Entrevista al politólogo Ricard Chulià recién publicado ‘País Valencià. Salida de emergencia’» (1)
El politólogo Ricard Chulià, acaba de publicar ‘País Valencià. Eixida d’emergència’ -‘País Valenciano. Salida de emergencia’- (editorial Afers) en la que denuncia la subordinación del territorio a los intereses de Madrid y apuesta por que el nacionalismo valenciano «plante cara» al español y exija el concierto económico.
«La Florida mediterránea». Con esta metáfora define Ricard Chulià el País Valenciano actual, donde el monocultivo turístico, la corrupción y una clase dirigente subordinada a la España radial, ha desvertebrado el territorio y empobrecido al conjunto de la población. En torno a este diagnóstico, sobre el que versa su libro ‘País Valencià. Eixida d’emergència’ (editorial Afers), el politólogo y lingüista de Torrent interpela al valencianismo político a tomar la iniciativa con el objetivo de que el País Valenciano alcance las herramientas que le garanticen un futuro más digno y próspero.
-¿En qué momento se inicia el proceso que ha conducido al País Valenciano a sufrir el actual empobrecimiento político y económico?
-Si nos referimos a la etapa contemporánea y no miramos más atrás, la clave está en la integración de los socialistas valencianos en el PSOE. Incluso es más relevante que el acuerdo entre UCD y PSOE, por el que el País Valenciano se quedó con un Estatuto de vía lenta, en lugar de lo concedido a las nacionalidades históricas. La integración es más traumática porque deja huérfano al valencianismo político.
-¿Qué motiva ese sucursalismo?
-Sobre todo la frustración de perder las elecciones de 1977, donde creían ganarlas con facilidad. La diferencia, por ejemplo, con las Islas Baleares es que el PSM también fracasa en aquella contienda pero no se integrará en el PSOE, lo que ha permitido al nacionalismo de allí avanzar mucho más.
-¿Qué efectos tuvo la entrada de los socialistas valencianos en el proyecto estatal?
-Situó al País Valenciano en su condición de sucursal, como una pieza clave del sistema extractivo que se ha desplegado desde entonces y, a la vez, como uno de los pilares del modelo de Transición que se impuso en el Estado.
-¿En qué sentido?
-Hay un libro de Natxo Escandell, ‘Ni fet ni desfet. Historia del nacionalisme polític valencià (1974-1998) (editorial Afers) (2), que documenta la operación destinada a impedir que el País Valenciano se añadiera a las tres nacionalidades históricas. Se creía que, si basculaba y se ponía de parte de Cataluña y el País Vasco, provocaría el desequilibrio de este sistema basado en el ‘atado y bien atado’.
-Entre la generación que se colocó en el PSOE, ¿no hay dirigentes que plantearan una relación más federal o bilateral con Madrid?
-Hay dos grupos. Por un lado, Joan Lerma, Ciprià Ciscar y otros líderes que vienen directamente del PSOE y que, por tanto, ejercen como simples delegados de Ferraz. Y después encontramos a quienes, desde el PSPV, se incorporan a los órganos estatales y, como máximo, se dedican a construir autonomía. Es el caso de Vicent Soler, Alfons Cucó, Rafael Ninyoles y otros dirigentes provenientes de la academia que, a pesar de representar a la segunda federación del PSOE con mayor número de militantes, no tendrán ningún peso en sus estructuras ni tampoco reclamarán un mayor papel.
-¿Esto deja al País Valenciano a merced de Madrid?
-Exacto, a partir de ahí se convierte en una administración subalterna. Lo fue durante la etapa de Lerma, también después y, en los momentos más tímidos de reivindicación nacionalista, como han sido los gobiernos progresistas del Botánico, ha mantenido ese papel. El propio Ximo Puig no deja de encarnar este sistema de subordinación de la que ahora estamos recogiendo los costes: habernos convertido en la playa de los madrileños y el geriátrico de los norteeuropeos.
-¿Quién es más culpable de esa deriva?
-Tanto lo ha sido el PP como el PSOE. Ambos han utilizado el territorio desde los anteojos de la colonialidad, porque las infraestructuras que han planificado no se han pensado para diversificar la economía valenciana ni satisfacer las necesidades de la población; sólo se han concebido para desarrollar el monocultivo del turismo de masas.
-¿La renuncia al corredor mediterráneo se inscribe en esta lógica?
