El día 4 de este mes, el presidente Carles Puigdemont y la vicepresidenta y ministra de Trabajo del gobierno español, Yolanda Díaz, se reunieron durante casi tres horas en Bruselas. El alboroto que causó en Madrid este encuentro fue inversamente proporcional al desprecio que algunos comentaristas y aspirantes a políticos tuvieron en Barcelona ante el reconocimiento institucional —porque fue eso— de quien el unionismo considera un prófugo. No debería ser necesario evaluar la trascendencia de momentos como este por la reacción del enemigo, pero parece que el independentismo tóxico se ha instalado en el hipertexto político y ve “una manada de pollas erectas”, por usar una metáfora fálica de la exaltada Montserrat Dameson, donde, por encima de todo, hay política. Los fragmentos textuales o gráficos deberían servir para evaluar la trascendencia de un gesto y no para establecer una gran teoría conspirativa. Que la imagen de Puigdemont y Comín paseando por el Parlamento Europeo con Yolanda Díaz y Jaume Asens, el facilitador del encuentro, haya puesto nerviosos al españolismo y a los promotores del cuarto espacio independentista, debe de ser debido a algo. Para los primeros, el efecto de la foto es obvio. Desde el día siguiente al 27-O y a la aplicación del 155, que tiene como objetivo derrotar a Puigdemont. Dado que no lo alcanzan, les llena de rabia la “rehabilitación” que han puesto en marcha los “estúpidos comunistas”, como los denominan ellos. La partida hacia el exilio de quien era el líder legítimo del país sin que su gobierno le acompañara, ha permitido cuestionar dicha legitimidad, incluso por parte de ciertos sectores independentistas. Todos somos conscientes de lo que sucedió y no debemos darle más vueltas.
Lo que resulta sorprendente es que el supuesto cuarto espacio también haya reaccionado con reproches. Se trata de un espacio inconcreto que abarca a un grupo de personalidades, individualmente muy valiosas, pero a la vez muy narcisistas, que no acaban de encontrar la manera de juntarse entre ellas. El cuarto espacio, representado por un hilo de tuits de Jordi Graupera, sospecha que la investidura provocará una nueva impostura, la de los hasta este momento irredentos del 1-O de Junts, que han decidido rendirse. Yolanda Díaz no se habría desplazado a Bruselas si no tenía un interés propio. No es otro que conseguir que los siete diputados de Junts voten por la investidura de Pedro Sánchez. Es posible que Jaume Asens tenga una visión abierta sobre cómo solucionar el conflicto, pero ni él ni su grupo, Sumar o En Comú Podem, tienen ningún tipo de afinidad por lo que representa Puigdemont. La prueba más clara es que el partido de Asens y Yolanda Díaz se unió al PP, no en 2015, sino como quien dice ayer, para impedir que Xavier Trias, el más blando de los soberanistas de Junts, fuera elegido alcalde. El gesto de Díaz, por tanto, responde a un acto político que persigue un objetivo que, sobre todo, le dé un beneficio. El comunicado conjunto de Junts y Sumar, que se emitió al final de la jornada, decía lo que tenía que decir: “Estamos de acuerdo en explorar todas las soluciones democráticas para desbloquear el conflicto político”. Por otro lado, esta es la única forma de proceder. La amnistía es un primer paso, ya que es factible encajarla en el sistema político actual, tal como afirman numerosos juristas, incluyendo los que están en contra, como el notario Juan-José López Burniol. Las fantasías de una liberación exprés con la reactivación de la DUI no son una solución efectiva. En primer lugar, porque Esquerra —y un sector de Junts—la rechazan.
El día siguiente al encuentro entre Díaz y Puigdemont, el presidente pronunció una conferencia que volvió a generar la expectativa mediática de tiempo atrás, cuando el proceso soberanista estaba muy encendido. Está claro que la expectativa de ahora es diferente a la de antes, ya que la inestabilidad en España no es el resultado del embate independentista. La matemática electoral ha sido útil. Dado que España se encuentra dividida en dos bloques ideológicos tan extremos que de momento impiden la gran coalición que desean los viejos barones del PSOE, los siete diputados de Junts, todos puigdemontistas por definición, porque no tienen otro líder que los unifique, son imprescindibles para desencallar la situación. Sin embargo, que las circunstancias sean estas no implica que Puigdemont deba adaptarse al marco mental de Yolanda Díaz o de Pedro Sánchez. Esto explica la puesta en escena de la conferencia que impartió el presidente. El ambiente: un hotel. En el escenario: una pantalla azul con una leyenda sutil proyectada sobre este fondo: “Conferencia. Presidente Carles Puigdemont”, sin otro símbolo, ni institucional, ni aún menos, partidista. El contenido de la forma, como el historiador Hayden White diría, donde la representación es tan importante como la narrativa. En este país, acostumbrado a vestir camisetas y a calzar chanclas cuando no toca, las sutilidades simbólicas a menudo no se saben apreciar ni interpretar con éxito. Es evidente que Puigdemont ahora tiene la oportunidad de intentar abrir una negociación política debido a que cuenta con el respaldo de Junts y de sus siete diputados, indispensables para brindar la mayoría a quien sea. Sin embargo, ya ha advertido que no tiene prisa, que sus convicciones están por encima de las necesidades de gobernabilidad en España. Puigdemont desea aprovechar la fuerza que le han brindado las urnas para establecer las bases de una negociación de verdad con el Estado. La idea que sugiere, además, es que lo llevará a cabo de la mano del partido español que se avenga a aceptarlo. Parece que el PSOE es el que más interés tiene, al menos en este momento y vía Sumar, pero nada es seguro. La vieja guardia socialista empuja a Pedro Sánchez para ayudarle a caer por el acantilado.
