Jordi Borràs Alabern me ha hecho llegar ese artículo suyo para que lo divulgue mediante ese blog, lo que hago gustosamente ya que comparto sustancialmente su contenido.
Hacía semanas que quería escribir una réplica, parcial, al artículo “Sin sentido de Estado”, de Francesc-Marc Álvaro, del jueves 5 de junio de este año (2014) en el diario La vanguardia. No me entretendré en criticar o no a este diario. El artículo, resumido muy brevemente, critica la falta de sentido de estado, centrándose en la mala actuación (o falta de actuación) de los mossos d’esquadra y del alcalde de Barcelona a raíz de los disturbios destructivos por el desalojo y derribo de Can Vies, y en medio de esta situación de urgencia, la dimisión del director general de los mossos d’esquadra.
Ante todo, para que se entienda bien el significado de mis críticas, quiero que se distinga bien la palabra ‘Estado’ de la de ‘patria’. También existe la palabra muy frecuente ‘nación’, sinónima de la segunda, aunque es muy connotada negativamente, y la palabra ‘país’, también muy frecuente, y aún siendo más neutral, tanto puede ser sinónima de la palabra ‘estado’ como de ‘patria’. Un Estado es un territorio independiente con una organización política. Si hilamos fino, lo independiente no existe del todo; por ejemplo, los estados miembros de la UE ceden parte de su independencia, o bien EEUU (como muchos otros estados) es dependiente en gran parte de China. Una patria es un territorio cuyos habitantes tienen una historia, una cultura, una lengua, una religión, una raza, una idiosincrasia propias; puede que no tengan alguno de estos rasgos. Un Estado puede formarlo una sola patria, como Islandia, Japón. Un Estado, también lo pueden formar más de una patria, como Bélgica, formada por Flandes, Valonia y la región germanohablante. Y finalmente, un Estado también puede formar parte de una patria, como Irlanda, Portugal, Rumanía. Partiendo de las patrias, todavía queda una posibilidad, una patria que no tenga Estado propio, dividida entre varios estados o uno solo, como Kurdistán, dividido entre Turquía, Irak, Irán y Siria.
El caso de Cataluña es complicado (¿cómo todo lo que hacemos…?). Se suele llamar a toda la patria catalana con el nombre de Països Catalans, en plural, por la tradición confederal catalana, de la Corona de Aragón o Confederación Catalano-aragonesa, con el rasgo propio de la lengua. Se incluye a las comunidades autónomas del Estado Español de Cataluña -con el Valle de Arán, occitanohablante, aunque siempre ha formado parte de Cataluña-, de la Comunidad Valenciana -con las comarcas castellanohablantes, anexionadas cuando se hicieron las provincias y que por tanto, no habían sido de la Confederación Catalano-aragonesa-, de la parte catalanohablante de la Comunidad de Aragón llamada Franja de Poniente, de las Islas Baleares y Pitiusas, a veces de la parte catalanohablante de la Comunidad de Murcia llamada el Carxe, se incluye la parte del Estado Francés de la Cataluña del Norte, se incluye la ciudad del Estado Italiano de Alguer, en la Isla de Cerdeña, y finalmente, se incluye el Estado de Andorra, aunque nunca ha formado parte de la Confederación Catalano-aragonesa.
Precisamente, para simplificarlo, un valenciano, Josep Guia, propuso al libro ‘Llámele Cataluña’ (que debería ser ‘Dígale Cataluña’), de nombrar a toda la patria catalana como Cataluña, llamando a la Comunidad autónoma de Cataluña o Principado de Cataluña como Cataluña Central, la Comunidad Valenciana o País Valenciano como Cataluña del Sur, la Cataluña del Norte igual, las Islas Baleares y Pitiusas como Cataluña Insular, etc., aunque omite Alguer (como suelen hacer muchos mapas de los Països Catalans), entre otros. Siguiendo el criterio de Josep Guia llamaré a toda la patria catalana como Cataluña.
Pues bien, hay muchas ocasiones, incluso en situaciones sencillas y cotidianas, en las que se puede hacer país, o mejor dicho, hacer patria (tal y como he distinguido los términos antes), aunque la gran mayoría de catalanes no lo hace, es decir, claudican en la defensa de la patria.
Una de ellas es hablar siempre en catalán en Cataluña. Muchos catalanes contestan en castellano a un interlocutor que se ha dirigido a ella en castellano, incluso cuando los primeros saben que el segundo sabe catalán, sea recién llegado o no. Y todavía muchos llegan al extremo de llamar nazi a uno que habla siempre en catalán (lo recuerdo, ¡en Cataluña!), cuando en cambio, en ausencia de quienes no hablan en catalán, les llaman ‘charnegos’, y se extrañan de cómo es que no hablan en catalán… Precisamente, en gran parte porque ellos, los catalanohablantes, nunca hablan en catalán.
