Presencié la ceremonia de juramento de los consejeros del nuevo Gobierno en la sala noble del Palacio de Nabarra, iniciada por la marcha de los maceros, vestido a la vieja usanza, con sus mas de plata argentina al hombro, seguida de la toma de sus cargos de los consejeros, algunos pronunciando juramento en el euskera que por más de 2.200 años es nuestra lengua oral y escrita… Finalmente escuche con el corazón estremecido por diversas emociones, el hermoso himno dedicado a sus Cortes, es decir, a sus representantes en la función del bien público, manteniendo la sustancia de una comunidad ubicada por milenios a ambos lados del Pirineo, a orillas del Atlántico. Los baskones sobrevivieron por milenios a radicales cambios climáticos continentales e invasiones de de pueblos devenidos del este del mundo, en razón de la hambruna y la inseguridad que aqueja a la especie humana desde su origen. No sabemos cómo se nombraban a sí mismos. Baskon deriva del apelativo que Roma nos otorgó y que tiene raíz euskerika: hombres del bosque.
Al son vibrante y majestuoso de las cornetas y el batido de tambor, retrocedí sin esfuerzo mil años atrás, cuando tras las batallas de Orreaga se creó el Reino de Pamplona, luego de de Nabarra, que ya tenía fundamentado su gobierno en la acción de doce hombres buenos y sabios de la tierra. Luego se se conformaron sus Cortes donde tenían asiento la nobleza, la iglesia de Roma ya arraigada en el país, y el pueblo, concepto novedoso… Hasta a Revolución Francesa de 1789 no se registró algo semejante en el continente europeo. Somos adalides del sistema parlamentario.
Nabarra mantenía un Consejo Real, la Real Corte Patrimonial, la Cámara de Comptos, Capitanía General. Las Cortes se reunían por separado, pero una vez reagrupadas, si alguno de los estados vetaba una votación, había la oportunidad por tres veces de afirmar o rechazar la enmienda. Estaban claros los nabarros y aun después de su conquista de 1512, que los Fueros eran atributos de origen, que los reyes, hubo sucesivas dinastías a partir de la pirenaica primordial, debían conservarlos, nunca empeorarlos, y que carecían del poder de declarar la guerra o firmar pacto alguno sin el consentimiento de las Cortes. Los baskones, en la Edad Media europea, tenían el derecho de ser juzgados únicamente por los tribunales del del reino, se respetaba la inviolabilidad de domicilio, el derecho de asilo y sufragio, exención del servicio militar, no padecer embargo de bienes, y los tributos a pagar eran reglamentados por las Cortes. Es una admirable organización política y plasmada queda en la conciencia colectiva, y sin conocimiento educativo y recorte de cronistas renegados, se repiten en el pueblo baskon te llegando su aspiración hasta hoy, clave de los Derechos Humanos.
Mientras me envolvía la música marcial que acompañaba los pasos y las intenciones de los que formaban el Gobierno en Nabarra, los de ayer, los de hoy, recordé haber leído que en su concepción musical a la que se le puso letra en tiempos recientes, nació al rescoldo del del monasterio de Leire, centro espiritual y político de Nabarra, donde reposan los restos de sus reyes y nació la leyenda de San Virila, abad que caminaba por los jardines cuestionándose cómo sería el transcurrir del tiempo en la eternidad. Se preguntaba, simple mortal, cuan largos o cortos podrían ser los minutos del tiempo sin fin. Un ruiseñor comenzó a cantar en la rama del árbol a cuya sombra descansaba el meditativo abad, quien al fin, se durmió. Cuando despertó, 300 años después, bajo el mismo árbol y en el mismo monasterio, al toque de las mismas campanas, camino hacia la comunidad unida en un rezo que reconoció como propio y les saludó, pero nadie le reconoció y hubo que hurgar en los archivos para descubrir que habia vivido tres centurias antes. Virila advirtió entonces el don de la inmortalidad y, en cierta manera, lo estábamos viviendo en la ceremonia oficial, con otra generación tratando de resolver los problemas culturales, económico y sociales que nos afligen como a toda comunidad humana pero con perfiles propios. El gorjeo del ruiseñor que nos advierte el paso de la eternidad subyace en el resquicio histórico moral. Está en el contenido del aquel aserto baskon que afirma Garean, Gareana legez / seamos como somos.
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