Por si aún hay alguien en este planeta que no ha visto el vídeo de lo sucedido en Huesca el sábado -con Raül Agné, entrenador del Girona FC, como protagonista-, explicaremos el desarrollo de los hechos. Tras el partido entre la SD Huesca y el Girona, los entrenadores pasaron por la sala de prensa. Cuando le llegó el turno, Agné se sentó tras los micrófonos y empezó a contestar a los periodistas. Fue respondiendo en castellano a los que le preguntaban en castellano y, cuando uno le hizo una pregunta en catalán, empezó a contestarla en catalán:
– Avui hem sigut justos guanyadors i és cert que el gol ha sigut…
Del fondo de la sala llegaron entonces las voces de protesta de algunos periodistas locales:
– ¡A ver, por favor, en castellano! -dijo uno por encima de las quejas de los demás. Agné les respondió:
– Contesto una en catalán y luego a ustedes en castellano; ningún problema.
Pero los periodistas locales siguieron con su no. Les preguntó Agné:
– Si fuera inglés, ¿podría hablar en inglés o…?
Le dijeron que no es lo mismo. Agné estaba pasmado. En las ruedas, uno contesta en la lengua en la que le formulan la pregunta… Explicó:
– Es que no lo entiendo, esto…
Insistieron en que hablase en castellano porque a él le daba igual hablar en catalán como en castellano. Entonces Agné se hartó definitivamente:
– No. Da igual, no. Da igual, no. ¡…, con el rollo! No hay rueda de prensa.
Dejemos de lado dos detalles que hacen aún más espectacular la intolerancia de esos periodistas -Agné es de Mequinensa, y la rueda de prensa tenía lugar en Aragón, donde supuestamente el catalán es idioma oficial, junto al castellano y el aragonés- y fijémonos en las costumbres: cuando en España un entrenador responde en italiano, en holandés o en lo que sea, no hay ningún problema. Pero si contesta en catalán, entonces eso es inadmisible. Cualquier cosa que huela a catalán les activa el odio, la xenofobia. No se trata de una simple anécdota más, sino de que no hay forma de vivir fuera de esta perpetua sangría moral que, de anecdótica, no tiene nada. Nos expolian, consiguen que nuestras finanzas estén en déficit cuando estarían con un superávit boyante si tuviésemos la financiación que graciosamente dan a otros, y encima nos llaman usureros para, acto seguido, meársenos en la boca, como dice el gran Mohamed Jordi. Y después los diarios van por ahí haciendo encuestas a ver por qué gente que nunca en su vida se había planteado la independencia se la plantea ahora, y en serio. Confiemos en que la oleada de hartazgo que está sacudiendo a los países árabes se propague a la ribera norte del Mediterráneo y aquí la lidere Mohamed Jordi (porque si la tienen que liderar los dirigentes independentistas con poltrona, estamos apañados).