Aliança Catalana, el partido que les conviene

La pregunta es cómo un partido con dos diputados es capaz de ocupar la centralidad política. Y la respuesta es porque interesa a todo el mundo. Aliança Catalana es la garantía definitiva que hará imposible la reconstrucción de una mayoría independentista en el Parlament, aunque en el futuro haya un cambio de liderazgos en los partidos tradicionales o alguna oferta política innovadora. Esto conviene al unionismo y al Estado, obviamente. En este sentido, los principales beneficiarios a corto plazo son el PSOE y el PSC, que satelizan a coste cero los partidos independentistas. Pero también interesa a ERC, que obtiene una excusa viable para abandonar el eje nacional y cerrar filas con la izquierda española contra una supuesta amenaza ultra. Hay indicios claros de confluencia entre republicanos y comunes, igualmente en declive electoral, que también pueden utilizar el espantajo que viene de Ripoll para alinearse tras el PSOE y subsistir como oferta secundaria y complemento de mayorías cuando el socialismo catalán y/o español lo necesite.

Aliança Catalana también sirve para connotar negativamente el catalanismo y cuestionar su tradición democrática, equiparándolo al españolismo. Si todo el mundo tiene ultras, la criminalidad histórica del nacionalismo español queda blanqueada. Y todo ello embadurna a Junts, que ha protagonizado un espectáculo penoso -otra vez- en el episodio de la moción de censura en el Ayuntamiento de Ripoll. Actualmente, además, la hegemonía mediática del PSC y cercanías es tan descomunal que Junts queda caracterizado como poco más que la facción centrista de Aliança Catalana. Todo el mundo gana, pues. Incluso la CUP, que recupera la épica contra un tenderete con cinco o seis jubilados.

Más aún. Aliança Catalana desplaza la crítica contra Madrid para hacerla recaer sobre la inmigración. Como gran heroicidad, la alcaldesa de Ripoll anunció que la policía municipal había localizado a un indigente sin papeles que dormía en un parque. Los agentes, en una operación titánica, se fueron a la comisaría de la policía española y les dijeron lo descubierto. De hacer frente al Estado a luchar contra aquel pobre hombre. En fin, por lo menos no consta que fueran condecorados.

Todo ello ocurre ante la perplejidad de las bases sociales del independentismo, que han visto cómo les cambiaban el sueño de plenitud nacional de quince generaciones por una empresa mixta en Cercanías y la toma de pelo habitual de la financiación, lo que acaba siempre en el ‘café para todos’.

Hay motivos para mandarlos a hacer puñetas a todos y eso lo explota, hábilmente, Aliança Catalana. Pero votarlos no llega ni a gamberrada. Por el contrario, es la trampa definitiva del régimen que nos envió seis mil policías y un puñado de falangistas que se llaman jueces.

EL MÓN