Peter Sloterdijk: “Como animal que habla, yo ya soy una inteligencia artificial”

 

 

Conversación con el filósofo alemán Peter Sloterdijk, que publica ‘Gris’ en la Editorial Siruela en Madrid. El filósofo alemán publica ‘Gris’, una reflexión sobre un color cuya mutabilidad simboliza el mundo contemporáneo

Peter Sloterdijk (Karlsruhe, 1947) es uno de los mayores filósofos las últimas décadas y, seguramente por eso, no le falta humor. Tras una distendida conversación a cuatro para hablar de su último libro ‘Gris. El color de la contemporaneidad’ (publicado por Siruela en castellano y Arcàdia en catalán), en el que va desde las sombras de la caverna Platón a la reunificación alemana y el “gris Merkel” para abordar un color, dice, cuya mutabilidad lo convierte en el de nuestro tiempo, llega una pregunta inevitable. Sobre todo para alguien que ya polemizó con Jürgen Habermas sobre las mejoras genéticas en los humanos y al que la técnica no le es nada ajeno: ¿Qué sucederá con la inteligencia artificial?

“Yo era ya una inteligencia artificial antes de que alguien comenzara a hablar de esto. Porque como animal que habla, soy una inteligencia artificial, las frases no crecen en los arbustos y los árboles. Ya somos bastante artificiales como seres vivos que hablan”, responde con ironía.

“Pero es cierto –reconoce– que estamos en el umbral de un nuevo capítulo en la historia de la inteligencia. Y puede ser que la inteligencia haya sido mal entendida hasta ahora. Tal vez los antiguos teólogos tuvieron la intuición buena cuando creyeron que Dios es inteligencia y que los humanos son epifenómenos de la inteligencia divina. Y tal vez la inteligencia artificial que estamos creando ahora es el siguiente capítulo en la historia de la autorrealización de la inteligencia divina. Esa sería una respuesta teilhardiana. Teilhard de Chardin habló de cuestiones de ese tipo ya en los años cuarenta y cincuenta”.

“De todos modos –concluye– creo que la mejor manera de abordar esta cuestión es recordar tu propia artificialidad. Y asombrarte de que seas capaz de hablar un idioma, más de un idioma. Y que un niño de tres o cuatro años pueda dominar su propia lengua materna, lo que se asemeja al hecho de que un niño te explicara la teoría de la relatividad general de Einstein, te sorprenderías aún más pero en realidad, dominar la gramática del español, del alemán o del polaco es, desde el punto de vista de la complejidad, comparable a lo que hacen estos físicos. Así que yo les aconsejaría que desarrollaran más su autoestima como inteligencias artificiales”.

Sloterdijk, ataviado con un delicado fular repleto de elefantes celestes, y preparado para participar por la noche en la plaza de España de Madrid en el Festival de las Ideas, no abandona una divertida ironía en ningún momento. Ni por el ascenso de los partidos populistas en todo el mundo. “Política populista” es sólo otra palabra para ‘democracia’. Este es un tipo de democracia que no nos gusta. Pero si la opinión de la gente debe contar de verdad en el sistema democrático, resulta difícil excluir estas expresiones de descontento en la civilización. Pero es una política preocupante en la medida en que se refiere al hecho de que en los tiempos modernos muchas personas están mucho más tristes, mucho más insatisfechas y viven mucho más en el descontento de lo que normalmente estamos dispuestos a reconocer”.

El ascenso de la AfD en su país, ¿le preocupa? “No demasiado. Por supuesto, la historia alemana contiene la prueba de que esta forma errónea de votar puede tener consecuencias desastrosas. Pero hoy no tenemos seis millones de personas desempleadas y desesperadas en Alemania. Los votantes de la AfD están bien económicamente. No son lumpenproletariado. Simplemente se sienten incómodos. Es lo que Freud llamaba la sociedad y sus descontentos. Es una forma profunda de descontento, pero no con respecto a la sexualidad, sino con respecto al reconocimiento social, porque hoy en día las personas no solo buscan la realización sexual, sino también buscan importancia”.

Y, añade, “lo que los seres humanos no pueden soportar es la percepción de lo poco importantes que son. Todos estamos trabajando para llegar a ser importantes. Y si el gobierno y tus vecinos hacen todo lo posible para demostrarte que nunca te van a escuchar, que nunca serás importante, que tu voz nunca cambiará nada en el mundo, que nunca podrás hacer algo que marque la diferencia…”.

Y sonríe citando a los Rolling: “Sí, ‘I can get no satisfaction’. Todavía estamos atrapados en los últimos años de la década de los sesenta. Lo que los Stones proclamaron en estos días se ha convertido en una verdad general. Y la mayoría de la gente está hoy insatisfecha. Ni siquiera se puede estar seguro de que los propietarios de yates se sientan realmente satisfechos a bordo de sus barcos de lujo, excepto cuando están en buena compañía”.

“Los que pueden trabajar en un trabajo creativo -puntualiza- están insatisfechos consigo mismos, pero satisfechos con lo que hacen. Estar insatisfecho con uno mismo ahí es necesario, porque si uno está demasiado relajado, nunca será creativo. Es lo que Hemingway solía decir sobre el genio. Sólo tiene dos presuposiciones: talento y juventud infeliz. Hay una pequeña fracción de las poblaciones modernas que pueden reclamar satisfacción para sí mismas. Pero si preguntas, la mayoría de la gente finge estar satisfecha. Se mienten a sí mismos para poder llevar adelante su propia situación”.

Insatisfacción… y el riesgo de la indiferencia, nada extraño para un pensador que saltó a la fama hace cuatro décadas con ‘Crítica de la razón cínica’. “Los medios de comunicación modernos contienen una apelación permanente a tu vida emocional. Y eso te vuelve más o menos embotado o indiferente a esta estimulación continua. Y se pierde cada vez más la capacidad de indignación. La gente del campo, cuando llega a la ciudad, se indigna o se asombra por todo. Mientras que el habitante habitual de la ciudad ya no se asombra por nada. Así que es como si fuera un entrenamiento permanente en el estoicismo, porque la ética estoica llevará al alma a la capacidad de no asombrarse más por nada. El lema era ‘nihil admirari’, sonríe.

Para él, la filosofía trata de “crear formas superiores de conciencia, más una cualidad espiritual que un entrenamiento analítico. Crear conciencia y entrenar la epojé, la retención del juicio y dar una oportunidad a la ralentización. La mejor definición para qué sirve la ha dado Nietzsche, por supuesto. El significado de la filosofía es dañar la estupidez. Dañar la vergüenza. Molestar a la tontería”. Eso sí, su sensación es que hoy “el ciclo de la filosofía clásica parece más o menos haber terminado. Y lo que vemos hoy es una nueva síntesis entre filosofía y tecnología, o filosofía con biología o con las prácticas artísticas”.

“Ya casi no veo a nadie que haga filosofía pura en serio. Así que la impureza se ha convertido en la condición general del pensamiento contemporáneo. Miras a tu alrededor y la ves por todas partes. Cuando Cavell empezó a escribir ensayos filosóficos, se hizo crítico de cine. Y cuando Bruno Latour empezó a filosofar, se hizo epistemólogo. Y cuando yo empecé a filosofar, me hice escritor. Preferiría haberme convertido en cantante. Ya es demasiado tarde”.

LA VANGUARDIA