-Se ve perfectamente. No hace falta ni hablar de la voluntad de impedir una mayor relación cultural entre los territorios de lengua catalana; esto ya se da por supuesto. En las infraestructuras se pone de manifiesto cuando el Euromed de Valencia a Barcelona tarda el doble y es más caro que el que conecta con Madrid, aunque la distancia es la misma; y entre las provincias valencianas, cuando es más fácil moverse de Elx a Madrid que de Elx a València. Al fin y al cabo, la cuestión no radica tanto en el centralismo que puede ejercer Madrid como en la voluntad de boicotear la vertebración del País Valenciano de forma consciente y deliberada.
-En el libro cita el caso de Torrevella, en la Baix Segura. ¿Es un buen reflejo de la situación?
-Torrevella es paradigmático, porque de ser un pueblo de pescadores de 10.000 habitantes en la década de los 60, ha pasado a tener más de 100.000 en 2000. Después, con el estallido de la burbuja inmobiliaria, perdió 20.000 en sólo un año. Pues bien: se ha transformado en una colonia turística rodeada de urbanizaciones en la que se instalan madrileños que van a la playa y familias del norte de Europa, que representan ya el 30% de la población censada. La consecuencia de ello es que, al depender del monocultivo turístico, en el que la ocupación es altamente precaria, el Baix Segura se ha convertido en la comarca con la renta per cápita más baja de todo el País Valenciano.
-¿Este modelo ha alimentado la cultura de la codicia y, de rebote, que la corrupción se haya extendido como no ha pasado en ninguna otra parte?
-Sin duda, aquí utilizamos el concepto del ‘Far West’ para referirnos a unas élites políticas que están de paso, no para mejorar el bienestar de sus electores, sino para hacer carrera con la idea de irse. Lo hizo Eduardo Zaplana y ahora va camino de hacerlo Carlos Mazón, uno de sus discípulos.
-Ante este panorama, ¿la reivindicación de una mayor financiación puede reavivar el valencianismo político?
-Se trata de explicar que, a causa del expolio, los valencianos no podemos mejorar dentro del proyecto nacional español. Y esto no significa aparcar el debate lingüístico, imprescindible si queremos tomar conciencia de que somos un sujeto propio. Pero hay que hacer hincapié en los perjuicios que implica estar por debajo de la media de rentas existentes en el Estado y no tener los instrumentos necesarios para combatir los impactos de la terciarización de la economía y el monocultivo turístico.
-¿El mensaje debe pivotar en la prosperidad y el futuro como pueblo?
-Sí, porque sin herramientas, la expectativa de un valenciano es acabar siendo camarero. En otras palabras: hay que dar a entender que todo el mundo, independientemente de si nos sentimos nacionalmente valencianos o no, salimos igual de perjudicados dentro de España, de ahí que la única salía es autocentrarnos.
-¿Los dos gobiernos del Botánico han ayudado a convencer de esta urgencia?
-Han puesto de relieve que hay que cambiar el paradigma, porque a pesar de sus políticas, hemos continuado empobreciéndonos y turistificándonos. Al mismo tiempo que ha evidenciado el error de querer contribuir a la reconstrucción de la izquierda española, tal y como han pretendido también ‘En Marea’ en Galicia o los ‘Comunes’ en Cataluña. Tanto es así que ha encogido la base.
-En el libro apunta que la polarización y un cierto populismo podrían ayudar al nacionalismo valenciano a dar la vuelta a la correlación de fuerzas. ¿Cómo se expresaría esta estrategia?
-Afirmo que, en tanto que movimiento contrahegemónico al nacionalismo español, el nacionalismo valenciano debe hacerle frente, porque todo lo que sea mantener el ‘statu quo’ es contraproducente. Y ahora que el candado del 78 parece abrirse para recentralizarse aún más, puede utilizar los instrumentos a su alcance, y uno de ellos es el populismo, que es inherente a la dinámica política. Parafraseando a Joan Fuster, significaría decir que «si tú no haces populismo, lo harán contra ti».
-¿Se trata de encarar abiertamente el conflicto?
-Debemos afrontarlo de cara y, en cuanto a financiación, exigir el concierto económico. De hecho, antes de 2015, Compromís ya lo reclamaba de cara a dar respuestas a las expectativas de una población que, para los recursos que genera, no recibe los servicios que le corresponden y ve su futuro hipotecado.
-¿Es optimista de que se avance en esta dirección?
-Es la única alternativa posible. Y la quiebra en la que se encuentra el modelo autonómico desde la crisis de la deuda europea de 2011-2012, cuando nos integraron en el FLA (Fondo de Liquidez Autonómica), puede ser una ventana de oportunidad para romper la actual dinámica y alcanzar ese futuro deseado.
Público (11-VIII-2024)
EDITORIAL AFERS
https://editorialafers.blogspot.com/2024/08/entrevista-al-politoleg-ricrd-chulia.html