Quién fue Oria, la reina astuta de los rubios cabellos, una de las más desconocidas de Navarra

El historiador Mikel Zuza y su ‘Libro Redondo de Leyre’ giran alrededor de la figura de esta monarca del Reino de Pamplona. El autor echa a volar la imaginación con una serie de leyendas de Oria y su astucia que te transportan a la Edad Media

Castillo de Garaño, en la Cuenca de Pamplona, uno de los lugares donde se inspira el ‘Libro Redondo de Leyre’, de Mikel Zuza

Auria, Oria, Awriya bint Lubb… Diferentes nombres para la misma persona. Los funcionarios de las oficinas del DNI de Pamplona se volverían locos cada vez que esta desconocida reina apareciera para renovarlo periódicamente. Oria, esposa de Fortún Garcés en el siglo IX, pasó de puntillas por la historia de Navarra, o más concretamente del Reino de Pamplona.

Más allá de su descendencia, apenas poco más se sabe sobre esta misteriosa mujer. Procedía muy probablemente de los Banu Qasi, la histórica familia visigoda convertida al Islam en la línea fronteriza al sur del Reino. Ella dio el salto al territorio ‘enemigo’ compartiendo lecho real con el cristiano Fortún Garcés. “Oria era aquella odiada contrincante que había frenado una y mil veces la expansión musulmana hacia el norte”, fantasea el historiador Mikel Zuza en su ‘Libro Redondo de Leyre’. Una obra tributo, quizá, para rescatar del olvido a esta monarca pamplonesa, personaje central de su último trabajo.

El autor da rienda suelta a la imaginación con la figura de esta reina, la de los “rubios cabellos”, dice Zuza, a través de una serie de historias y leyendas ficticias escritas en su obra que van más allá de la realidad; como hacían aquellos monjes escribanos del monasterio de Leyre con sus fantasiosos textos antiguos del Reino de Pamplona y sus mitos. Zuza parece encarnarse ahora en uno de ellos, pero en pleno siglo XXI.

 

Según cuenta el ‘Libro Redondo de Leyre’, Oria tuvo que hacerse cargo del Reino por la captura de su marido Fortún Garcés en Milagro. El monarca estuvo 20 años retenido en Córdoba como rehén. Así los musulmanes se aseguraban de no ser atacados. Ella tuvo que asumir la corona en un tiempo de acoso sarraceno constante y rodeada de una corte masculinizada con la que tuvo que competir.

Oria hizo gala en su reinado ‘provisional’ de una gran inteligencia y astucia. Era una artista del despiste, como recuerda el ‘Libro Redondo de Leyre’ en un ataque de las tropas musulmanas al Reino. Ella, consciente de la debilidad navarra frente al enemigo, se las ingenió para confundir a las huestes del emir, obsesionadas en destruir la mítica fortaleza ‘Sajrat Qays’, mencionada en las crónicas árabes desde el año 803 y considerada hoy la más antigua de Navarra, publicó Diario de Navarra en un artículo en junio de 2022. Actualmente es el castillo de Garaño, en la Cuenca de Pamplona (Valle de Ollo), según indica el historiador Iñaki Sagredo en su libro ‘De los vascones al Reino’.

Alimentando la leyenda, Zuza pone el foco en el punto débil del enemigo: desconocían la ubicación exacta de la fortaleza. Sus mapas y referencias de épocas anteriores no daban con el lugar. Oria, sabedora de ello, trazó el plan perfecto antes de que los musulmanes aparecieran por el sur de Navarra. Sembró todo el reino de carteles identificativos del castillo, además de señales e indicaciones confusas en la ruta. Prácticamente cada colina del reino era un falso Garaño. Los musulmanes, perdidos en bucle como los navegadores de Google Maps y sufriendo bajas en cada rincón, cejaron en su empeño y regresaron al sol de Córdoba.

Cuando se recuperaron del golpe anímico dado por la estratega Oria, volvieron a la carga por tierras navarras con otra nueva razzia. Asegura el ‘Libro Redondo de Leyre’ que la reina tuvo que recurrir a otra arma: la magia telúrica que figuraba en los textos más antiguos del Reino. Al más puro estilo Astérix y Obélix en la asediada Galia, Oria se hizo fuerte de la mano de un hechizo. La reina marchó a los frondosos bosques de Quinto Real, al norte de Navarra. Allí despertó a la tierra citando unas palabras ininteligibles, en medio de un crómlech a los pies del monte Adi. En ese momento, salieron volando grandes bloques de piedra hacia la línea enemiga. Los musulmanes, viéndose asediados por gigantes megalíticos, dieron la vuelta despavoridos rumbo al sur. ¿Qué le iban a contar esta vez al emir de esa tierra norteña?