A propósito de Legasse

Dentro del lamentable marco histórico formado por la Guerra Civil Española y la II Guerra Mundial, Marc Legasse (París, 1918) redactó lo que, aún quedando en papel mojado, nos sirve hoy en día tanto para recordar los intentos que se dieron en el pasado por recuperar la libertad perdida, como para calibrar las diferentes fases por la cuales ha pasado la relación entre Hegoalde e Iparralde.

La idea ni tan siquiera llegó a ser debatida. Marc Legasse proponía en su Estatuto de Autonomía que Euskal Herria pudiera formar “una entidad natural y jurídica con personalidad política propia”, otorgándole especial relevancia al euskara y a la regulación de un turismo que ya por los años 1940 estaba afectando de forma negativa a las zonas rurales de Iparralde. Por su propuesta y atrevimiento, Legasse acabaría encarcelado acusado de separatismo, mientras que por su parte, no dudará en mostrar su contrariedad por la falta de apoyo mostrado desde el otro lado de los Pirineos.

El caso de Legasse es esclarecedor. Las circunstancias históricas han acabado por romper estratégicamente los lazos norte-sur, circunstancia que en algunos momentos ha desembocado en situaciones de autentica tensión social. La ruptura de esa unión es palpable también en el concepto que cada parte transpirenaica tiene sobre qué es Euskal Herria. Así, Marc Legasse sentenció en el 1º artículo del Estatuto de Autonomía que Euskal Herria estaba formado por el “área de Bayona y los cantones de Mauleon y Tardets”. Hoy en día nos encontramos con situaciones similares en las que la sociedad vasca difiere totalmente a la hora de definir qué es o quién formaría una futura Euskal Herria libre.

La iniciativa de Legasse es admirable desde el instante mismo en que se aventura a proclamar que el pueblo vasco, como en su momento él lo entendió, debía de ser reconocido y diferenciado con respecto a Francia, y si bien dentro del Estatuto dejó plasmado el interés y la necesidad de colaborar y relacionarse con el sur, su concepto de Euskal Herria es parcial, aunque bien común.

Podría considerarse el ejemplo de Legasse como la tónica general en las relaciones entre Hegoalde e Iparralde a lo largo de la historia. Algo similar sucedería con la Navarra actual y resto de territorios vascos peninsulares, aunque no de una manera tan palpable. Al fin y al cabo Hegoalde e Iparralde han sufrido tanto la división de sus territorios entre dos Estados, España y Francia, como la división sociológica y psicológica de sus miembros. Inevitablemente no hay fuerza sin unión, ni unión sin sentimiento de pertenencia a un pueblo único. El acercamiento es absolutamente necesario, desde la base, mediante acuerdos y proyectos que estrechen lazos entre los diferentes territorios. Quién sabe si con el tiempo ese acercamiento paulatino, esa toma de conciencia, acabará por disipar del subconsciente colectivo esas profundas grietas sociales y administrativas que tanto daño nos están haciendo.

La pregunta es si nos sería posible estrechar esos lazos, si nos van a dejar acercarnos por nosotros mismos o si esto por ser lo más parecido a una autogestión independiente va a ser constantemente censurado en pro de los intereses económicos y políticos de los de siempre.