Ana de Velasco fue una noble navarra que defendió con valentía el castillo de Marcilla, impidiendo su desmoche por órdenes del regente Cisneros.
Desde un lateral del estadio de El Sadar, el fortín de Osasuna, hasta la avenida de Zaragoza de Pamplona va la calle Ana de Velasco, dedicada a la mujer que evitó que se desmochase el castillo de Marcilla.
Ana de Velasco era hija de Luis Fernández de Velasco, señor de Belorado, y de Ana de Padilla, ambos vinculados a los condestables de Castilla. Proveniente de una familia de gran abolengo, su linaje era reconocido por su cercanía a la nobleza y su participación en hechos históricos. Uno de sus ancestros, según un códice del siglo XV de García Salazar, habría peleado junto a don Pelayo en la batalla de Covadonga, un símbolo de la resistencia cristiana contra los musulmanes.
El matrimonio de Ana de Velasco con Alonso Carrillo de Peralta, nieto de Mosén Pierres de Peralta, consolidó aún más su poder e influencia. Alonso Carrillo aportó numerosos títulos nobiliarios, como el de primer marqués de Falces, tercer conde de Santesteban de Lerín y barón de Marcilla, entre otros. Juntos, representaban a dos de las familias más influyentes de Navarra y Castilla.
La defensa del castillo de Marcilla en 1516 es quizás el episodio más recordado de la vida de Ana de Velasco. Cuando el coronel Villalba, siguiendo órdenes del regente Cisneros, se presentó con la intención de desmochar el castillo gótico de ladrillo, Ana de Velasco se plantó firme, alegando que solo acataría órdenes directas del rey. Gracias a su valiente actitud, el castillo fue preservado, convirtiéndose en un símbolo de la resistencia frente al poder central.
El legado de Ana de Velasco ha perdurado en el tiempo. Tanto en Marcilla como en Pamplona, su figura ha sido recordada y respetada, siendo homenajeada con calles que llevan su nombre.