Iñaki Uriarte
Hoy 29 de abril, hace 120 años, se fundó la empresa mas gigantesca que ha tenido Euskal Herria a lo largo de su historia, Altos Hornos de Vizcaya (AHV), con instalaciones en Barakaldo y en el colindante Sestao. Surge de la fusión de tres importantes empresas siderometalúrgicas: Altos Hornos y Fábricas de Hierro y Acero de Bilbao, fundada en 1882 en Barakaldo, la Vizcaya (1882) y la S.A. Iberia (1890) en Sestao. Un dato relevante, en el momento de su fundación la nueva sociedad tenía 5.929 trabajadores (200 empleados, 14 ingenieros, 65 contramaestres, 5.420 obreros y 230 mineros) y alcanzo su máximo, 13.584, en 1972.
La empresa ocupó un frente fluvial de la ría del Ibaizabal de 4,86 kilómetros, desde la afluencia del Kadagua, límite con Bilbao en Barakaldo, hasta la dársena de la Benedicta en Sestao, límite con Portugalete. Comprendiendo en este tramo, la desembocadura del Galindo y las instalaciones de Astilleros del Nervión (1888) y de la Sociedad Española de Construcción Naval (1908) que posteriormente (1969) se convertirían en AESA, Astilleros Españoles hasta su vergonzoso descalabro y cierre como Construcciones Navales del Norte (CNN) por una nefasta gestión empresarial (2018) y la incomprensible indiferencia para rescatar estas amplias instalaciones de indudable interés tecnológico, económico y laboral del Gobierno Vasco (2021).
Ha sido tan amplia y variada la actividad de AHV a lo largo de su historia que consecuentemente el legado generado en sus múltiples aspectos, empresarial, social, asistencial, patrimonial, paisajístico y el inmaterial mediante la memoria, con un particular carácter personal, idiosincrasia colectiva, conciencia de clase y con una cierta ideología de los habitantes de este amplio territorio, Ezkerraldea. Su vida cotidiana estaba muy vinculada al trabajo con todas sus vicisitudes, desde los turnos y horarios a las huelgas y posteriormente los despidos. Por ello resulta difícil sintetizar lo que supone AHV en el reducido espacio de un artículo de prensa.
De todo aquel inmenso patrimonio es muy poco lo que ha permanecido. La empresa, inicialmente fue la Iberia, construyó para sus necesidades productivas un pantano en Errekatxo / el Regato (Barakaldo), obra pionera con planta en arco de gravedad en hormigón de notables dimensiones (1897). Bastantes años después (1945) necesitó construir otro nuevo para asegurar también el suministro eléctrico. Al margen de las naves e ingenios productivos, dispuso de un primer edificio de oficinas (1912) y años después otro más amplio y representativo acorde a la importancia y pujanza de la empresa (1946). Edifico viviendas de buena calidad para obreros y empleados a través de la Sociedad de Casas Baratas de Baracaldo en en barrio de San Vicente (1916-1920), un Sanatorio Quirúrgico (1911) que posteriormente con un nuevo edificio (1947) sería la “Fundación Laboral Sanatorio San Eloy”. El pabellón de electrificación Ilgner (1927), una Cooperativa de Consumos (1925), la Escuela de Aprendices (1939 y 1940), unas naves comerciales junto a los muelles y el horno alto nº 1 (1959) en Sestao, el Colegio del Pilar (1954) y la ciudad Deportiva de San Vicente (1959) y otras construcciones y servicios diversos de menor importancia. Casi toda la actividad y vitalidad de esta comarca dependía de la fábrica y otras posteriores que se construyeron en su entorno, la fundición Aurrera (1885-1999) en Sestao y Sefanitro (1950-2011) en Lutxana, Barakaldo.
Pero se ha destruido impune e ignorantemente desde recintos y pabellones perfectamente reutilizables, ingenios singulares, incluso como hitos de la industrialización, maquinaria, moldes, documentación, etc., apenas queda la memoria como un importante patrimonio inmaterial.
