352 d.C. Baskonia o el retorno del guerrero a Iruña Beleia

Novela histórica (sinopsis)

La novela describe la historia de los baskones durante los siglos III y IV y lo hace a través de la saga de los Otsandiano que conviven durante este periodo de tiempo. En concreto, a través de la vida del precursor de esta dinastía, Otso Handia, de su hijo, Arkaitz Otsandiano, y de su nieto, Eneko Otsandiano, es como se narra y describe minuciosamente la historia de los baskones y de su entorno, de sus temores y guerras de supervivencia, de su idiosincrasia y cultura, de sus hábitos y costumbres y, finalmente de sus señas de identidad, de su sentido de pertenencia, de su autogobierno y de sus libertades.

Los tres Otsandiano, como la mayoría de los baskones, en respuesta a los continuos saqueos, asesinatos y violaciones que sufrirían a manos de las invasiones bárbaras, pagarían un alto precio al sufrir en sus carnes el asesinato de sus seres más queridos. Por ello, no es de extrañar que se alistaran en el ejército romano movidos por su vocación de llegar a ser excelentes guerreros y de dominar el arte de la guerra para así, ofrecer a la nación baskona los conocimientos necesarios como para poder crear milicias de defensa en coherencia con su propia y específica estrategia de defensa.

Las sinergias que ofrecían el hecho de dotarse de una adecuada estrategia militar baskona y la alta formación y eficacia del equipamiento de sus milicianos —la inmensa mayoría de ellos voluntarios— permitiría derrotar a sus poderosos enemigos. Así, los invasores celtas, francos y visigodos serían derrotados a lo largo de los siglos por los baskones, impidiendo que éstos sufrieran el genocidio consabido de todos los demás pueblos preindoeuropeos

Al inicio, estos grandes enemigos de los baskones serían guerreros integrantes de las tribus célticas como las de los celtas de Hispania y las de los galos de la Galia. A partir de finales del siglo III serían las tribus de los francos y de los alamanes de Germania los que ocuparían ese puesto y ya, en el siglo V, serían las tribus de los visigodos quienes, procedentes de la lejana Dacia de Oriente, se harían con Hispania y con el sur de las Galias, atenazando a la nación baskona, pero sin conseguir derrotarla a lo largo de los siguientes siglos.

Tanto los celtas, los francos como los visigodos contarían con ejércitos poderosos y, en su deseo de ocupar territorios ajenos, se ensañarían en destruir y eliminar a los baskones para ocupar su territorio natural y así, borrar su memoria histórica de la faz de la tierra. Los enemigos de los baskones, a pesar de sus repetidos intentos, no pudieron acabar con su indómita actitud. Lo que permitió el fortalecimiento de las señas de identidad de los baskones y el afianzamiento de su sentido de pertenencia a la nación baskona hasta nuestros días.

El fundador de la dinastía de los Otsandiano, Otso Handia, nacería el año 208 en la población bárdula de Zautza, durante el reinado del emperador Septimio Severo. Tras quedarse huérfano, y en sus deseos de venganza por la muerte de su padre, en el año 225, Otso Handía se enrolaría en la Cohorte Bardulia I con sede en el Muro de Adriano, sito en el actual norte de Inglaterra.

Tras licenciarse en el año 245 como “Centurión Primero” y regresar a Baskonia, reconocido como un héroe por los romanos, Otso Handia se asentaría en la ciudad de Iruña-Beleia donde se le adjudicaría, como premio a sus méritos militares, un extenso “Fundus” o asentamiento agrícola que después sería conocido por la posteridad como “Fundus Otsandiano” y él sería el que crearía y dinamizaría las milicias de defensa baskonas que serían capaces de expulsar a los celtas y galos de Baskonia y lograrían el reconocimiento de la Provincia baskona de Novem Populania, en el año 274, durante el reinado del emperador Aureliano y tras la derrota del Imperio Galo que había logrado secesionarse de Roma.

Víctima de la desgracia y del daño irreparable que supuso la pérdida de su novia, debido a una invasión de Baskonia que protagonizaron los francos y alamanes, Arkaitz puso tierra por medio y decidió alejarse de Baskonia para borrar dolorosos recuerdos y, de paso, emular a su padre, alistándose en la misma cohorte de las tropas auxiliares del ejército romano donde combatiría como lo hiciera su padre, Otso Handia, a pesar de que Arkaitz era ya ciudadano romano. Estando allí, en el norte de Britania, Arkaitz moriría combatiendo heroicamente contra las tribus célticas de Caledonia, al objeto evitar la derrota de las tropas romanas por parte de los pictos. Tropas romanas que comandaba el emperador Constancio I que, a su vez, sería el padre del que llegaría a ser el famoso emperador Constantino I.

La muerte del centurión y héroe Arkaitz dejó una viuda y un hijo, Eneko, que sería huérfano de padre a la edad de siete años. A los quince años, el joven Otsandiano decide enrolarse también en el ejército, pero esta vez como ciudadano romano solo podría hacerlo en la “Legio VI Victrix” con sede en Eboracum (York). Al año de alistarse muere el emperador Constancio I y, a su muerte, las tropas proclaman a su hijo Constantino como emperador.

Allí, en Eboracum, es cuando surgiría la gran amistad y connivencia entre Eneko Otsandiano y Constantino I. Una amistad que duraría casi de por vida, hasta que, habiéndole acompañado el joven baskon en todas las batallas y, por sus méritos y competencia alcanzara el título de General Máximo (Magister Militum), Eneko decidiera, por consejo de la emperatriz Helena, madre de Constantino I, abandonar el ejército romano.

Constantino I fue el emperador que logró asentar el cristianismo como religión del Imperio romano y derrotar a la Tetrarquía que instituyera el emperador Diocleciano en el año 293. El consejo de la madre de Eneko, Enea, y de la emperatriz Helena no fue otro que rogarle al joven general que dimitiera y se refugiara en Baskonia para servir a las milicias baskonas de defensa, pues los retos de futuro que planteaban las invasiones bárbaras representaban un grave peligro existencial para la nación baskona.

Eneko Otsandiano, tras crear una familia ocupándose del Fundus Otsandiano, sería también el que se ocuparía de innovar a las milicias baskonas de defensa dotándolas de una estrategia y sus tácticas consiguientes que, con gran éxito, serían capaces de frenar tanto a los poderosos ejércitos francos como a los visigodos, los mejores ejércitos del mundo en aquellos tiempos.

Lo harían de manera que la sangre de los baskones de entonces pudiera lograr que hoy sigamos existiendo los vascos y vascas y seguir anhelando, como siempre fue a lo largo de la historia, ser dueños de nuestro propio futuro. La existencia de los vascos y vascas no fue ningún milagro. Fue una cuestión de inteligencia y voluntad para que, entrelazando la pasión con la razón y sacando lo mejor de los baskones de entonces, pudieran apostar por aquel escenario que les permitiera crear las condiciones que, en el futuro, pudieran optar por aquello que más les conviniera y no cayeran derrotados por los acontecimientos, como se acostumbra.

El futuro no se prevé, se prepara apostando por aquel futuro que nos garantice la posibilidad de decidir por aquello que más nos convenga. Esa es la verdadera libertad.