Amaiur 1982-2007

En el Archivo General de Navarra se ha expuesto una muestra con ese nombre (desde el día 9 de octubre al 18 de noviembre), en recuerdo a los 25 años transcurridos desde que se renovó el monolito de Amaiur, y que recuerda a los defensores de Navarra en el año 1522.

En el mismo se reparte a los visitantes un libreto gratuito con el citado nombre, que consta de dos partes; en una de ellas se hace un recorrido de la guerra de ocupación española, y en la otra, de los pasos que se dieron desde la comisión de Monumentos para la creación inicial del monumento, inaugurado el año 1922 y derruido el año 1931.

En la primera parte se hace un recorrido de hechos del tercer intento de recuperar Navarra para los Albret , o liberar nuestro Estado del yugo español como lo hubiera titulado el suscribiente.

Titular como resistente y defensor en Pamplona a Iñigo de Loyola, resulta tergiversar los hechos a favor de los ocupantes. No es ésta la única manipulación. Como se expresa a continuación, tras la batalla de Noáin, el éxito era total; en dos semanas se había recuperado el reino . ¿Para quién?

Ante los datos posteriores que se aportan de la participación de vascos y alaveses, hay que anotar que éstos lucharon por la legalidad impuesta en Navarra, es decir, a favor del virrey, máxima autoridad legal, tanto política como militar y gubernativa en la mayor parte del territorio vascón.

No podemos obviar que el duque de Nájera y conde de Treviño era el titular del virreinato de Navarra y capitán general de Guipúzcoa, donde mantenía tributarios y vasallos. Así pues, los alistados defendieron la legalidad vigente en Navarra y Vascongadas para el señor común que gobernaba militarmente a nuestros antepasados.

Son detalles que se obvian en el citado libreto que el Gobierno de Navarra regala y que debemos tener en cuenta, ya que las tropas del citado conde duque y virrey en Navarra y el resto de las regiones vascas eran las legales, y los defensores de la independencia eran los rebeldes.

Naturalmente, en las tropas del citado virrey figuraron dos lugartenientes que no se destacan: su cuñado el conde de Lerín, y el cuñado de éste y presidente de las Hermandades de Álava, Diego Martínez de Álava. Si anotamos la influencia de ambos (de claro origen, posesión de subditaje y raigambre en Navarra), y su englobamiento en las tropas del duque de Nájera, tendremos que admitir que en dichas tropas también fueron abundantes alto navarros.

Partiendo de la situación legalizada, todos ellos constituían los legales, y no hay porqué destacar a los guipuzcoanos en general, como tampoco se puede generalizar los navarros por estar con ellos el conde de Lerín y sus lacayos.

Si entre los guipuzcoanos figuraban gentes de armas y criados del conde duque, como el coronel Lizaur o la familia de los Loyolas, con capacidad reclutadora, también ocurría lo mismo entre las familias navarras que mantenían miembros a sueldo del católico (militares profesionales en las guerras de Granada, África e Italia), como son citables las de Díez de Armendáriz, Góngora, Donamaría, Arbizu, Elio, Aoiz, Zunzarren y otras muchas más. La participación de sus parientes está harto demostrada. Ante la situación de defender prebendas, traidores los hubo por toda Euskalerria.

Extraña sobre manera (o no tan extraña) la importancia dada a los alistamientos habidos en Guipúzcoa y Álava para un ejército total de 2.000 soldados reclutados por el de Nájera, el de Lerín y Martínez de Álava, cuando no se cita que antes de la incorporación hubo deserciones guipuzcoanas y alavesas antes de partir. También se menosprecia que la totalidad de las tropas llegaran a los 30.000 efectivos, dando así mayor importancia a los 2.000 alistados del conde duque.

La cifra dada por Boissonade de 30.000 es del todo verosímil si aceptamos que los comuneros vencidos fueron reclutados a la fuerza para su perdón, que se movilizaron la práctica totalidad de los señores de Castilla con sus respectivos lacayos, y que se sumaron capitanes mesnaderos. A ellos hay que añadir además las tropas que, establecidas en Navarra, habían salido de ella mes y medio antes y que se englobaron tras el cerco de Logroño, y la recluta obligada que se realizó, de uno por cada 12 hombres, por todas las ciudades de Castilla que dominaban los imperialistas.

Naturalmente, desconocemos la obligatoriedad de las reclutas de las provincias limítrofes a Navarra, aunque la falta de documentación no quiebra el sistema de organización del pretendido imperio, y que también tuvo que forzarse en éstas para alistarlas.

Cuando se atacó el fuerte de Amaiur, un año más tarde, las tropas de ocupación empleadas que se citan a mi nombre son de 6.000, cuando doy la cifra de 6.200, solamente de las tropas asentadas en Pamplona (con nombres de las compañías) y destaco que a ellas han de sumarse los 360 gentiles hombres y sus allegados, y las tropas estacionadas que fueron uniéndose, provenientes de Obanos, Urroz, Tafalla y otros lugares que ya recojo en mi libro. En cambio las convocatorias a los naturales en Navarra sólo alcanzaron a la recluta de porteadores y poco más.

En cuanto a la segunda parte, que comprende los pasos dados dentro de la comisión de Monumentos, se oculta una realidad de la voluntad mayoritaria de la comisión, mientras se recrea los nuevos nombramientos surgidos de un golpe provocado contra los electos de la comisión, y el golpe de Estado dado a la cultura navarra que tenía por su expresión en el Boletín de la citada comisión.

Sólo me limitaré a decir que el relato expresado en el libreto gratuito editado por el Archivo ensalza a los personajes navarros tenidos por de raigambre y de pro navarros, primo riveristas primero y caudillistas después. No fue hazaña reventar una sesión de la comisión para forzar la dimisión del presidente, y para luego aceptar para el cargo, con el nombre aceptado por el dictador, naturalmente, el de uno de los reventadores.

El órgano de la cultura e historia vasca y navarra, que funcionaba brillantemente (la prueba es su boletín), pasó a depender de la jerarquía implantada por el citado dictador, y así murió el funcionamiento del organismo, tras ser nombrado José María de Huarte y Jáuregui como presidente de la comisión, revelando así el contra interés del nuevo presidente de acabar con ella.

No puede resultar extraño para nadie que el citado personaje, funcionario del Archivo de la Diputación en 1921, don José María Huarte y Jáuregui, llegara a ser director del mismo en 1936. Sirviendo a dictadores y medrando, llegó a marqués de Valdeterrazo como consorte, reeditó el libro Nobiliario de Navarra desde Madrid el año 1923 (copia de una recopilación de 1807), y recibió numerosas distinciones y condecoraciones. Falleció en Madrid el año 1969.

Son anotaciones, entre otras muchas, que debía aclararlas un libro que se edita a costa de todos los navarros, y que no pone precisamente las cosas en su sitio. Puestos a escribir, y sobre las actuaciones públicas, hay que saber quién es (o fue) cada quien en el servicio público a la sociedad.