Estamos celebrando, con más pena que gloria, el 130 aniversario de la Gamazada, símbolo foral de Navarra y de toda Euskal Herria. Los intentos del ministro Gamazo de modificar el régimen fiscal de Navarra desataron los acontecimientos de 1893 y 1894.
Lo que comenzó como una protesta por el cambio de la Ley de Modificación de Fueros se fue convirtiendo en protesta multitudinaria que se mezcló con otro tipo de reivindicaciones sociales. Hubo manifestaciones en todos los pueblos, recogida de 120.000 firmas y hasta el recurso a las armas, con el levantamiento de una partida fuerista al mando de José López Zabalegui. Se considera el gran hito del patriotismo foral y el resurgir de unos sentimientos reprimidos por el agotamiento y el desgaste de la última guerra foral. Fue también una de las grandes expresiones de vasquismo político. Dice el historiador García-Sanz que en la Gamazada, “el lema Laurak Bat volvió a tener gran popularidad. Todos los partidos políticos lo aceptaban también con entusiasmo, haciendo de este uno de los momentos de más estrecha unión del País Vasco”.
Arturo Campión, diputado navarro, intervino en las Cortes: “Aquí estamos los diputados navarros cumpliendo nuestra misión tradicional de nuestra raza, que tanto en la Historia antigua como en la moderna se expresa con el vocablo Resistir. Aquí estamos asumiendo un capítulo nuevo de la Historia que nos muestra a los vascones defendiendo su territorio, su casa, su hogar, sus costumbres, su idioma, sus creencias (…) En el improbable caso de que el Parlamento cerrara sus oídos a nuestras súplicas, apelaríamos a la nación y si esta indecisa se encasquillara dentro de ciegas preocupaciones, nos retiraríamos a nuestras montañas para tomar consejo de nuestra energía, de nuestro valor”. Estas últimas palabras fueron tomadas como la advertencia de una nueva guerra foral, pero no cayeron en saco roto. El general Martínez Campos, viejo conocedor del país, advirtió a la Regente del riesgo de una nueva guerra, y “que Navarra tiene a su lado a las tres Vascongadas y que si se emplea la fuerza contra ella, harán causa común todos los vasco-navarros”.
La Gamazada tuvo viva repercusión en los otros territorios vascos. El Orfeón de Pamplona calentó con el Gernikako Arbola los ánimos en Bizkaia, donde se quemó por vez primera una bandera española y se gritó “¡Viva Euskeria libre!”. La Guardia Civil reprimió a los que cantaban en Donostia, matando a tiros a seis manifestantes. La reacción popular fue tal que el Gobierno tuvo que recular y autorizar a regañadientes el zortziko, que Iturralde y Suit había denominado Himno nacional de la Euskal Herria. Según las crónicas, durante los Sanfermines se cantó todos los días, repetidamente, en la plaza de toros. La prensa de Madrid, hastiada, daba así la crónica taurina:
El toro asoma el hocico la plaza canta el zortziko Rueda el toro echo una bola y la plaza repite el Gernikako Arbola
Manuscrito de Teodoro Galarza Redacción DNN
El Ongietorri de Castejón
En febrero de 1894, la Diputación se dirigió a Madrid. Una multitud fue a despedirla a la estación de Pamplona. El Orfeón cantó el Valientes Euskaldunas:
Valientes Euskaldunas aún no hay que desmayar pues los Fueros perdidos se pueden rescatar (…) ¡Vivan los Fueros santos que la Vasconia logró alcanzar
Dicen los cronistas que al llegar a Tudela “las dos orquestas, a petición del pueblo, tocaron el Gernikako Arbola y después volvieron a cantarlo con letra en castellano”. El día 18 de febrero regresó la Diputación y una multitud le esperaba en Castejón. Una vez más, fueron cantados el Valientes Euskaldunas y el Gernikako. Un tafallés, Teodoro Galarza Arranbide, en sus Memorias de un liberal, aún inéditas, cuenta una anécdota de gran simbolismo histórico. La juventud republicana de Tafalla le había delegado para llevar una bandera republicana al acto, y era la única entre un mar de banderas carlistas y liberales. De pronto, reparó que había “un señor solo con una bandera desconocida y yo con este genio abierto que he tenido le dije: oiga señor ¿a qué partido pertenece esa bandera? y me dijo:
–Es la bandera de un partido nuevo que estoy formando. Yo soy de Bilbao. Me llamo Sabino Arana y Goiri”.
En Castejón, una ikurriña solitaria se juntaba por vez primera con la bandera republicana, también solitaria, las dos fundidas en una misma esperanza emancipadora. El himno volvió a cantarse en Tafalla, donde miles de personas de la comarca esperaban al tren. Al llegar a Pamplona se repitió continuamente ante los diputados, en la calle Mayor, Eslava, frente a San Cernín… Al día siguiente, la Diputación dio un banquete para los invitados catalanes, vizcaínos, alaveses y guipuzcoanos. Todo acabó en apoteosis cuando puestos en pie cantaron repetidamente himnos a los fueros, a los euskaldunas y al árbol foral.
Teodoro Galarza (izda) y Sabino Arana (dcha): dos hombres solos.
Las consecuencias
El impulso patriótico y vasco de la Gamazada duró años y cambió la iconografía del país: de él surgieron obras literarias y musicales, cartillas escolares, canciones y jotas. Gayarre y Sarasate lo incorporaron a sus repertorios. Al Orfeón de Pamplona le presionaban para que, al menos, no lo cantasen con txapela. Hasta los paloteados de la Ribera cantaban a la raza vasca y a la unidad de las cuatro provincias. Por todos los sitios surgieron sociedades vasconavarras (médicos, arquitectos, banca, prensa, deportes) que han durado hasta nuestros días. Se diseñó por vez primera la bandera de Navarra y se levantó el monumento a los Fueros, con inscripciones en bronce que hoy algunos quisieran borrar:
Gu gaurko euskaldunok gure aitaren illezkorren oroipenean, bildu gera emen gure legea gorde nai degula erakusteko “Nosotros los vascos de hoy nos hemos reunido aquí en homenaje y recuerdo a nuestros antepasados para demostrar que queremos conservar nuestra ley”.
El Gernikako Arbola se afianzó como himno oficial, por todos aceptado. Igual se usaba para inaugurar en Milagro el puente sobre el Ebro (1894); como para recibir a los diputados en Fitero (1913) o para honrar al Rey de España en Iruña (1920). El ambiente de unidad vasconavarra era tal que cuando llegó la Segunda República y por vez primera, y única en la historia, se preguntó a los ayuntamientos navarros el 10 de agosto de 1931 si deseaban un estatuto vasconavarro o uno navarro, 200 de los 220 Ayuntamientos navarros, el 90%, se decantaron por la unión. Aquel momento fue el pináculo del proceso de unidad de la Euskal Herria contemporánea.
Luego, todo fue a peor. Franquismo, transición, desmemoria. Este domingo día 18 se ha convocado en Castejón un homenaje a quienes hace 130 años protagonizaron la Gamazada. Las autoridades, en nombre de la navarridad, se han negado a que la placa conmemorativa se ponga también en euskera. Sobran las palabras.
La gente espera en Castejón a la Diputación. Redacción DNN
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