Fueran o no calificables como homos sapiens los primeros restos humanos encontrados en Navarra, son nuestros predecesores, con lenguaje incluido.

Trasladar que “en el contexto cultural del 2º milenio a. C., pudo cuajar el vascuence como lengua, proceso en el que el sustrato autóctono fue completado con aportaciones de pueblos orientales y caucásicos…”, es rizar el rizo, y se completa con la frase de que “los vascones se configuraron como una tribu, asentada en un territorio que sustancialmente coincidía con el de la Navarra actual”, y por la que, sin aportar datos, los presupone como no nativos del territorio.

Al detallar que “pueblos indoeuropeos… ampliaron sustancialmente el léxico del euskera” (hecho consustancial a todos y entre todos los lenguajes), supongo que no estará haciendo comparaciones con otras lenguas implantadas en la península Ibérica, donde resistió el euskera a la destrucción que produjo el latín, que fue la adoptada por los godos que la invadieron, y de la que deriva el castellano.

Imposible entrar a todos los extremos de incorrecciones y vaguedades, como que “el territorio de los vascones quedó plenamente integrado dentro de la Administración territorial romana…” (¿se pretende decir que las apetencias militares romanas tuvieron total reflejo administrativo territorialmente?). No solamente eso, sino que el autor sostiene que el cristianismo llegó al territorio de los vascones en el siglo III, cuando el cristianismo fue fundado (según figura en su panteón) por Constantino en el siglo IV: ¿Alguien se figura al cristianismo expandiéndose por la provincia romana de Hispania, en contra del imperio y sus soldados?

Se aportan mártires en Calahorra, situándolos en el año 305. Si a esa fecha se mataba a cristianos al otro lado del Ebro (suponiendo su veracidad, pues el dato es muy posterior a esa fecha), ¿dónde estaba la implantación del cristianismo en el siglo III?.

Se recoge la existencia de un obispo de Pamplona en el concilio de Toledo el año 1589. Pero dado que los godos daban sus cargos sobre territorios pendientes de ocupar, ¿cual fue su implantación real, máxime sabiendo que no se tiene conocimiento de ningún sucesor hasta después de más de un siglo?

Se destaca una invasión franco-alemana, que atravesó Navarra el año 276. Sin embargo el nombre de Navarra no se introduce hasta el siglo VIII. ¿Cuál es la consistencia de dicho dato en su referencia a los lugares? Del año 476 se afirma que los visigodos cruzaron por Roncesvalles. Sin embargo el término de Roncesvalles como tal no se empleó hasta el año 1132. ¿Cómo aceptar la veracidad del dato?

“En los siglos VI y VII los reyes visigodos emprendieron expediciones contra los vascones y controlaron el territorio, mientras subsiste la aristocracia local de origen romano…”. Hechos, datos y fechas, revelan que los visigodos no controlaron el territorio vascón. Y si la aristocracia romana subsistió, ¿porqué no se aporta ninguna explicación sobre la existencia de los nativos o naturales?

Si llegaron a ocupar “parte de la Vasconia…”, al autor elude situar los términos de ésta, aunque quedan reflejados en las ocupaciones de Vitoria (581) y Olite (625), únicos lugares que fueron tomados, y a tenor de las noticias, muy temporalmente. Los términos, pues, de la resistencia vascona, quedaron reflejados en ellos.

El intento de trasmisión ideológica se aprecia en los tratamientos. Se recogen las noticias con la versión del invasor (y no tratado como tal), y la resistencia de los naturales es tratada como “rebeldes”, cuando éstos son los defensores nativos de su territorio y forma de vida, y los que posteriormente crearon el Estado vascón, reino de Pamplona y finalmente Navarro.

El autor del libreto, que resalta las ventajas y asunción de la “cultura romana”, no vacila en dar apócrifos o despectivos a los vascones que elude mencionar. Así, cita a “la aristocracia de origen romano… en fusión con grupos autóctonos emergentes. No cabe pensar en un rebrote indigenista que anula la civilización romana…”.

También las afirmaciones gratuitas se mantienen en la cuestión religiosa, cuando se afirma que “la Sede episcopal continuó todo el siglo VII…”, o que “también en los valles del Pirineo, como parece indicar el inicio de la red parroquial…”, cuando de palacio obispal sólo se dan noticias en el siglo XI, y los valles pirenaicos recibieron al cristianismo (aquí también con mártires inventados), a partir de la diócesis de Baiona, con el único dato cierto sobre un obispado (Arsius), del año 985.

La limitación del artículo me reduce el espacio, por lo que del 2º capítulo sólo aportaré el único dato positivo que nos proporciona el libro. Se trata de la que las fuentes francas denominan “vascos hispanienses”, a los sur-pirenaicos, lo que (dada su división por los Pirineos) sitúa a la nación vasca de cara a dos vertientes. Una de cara a la provincia romana y eclesiástica de Hispania, y la otra al norte de los Pirineos. España no existía en ese momento, ni mucho más tarde.

A quien pretenda informarse sobre la afirmación de que “los monasterios apoyaron a los obispos en sus tareas de gobierno y fueron centros culturales…”, les recomiendo que lean a Lacarra en su historia de Navarra, e incluso un libro mío editado por Pamiela, “Vasconia en el siglo XII”.

Del 3er. capítulo me centraré en la “Incorporación a la Corona de Castilla”, para decir lo que se comprueba por activa y pasiva, y que no recoge el libreto: dicha incorporación se hizo a la sola voluntad de las Cortes de Castilla celebradas en Burgos en junio de 1515, y se dio la Corona navarra, para la posesión del reino a su voluntad, a la reina Juana la Loca.

El tratamiento de que “la inclinación final (del Estado navarro) hacia Francia provocó la invasión la invasión castellana de 1512…”, sitúa la invasión como responsabilidad propia del invadido, y la razón de parte del invasor.

El relato de los hechos posteriores no pasa de ser literatura pro-hispánica, en la que, para colmo de tan reducido relato, se recogen los “triunfos” de los navarros que emigraron y sirvieron a la España Imperial.

Se alcanza el máximo ridículo cuando se defiende como éxito que las villas de Olite, Viana, Corella, Cascante, Tafalla, Sangüesa, y otros municipios, necesitaran re-comprar sus derechos, como manera de mantener sus jurisdicciones, exenciones, títulos, nombramientos de cargos municipales y competenciales, etc., para que la Corona española los respetara, y sólo parcialmente.

Sobre el cuarto capítulo, sólo voy a apuntar que si se han conseguido tantos faustos como se celebran, me tendrán que explicar cuál es la felicidad obtenida, al convertir el reino (Estado) en provincia, por muy Comunidad Foral que se le titule. Se debía haber explicado al lector cuál es la fórmula para ser mejor administrado: si gobernarse uno mismo a todos los niveles, o que le gobiernen y representen políticamente otros (organismos de la monarquía constitucional), que es lo que parece pretender demostrar el autor del folleto gubernamental.

Finalmente, no entraré en la forma en que es tratado el golpe de Estado del caudillo de la Cruzada, que dio origen a tres años de guerra. Sólo añadiré que su forma de recogerlo es manipuladora. No hay duda de que habrá otros que desarrollen esta manifestación mía y no tengamos que volver sobre ella para explicarla.