Si la mayoría de catalanes del Principado aspiran a un Estado propio, que por sí solo no será la varita mágica que haga hablar a todo el mundo que viva en catalán, tal y como se actúa ahora, tendremos una independencia de poca monta. Y no son imaginaciones mías, fíjense en estos fragmentos, extraídos del libro ‘El despertar de los Països Catalans’, de Carme Junyent y otros autores, de La Busca ediciones: «El abandono de la lengua no deja de ser un síntoma de la pérdida de la autoestima y que todo ello trae aparejadas consecuencias gravísimas que sobrepasan el ámbito lingüístico y, sobre todo, dejan a las comunidades sin puntos de referencia. Es sabido que, sin historia y sin un lugar en el mundo, el comportamiento de los humanos es cada vez más asocial».
«Los jóvenes dejan las tribus para ir a vivir a la ciudad; desgraciadamente muchas veces pasan a formar parte de un subproletariado golpeado por la droga y el alcohol. Y las tradiciones desaparecen». «Al tratarse de comunidades indígenas podríamos creer que el proceso también va ligado al desprestigio de la lengua. Quizás el prestigio pueda ayudar a la autoestima, pero no parece que sea un factor que pueda impedir un proceso de sustitución. Dauenhauer pone como ejemplo (de ello) el caso del manchú: “Un ejemplo abrumador del papel que tiene la autoestima en la supervivencia de la lengua es el del manchú. El manchú, una lengua del norte de China y de Manchuria, relacionada con el mongol y el turco, fue la lengua oficial del imperio chino desde 1644 hasta 1941. Había sido la lengua de la diplomacia y los escritos oficiales eran bilingües hasta 1911, aunque el manchú ya se hablaba poco. La paradoja fue que, aunque los manchúes dominaban China, valoraban más la lengua y las costumbres mandarinas que las suyas. En el transcurso de algunas generaciones fueron abandonando paulatinamente su lengua ancestral y la sustituyeron por el mandarín. Ahora hay más de 4 millones de manchúes en China (o chinos de origen manchú), pero la lengua está prácticamente extinguida”.» «A menudo la pérdida de la lengua ha implicado la pérdida del sistema de vida tradicional, y, con éste, la manera de ganarse la vida, y esto ha abocado la comunidad a la pobreza».
Y fíjense en Irlanda, que una vez se independizó, no recuperó y promovió el gaélico o irlandés, y es un Estado pobre. Fíjense también en Ucrania (y lean el artículo de Vilaweb, “La Catalunya ucraniana”), en la que tanto el ruso como el ucraniano son oficiales, o sea, domina el ruso, y aparte de que el Estado es pobre, después de la independencia ha habido más de una revolución protagonizada por patriotas ucranianos descontentos. Antes de que el Principado de Cataluña se independice y no nos pase como en Irlanda y en Ucrania, será necesario que muchos catalanes hagan sesiones del TELP (taller de espacio lingüístico personal), o se apunten a la lista de correo ‘Català sempre’, o viajen con españoles estrechos de miras y nacionalistas (es decir, la mayoría), entre otros.
Otra situación en la que se puede hacer patria es comprar productos catalanes. Explicito (o recuerdo) que también deben ser valencianos, baleares, norcatalanes, etc. Si por el estatuto de la 2ª república española (¡que ya era la 3ª República Catalana!) hubo españoles que hicieron boicot a los productos catalanes y volvieron a hacerlo por el estatuto de hace pocos años, y si los catalanes no compramos productos de la patria, ¿cómo queremos que las empresas y trabajadores catalanes aguanten? Si hay competencia desleal de bazares chinos -que encima, venden productos de mala calidad-, entre otros, y si los catalanes no compramos productos de la patria, ¿cómo queremos que las empresas, tiendas y trabajadores catalanes aguanten?
Y otra situación en la que se puede hacer patria es ayudar a los compatriotas. En la patria y aún más urgente fuera. No puede ser que un emigrante catalán en Alemania, trabajador por ETT en paro, le inviten a cenar un grupito de catalanes con trabajo fijo y algunos le puedan ofrecer trabajo, pero no le ayuden ni a encontrarlo. Hay otras situaciones en las que se puede hacer patria, aunque éstas que he explicado son muy importantes.
BLOG DE JAUME RENYER