Asimismo, era destacable la red de calles de desplazamiento por las instalaciones de la fabrica, así como la carretera interior entre Barakaldo y Sestao, junto con las locomotoras y trazados de vías de ferrocarril de ancho reducido para el movimiento propio de materiales y productos, las conexiones a la red estatal de Renfe mediante la linea de Bilbao a Santurtzi y el puerto. De importancia eran las embarcaciones compra que se inició con el gánguil San Jose construido en Holanda en 1895 para Altos Hornos y Fábricas de Hierro y Acero de Bilbao, y el gánguil Portu, primera construcción de Euskalduna (2003), que se afortunadamente se conserva en sus Diques Secos frente a Itsasmuseum. A partir de 1916 se inicia la flota de AHV con la compra de vapores de ocasión y posteriormente una vez constituida la Sociedad Española de Construcción Naval (La Naval de Sestao) el encargo de tres vapores, empeño que continuaría hasta 1975 y cesó definitivamente en 1988.
Afortunadamente, incluso anticipándose a la hecatombe productiva que ya se intuía desde 1973, un importante y espontáneo movimiento de sensibilización y valoración de todo este «siglo de oro de la industrialización», que puede situarse entre el fin de la Segunda Guerra Carlista en 1876 y la decadencia del imperio férrico, motivó el interés de escritores, fotógrafos, pintores, estudiosos, profesores universitarios, estudios y tesis y la contribución de ex-trabajadores que no ha cesado hasta el presente. Son frecuentes las alusiones a aquel Bilbao metropolitano pleno de signos de fuerte carácter como lugar fabril con todas sus circunstancias concurrentes.
Quienes transitaban por la carretera de la Ría desde Getxo hasta incluso el centro de Bilbao, no pueden olvidar las impresionantes imágenes de fuerza con grandes embarcaciones tanto en los astilleros como en los muelles, las chimeneas destilando, profanando el cielo y encendiendo la noche con llamas, humos y vapores, acompañados de zumbidos, sonidos y estrépitos de una producción que no tenía horario ni calendario. Un involuntario espectáculo integral en un frente fluvial productivo, por lo que puede decirse que la industria ha sido la fábrica del paisaje.
Como consecuencia de todo ello se ha generado a lo largo de este histórico período una excepcional cultura industrial en torno al hierro y consecuentemente un enorme y variado patrimonio tanto inmueble, como mueble e inmaterial, que más que lamentable, vergonzosamente ha sido no solo ignorado sino incluso despreciado, actitud que se evidencia al no haber tenido todavía una expresión museística. No interesa la cultura de la industria. No existe en pleno siglo XXI un Museo de la Industria y la Técnica que poseen todos los países y lugares donde este período y actividad productiva se asentó. Esta inaceptable carencia desde hace ya demasiadas décadas motivó que en 1984, es decir hace 38 años, se crease la“Asociación de Amigos del Museo de la Técnica de Euskadi”, el inicio de la que posteriormente sería Asociación Vasca de Patrimonio Industrial y Obra Pública (AVPIOP) que reivindica además del museo, el patrimonio de estas dos facetas, industria y obra. Algunas otras personas desde ámbitos universitario o personales ya habíamos solicitado esta dotación por ejemplo, para el Depósito Franco de Uribitarte como Museo de la Técnica, cuando aún estaba integro (Deia 1989/02/05) y más recientemente en el edificio de Grandes Molinos Vascos (1924).
Se ha querido conmemorar este aniversario mediante la asociación Periko Solabarria Elkartea con un ciclo actos “’AHV-120 Urte, 120 años de Industria, Lucha y Memoria Trabajadora”, que finaliza mañana con una comida popular en La Arboleda, un singular lugar, víspera de un día épico, el Primero de Mayo.
De algún modo puede decirse que hemos asistido a la muerte de una civilización industrial. La conclusión de este acontecimiento secular queda solemnemente expresado en el “Poema de la nada” del poeta español José Hierro (1922-2002) que recordamos en el centenario de su nacimiento.
Después de todo, todo ha sido nada,/
A pesar de que un día lo fue todo./
Después de nada, o después de todo/
supe que todo no era más que nada./
Si más nada será, después de todo,/
Después de tanto todo para nada./
Naiz