Después de 58 años de permanencia con los reyes de Aragón con la muerte de Alfonso I el batallador, ambos reinos quedaron nuevamente separados.
Alfonso I muere sin descendencia y no tiene a su hermano como heredero por su condición de religioso.
Hace testamento en octubre de 1131 deja como herederos a las órdenes militares de San Juan de Jerusalén, los Caballeros Templarios y los de Sato Sepulcro de Jerusalén.
El testamento será ratificado el 4 de septiembre de 1134.
Esté testamento originó un complejo proceso de sucesión después de 58 años juntos los reinos de Pamplona y a Aragón vuelven a separarse.
Los nobles aragoneses no aceptan el testamento y nombran al obispo Ramiro, el monje hermano del difunto Alfonso I, rey de Aragón, miembro de la dinastía Jimena.
Los nobles navarros nombran rey de Pamplona a García Ramírez, también de la dinastía Jimena, descendientes del último rey de Pamplona Sancho IV.
Alfonso VII de Castilla, por ser nieto de Alfonso VI de Castilla, primo carnal del último rey de Pamplona, emparentado con la dinastía Jimena, reclama la herencia.