Hoy hace 93 años, el 14 de abril de 1931, Francesc Macià proclamó a la República catalana como un Estado libre dentro de una confederación de repúblicas ibéricas. Para algunos, cada vez menos, el momento más importante de nuestra historia. Para otros, entre los que me incluyo, un momento de resurgimiento nacional que queda descafeinado por la muy española segunda república y la genocida dictadura franquista.
Macià es un héroe de nuestra historia, lo suficientemente valiente como para romper con su carrera en el ejército español y para mantener la coherencia nacionalista durante la década de los 10’s. Lo suficientemente imaginativo como para ir al exilio a internacionalizar la causa de Cataluña y cuestionar así el régimen de Primo de Rivera, y a la vez lo suficientemente pragmático como para hablar incluso con la URSS si el objetivo de la independencia de Cataluña podía salir de ella reforzada. Y, sobre todo, dispuesto a pagar el precio de sus convicciones como demostró con el complot de Prats de Molló y durante el juicio en París. Si fue él quien proclamó la República catalana, fue no sólo a una gran victoria electoral, sino también a su fortaleza y credibilidad como nacionalista catalán.
Y, sin embargo, tengo la sensación de que hace demasiados años que lo que hemos llamado memoria histórica pone demasiado el foco en la Cataluña de 1931 y posterior. Como si la proclamación del 14 de abril de 1931 fuera una seta, un punto cero. Como si antes de ella, la memoria del catalanismo y el nacionalismo catalán de finales del XIX y principios del XX sea de segunda categoría. Como si la dictadura de Primo de Rivera no hubiera sido un régimen fascista y anticatalán. Como si la Segunda República española, que también nació ese día, no hubiera perseguido y encarcelado al gobierno Companys, recortado sin contemplaciones el Estatut o anulado tanto como pudo la Generalitat durante la guerra. Nos pegaban mucho menos, sí, sin embargo, el maltrato político e institucional existió. Aunque nada sería comparado con la brutalidad genocida del régimen franquista.
Creo que si se quiere ser honesto con la historia de nuestro país, es necesario mirar el 14 de abril de 1931 como una pulsión de libertad nacional que se repite desde enero de 1641 cuando Pau Claris proclamó la República catalana por primera vez y que llega hasta octubre de 2017 y hoy. De la misma forma que la figura de Macià hay que ponerla en contexto con la de quienes le precedieron, dando fuerza y credibilidad al catalanismo y nacionalismo catalán. En este sentido, que cada año no se haga un homenaje nacional a Prat de la Riba es para hacérnoslo mirar todos.
La sensación que hace mucho que tengo es que la voluntad de subrayar tanto el Macià de la República y tan poco lo que luchó desde el exilio o desde su escaño, liga más que nada con la voluntad de generar una épica de partido. Sin embargo, el problema es que poniendo el 14 de abril de 1931 en el centro de toda nuestra historia se corre el riesgo de idealizar erróneamente la Segunda República española y de poner excesivamente el foco en la lucha de dos Españas que como decía Negrín, si era para aplastarnos a nosotros ya se hubieran puesto de acuerdo.
La edulcoración de la figura de Macià y la exaltación a ultranza de la proclamación de 1931 son dos caras de la misma moneda. Es necesario dar una vuelta a nuestra memoria histórica, la lucha por la libertad de Cataluña viene de mucho más lejos.
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