De todas las lenguas minorizadas de Francia -exceptuando los territorios llamados de ultramar- la más hablada, en porcentaje, es sin duda el alsaciano. Por lo menos hasta hoy, ya que su transmisión familiar también se está interrumpiendo y, claro, es tan ignorada, por no decir despreciada, por el gobierno francés como todas las demás. El alsaciano es un dialecto del alemán que, como casi todos los dialectos del alemán, tiende a ser reservado al uso oral, y a menudo informal, mientras que el alemán normativo sirve de lengua escrita y de prestigio. Por ello, el gobierno francés, gracias a un convenio de reciprocidad con el gobierno alemán, alienta el aprendizaje escolar del alemán en Alsacia y deja al alsaciano las migajas de siempre.
Alsacia se encuentra pues en una situación diglósica a tres bandas: el francés es, evidentemente, la única lengua oficial y la única hablada por todos; el alsaciano es la lengua declinante de las relaciones personales, de la cultura popular (existen decenas de grupos de teatro amateurs con repertorio en alsaciano y temática a menudo humorística) y el alemán es la lengua de unos negocios posibles y de una potencia cercana pero legalmente extranjera. Hasta hace poco, los alsacianos pasaban sin mucho esfuerzo del alsaciano lengua materna el alemán normativo; hoy los alsacianos con francés como lengua materna deben aprender el alemán como una lengua extranjera y, por supuesto, el resultado es notablemente diferente. Esta pérdida progresiva del alsaciano tiene consecuencias económicas directas, y negativas, sobre Alsacia. Los alsacianos que ya no hablan alsaciano en casa tienen más dificultades para aprender el alemán normativo y, por tanto, ya no son tan competitivos en el mercado laboral alemán, que absorbe tradicionalmente decenas de miles de trabajadores alsacianos pero también de otras categorías sociales en las que el dominio correcto del alemán es indispensable. Muchos alsacianos, pues, ya no pueden pasar la frontera para trabajar. Muchas empresas alsacianas también han perdido competitividad porque les cuesta más tener directivos y comerciales capaces de expresarse en alemán con sus vecinos …
Más todavía que el catalán y el vasco en Cataluña Norte y el País Vasco Norte, es de una evidencia cegadora que el desarrollo del alsaciano es un activo económico importante. ¿Por qué, pues, se hace tan poco? Además de la oposición estructural del estado francés a la diversidad lingüística, existe en Alsacia otra razón, específica en este territorio. En Alsacia -y también en una parte de la Lorena- en el curso de los últimos siglos ha bailado de un dueño a otro en función del resultado de las guerras. Pasó a ser alemana en 1871, a ser francesa en 1918, alemana en 1940 y francesa en 1945 … Si bien en 1918 muchos alsacianos reclamaron a Francia un trato diferenciado, en particular en el ámbito lingüístico, que fue hasta la creación de una pequeña corriente autonomista, en cambio 1945 fue mucho más complicado de digerir. Hitler había anexionado Alsacia al Reich y, por tanto, el alemán se había convertido de repente en la lengua impuesta por los nazis. Era «la lengua del enemigo» como se dijo a partir de ese momento. A los ojos de los patrioteros franceses, querer enseñar el alsaciano era pues un acto de semitraición. Este estado de espíritu perdura hasta hoy: las escuelas asociativas alsacianas (equivalente de las Bressoles catalanas) practican el bilingüismo, no la inmersión en alsaciano. Intentan así evitar que los celadores jacobinos les reprochen el querer volver a la época en que, con el alemán como única lengua de enseñanza, los niños cantaba Deutschland über alles y saludaba el Fürher …
Domingo, 12 de diciembre de 2010 02:00