Aunque no se diga en voz alta, aunque convendría hacerlo para evitar malentendidos, la insistencia de Puigdemont en presentarse como presidente es para dar a entender a todos que el 1-O está vivo y sigue siendo la base de su acción política. Sería conveniente destacarlo, aunque esto pueda ensanchar la distancia entre su actitud y la de Esquerra y provoque la sonrisa sarcástica de los malcontentos. A cambio del indulto de los nueve vips del proceso y de una promesa incumplida de reunir una mesa de diálogo, Esquerra abandonó la unilateralidad y optó por el pragmatismo autonomista, como en tiempo de Jordi Pujol. En consecuencia, en el último día de campaña de las últimas elecciones, el presidente Aragonés estableció el precio de la investidura de Sánchez, si se daba, en el traspaso de Cercanías y en una nueva financiación. Ha sido después del tropiezo electoral y del inesperado protagonismo de Junts, que los republicanos han vuelto a enarbolar la bandera de la amnistía y de la autodeterminación. Sería de tontería que Puigdemont ofreciera al PSOE lo mismo que ofreció Esquerra. ¿Cuál sería su sentido? También es cierto que, si esta negociación estuviera en manos de la dirección de Junts, quizás estaría justificado el recelo. Los promotores del cuarto espacio afirman que Puigdemont abre la puerta a una segunda Transición española, revestida de una endeble transición plurinacional, para borrar el 1-O y lavar la cara a los partidos españoles. Se trata de un juicio de intenciones que está relacionado con la tirria contra Puigdemont de este sector. “Él iba de farol en 2017 y en este momento también”, parece que dicen. Si Puigdemont consigue resolver la actual situación de parálisis independentista sin renunciar al objetivo, ni hacer apostasía del 1-O, solo quedará libre un espacio, que no será el cuarto, sino el de los independentistas xenófobos de Orriols. Y esto no agrada a algunas personas —a Ot Bou, sin ir más lejos—, que desacreditan y tergiversan las palabras de Puigdemont, porque al parecer que desean que yerre como ya erró Junqueras. La gilipollada sobre la existencia, seguramente oculta, de una “agenda del reencuentro” de Junts con el régimen del 78 expresa este deseo de eliminar obstáculos para poder afirmar que todo el mundo se ha vendido menos ellos.
Se especula si Puigdemont ha dicho esto o lo otro, pero la realidad es que el PSOE no ha movido ficha. Se encuentra a la espera de ver fracasar Feijóo. Sánchez dilata el contacto con el presidente con la misma pachorra que Rajoy encaró el 1-O y después solo pudo contenerlo a porrazos. Sánchez quiere volver a jugar con el reloj porque con Esquerra le funcionó y cree que Puigdemont se doblegará cuando se agote el plazo. Es ineludible el cumplimiento de las “condiciones previas”, entre las cuales no se encuentra la exigencia de un referéndum de autodeterminación, tal como ha destacado Wolfgang Munchau en el boletín de información política Eurointelligence. En caso de que no se cumplan, señala Puigdemont, no es necesario esperar que el Partido Socialista o el Partido Popular acepten la negociación de la autodeterminación posterior a la investidura. “Desplazar”, si se desea usar un término negativo, la negociación sobre la autodeterminación para después de la investidura, no es una rebaja, es una forma de abordarlo diferente, que solo será creíble si se cumplen las condiciones previas, especialmente la del mediador. Así es como Sánchez puede aspirar a una coalición gubernamental en la que se integre Junts. La semana pasada, los grupos de la coalición del 2019 tramitaron la reforma del Reglamento del Congreso de los Diputados que incorporaba lo que Junts había acordado con el PSOE sobre el uso de las lenguas nacionales para investir a Francina Armengol, los de Puigdemont no quisieron estampar su firma. ¿Por qué no lo hicieron? Pues porque Junts no estaba en el bloque de la investidura del 2019, ni tampoco quería dar a entender que ya era miembro del club de los 178, que es el que tendría que repetirla. De momento, dicen que se mantienen a la espera. Los movimientos prematuros debilitan, como le ha ocurrido en Esquerra, y Puigdemont, después de seis años de exilio, no tiene ninguna urgencia. Como señaló el gran general de la guerra: “la invencibilidad es una cuestión de defensa, la vulnerabilidad es una cuestión de ataque”. Alguien que sabe elegir cuándo atacar y cuándo esperar, generalmente gana.
¡Feliz Fiesta Nacional, amigos lectores!
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