La investidura, tal y como la veo a venir

No dispongo de contactos directos ni de otra información privilegiada que no sea la que leo –con un punto de escepticismo– en la prensa seria. Pero tengo memoria en relación a los comportamientos políticos pasados, y creo conocer bastante cuáles son los límites de la tolerancia del Estado español con Cataluña. Y, con todo este bagaje, imprudentemente, me atrevo a hacer un análisis con predicción incluida de cómo creo que se plantea realmente la cuestión de la formación de gobierno en España, y de cómo acabará. Por tanto, que el lector no se lo tome como una profecía sino como una mera especulación.

En primer lugar, creo que Pedro Sánchez ha tenido muy claro, desde la misma noche del 23-J, que en enero de 2024 se repetirán las elecciones. Lo único que hace ahora es gestionar con extrema inteligencia y disimulo los seis meses restantes que, coincidiendo con la presidencia del Consejo de la Unión Europea, aprovechará con astucia.

A Pedro Sánchez, en segundo lugar, le va como anillo al dedo que Núñez Feijóo se queme en una investidura fallida. Le puede acusar de irresponsabilidad antipatriótica por tener a España parada y, de paso, atiza el conflicto dentro del PP para debilitar su liderazgo. Feijóo, de ésta, saldrá escaldado.

En tercer lugar, el presidente español, con pillería, deja que Sumar se ponga todas las medallas de la negociación con el president Carles Puigdemont. Pero Sumar dejará la piel por la osadía de haber ido a Waterloo a hablar con el enemigo número uno de la patria y por defender una amnistía que ha encendido toda España. Una cosa es mostrar condescendencia con los indultos –señal de poder– y la otra amnistiar, que se ve como una debilidad.

En cuarto lugar, y en consecuencia, sospecho que no habrá ley de amnistía. Lo lamentaría por todos los que podrían beneficiarse de ella, que son muchos. Menospreciar el valor que tiene para los encausados sería indecente. Pero la contundencia de Aznar al respecto, a Sánchez ya le viene bien. Primero porque erosiona a Feijóo, pero sobre todo porque disimula que al PSOE le dicen lo mismo: la vieja guardia en los mismos términos, más discretamente los ‘barones’, y, lo peor, también lo piensa buena parte de su electorado. Por eso, los socialistas no se mojan en un debate que, cuando llegue el momento, se quitarán de encima con esa desfachatez que gasta Sánchez.

En quinto lugar, tampoco se cumplirá la condición previa de hacer oficial al catalán en Europa antes de la investidura. Incluir la diversidad lingüística en el hemiciclo español, para nosotros relevante, a Sánchez le da tiempo. Pero en Europa, los tiempos de la toma de decisiones no son los de la investidura.

Sexto. Puigdemont y Junts juegan unas cartas que, también desde el minuto uno, creo que saben que no van a servir para hacer presidente a Pedro Sánchez. Puigdemont dice con toda claridad que esto no va de facilitar una investidura, y las previas –reconocimiento de la nación, fin de la persecución judicial, reconocimiento de la legitimidad democrática del independentismo…– no son asumibles por el PSOE. No sé si no se le ha entendido, o no se lo creen, o ya les viene bien no contar con ellos.

Y es que, en séptimo lugar, Sánchez utilizará como argumento electoral no haber cedido, por razones patrióticas, a las condiciones “inaceptables” de Junts. Por otro lado, punto ocho, ERC, que ha ido añadiendo condiciones, pero sin fecha –como la recaudación de todos los impuestos–, acabará acusando a Junts de irresponsable por facilitar que la derecha gane las elecciones de enero.

Pero –punto nuevo–, ¿qué ocurrirá realmente en enero? ¿Es verdad que si ahora no se inviste a Pedro Sánchez a cualquier precio, la derecha y la extrema derecha gobernarán? Creo que no. El PSOE mejorará resultados a expensas de Sumar. Y probablemente podrá gobernar con los soportes que ya había tenido hasta ahora.

Décimo: ¿y qué harán ERC y Junts? ERC mantendrá los resultados porque contará con el apoyo de todo el ‘statu quo’ catalán –y la neutralidad interesada de los socialistas– por haberse mostrado como un partido responsable, “de gobierno”. Y Junts mejorará resultados recuperando la confianza de una parte del voto abstencionista del 23-J, con una campaña con la vista puesta en las próximas elecciones europeas y catalanas.

Recuerdo haber leído en un artículo sobre prospectiva que la previsión más razonable en el momento inicial es la menos probable en el momento final, porque si algo es seguro es que las condiciones habrán cambiado. Y en política, además, los cambios suelen ser imprevistos, rápidos y asombrosos. Pero a mi favor tengo un muy buen argumento: la relación de España con Cataluña nunca cambia.

ARA