Abdelkrim y la efímera República del Rif

Abdelkrim el Jatabi, en 1921 poco después del desastre de Annual. ARCHIVO DIAZ CASARIEGO/ EFE

 

 

CUANDO ESPAÑA DESCARRILÓ: 100 AÑOS DEL DESASTRE DE ANNUAL (3)

Líder de una República efímera, engañó a España y a Francia y murió olvidado por todos en su destierro de El Cairo

Hay grandes hombres que estorban y por tanto se olvidan. Abdelkrim el Jatabi es uno de ellos. Nacido en 1883, hijo de un líder tribal rifeño, vivió como un español privilegiado durante doce años en Melilla, acaudilló a su pueblo –indisciplinado y fragmentado- hasta crear la efímera República del Rif en 1921 tras infligir a los españoles la derrota militar más humillante. Se enfrentó a Francia y España. Le derrotaron, claro está. Y terminó sus días desterrado, como Napoleón, en La Reunión y Egipto, donde murió en 1962, sin que a nadie le importase.

El desastre militar de Annual, del que esta semana se cumplen cien años, descubrió al mundo uno de los primeros caudillos nacionalistas del Islam. Sólo hay que verle en la portada de la revista Time del 17 de agosto de 1925, la revista de los que triunfaban. El periodista estadounidense que ha viajado al Rif parece encandilado con Abdelkrim, “un hombre que ha derrotado a los españoles tantas veces que ahora no le quitan el sueño”.

¿Cómo es posible que un hombre bien considerado en Melilla por su eficacia, conocimientos y buena predisposición, un hombre que solicitó en dos ocasiones la nacionalidad española, terminase por convertirse en el enemigo número uno de España en los años veinte? Como José Rizal en Filipinas, ejecutado en Manila dos años antes de la independencia de 1898, Abdelkrim el Jatabi había creído que España podría ayudar al desarrollo de su pueblo y a mantener una relación fructífera para ambas partes.

El empresario vasco Echevarrieta negoció con Abdelkrim el pago por la liberación de los prisioneros, en 1923. Archivo Díaz Casariego/ EFE

Tierra árida, montañas, valles y chumberas, el Rif era un nido de rencillas y agravios entre los propios nativos, lo que provocaba liderazgos efímeros y con finales a menudo sangrientos. España y Francia jugaban siempre a varias bandas, alternaban en sus respectivas zonas de influencia la cizaña y el clientelismo. Y premiando siempre al confidente. La familia de Abdelkrim comandaba la cabila de Beni Urriagel, una de las más importantes del Rif, y sus buenas relaciones –y cobros- con España les permitió enviar a Abdelkrim a estudiar en la universidad de Fez y a un hermano suyo a la península, becado.

Abdelkrim pasó doce años en Melilla donde fue maestro en una escuela para hijos de árabes, ocupó cargos administrativos, escribió en El Telegrama del Rif, el diario melillense, hizo de juez, vivía en una casa con sirvientes hasta que, desengañado, regresó a las montañas, con los suyos. Parte del distanciamiento arranca de su simpatía por la causa de Alemania y Turquía durante la Gran Guerra, hecho que –a instancias de Francia- le valió pasarse unas semanas entre rejas en el penal de Rostrogordo. No dejaba de ser un “moro” en un mundo pseudo colonial, cargado de prejuicios y desconfianzas. Le restituyeron en su plaza de juez al final de la contienda europea pero algo se había quebrado. Urge a su hermano a dejar la península y regresar a la cabila consciente de que su padre tiene una edad (muere en 1920) y conviene amarrar un trono vacante.

Jinetes rifeños en acción de carga

Una constelación austral hace que las diferentes cabilas acumulen rencor contra los españoles, que van construyendo carreteras, vías de ferrocarril y minas sin repartir lo suficiente. Tampoco se cumple siempre con lo prometido. Sólo faltaba la llegada impetuosa del general Silvestre para comandar las expediciones en su anhelo por controlar Alhucemas, en la costa. Como siempre, El Rif, es una olla a presión (nunca el rey Hassan II de Marruecos llegó a visitarla). Tantos confidentes a sueldo y nadie se toma en serio la fuerza de la sublevación rifeña latente a principios de 1921. La mayoría de tribus ven ahora a España como un enemigo y eso explica que sean capaces de confiar el mando a Abdelkrim, hombre persuasivo y con gran habilidad, a quien antes acusaban de ser excesivamente pro-español. Logra imponer un sentido de la disciplina militar y obtiene recursos para adquirir armamento. Las victorias en los campos de batalla y su buena estrella se prolongaron hasta su rendición en 1926 a los franceses.

 

Evolución del Protectorado

“El mayor error de la percepción de España respecto a Abdelkrim es verlo como un jefe salvaje y cruel. Era un nacionalista rifeño, no un islamista”, ha señalado la historiadora María Rosa de Madariaga, autora de “Abd-el-Krim El Jatabi. La lucha por la independencia”. Y sin embargo, al mismo tiempo, lideró una sublevación cargada de crueldades con el enemigo, replicada por los españoles cuando llegó la hora de la venganza. De sus habilidades diplomáticas, no hay duda. Abdelkrim coqueteó y engañó a ratos a españoles, alemanes, turcos, franceses y aun ingleses –que veían con buenos ojos la República del Rif- y murió de muerte natural a los 81 años en un palacete de El Cairo, cedido por el rey Faruk y mantenido por el general Nasser, el militar nacionalista que derrocó monarquía.

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