Hipocresía y cinismo de nuestros prebostes políticos

Desde el fin de “la cruzada”, hasta nuestros días. Son ni más los años vividos tanto por los que vibran y respiran en español como por los que no, bajo la ineludible silueta política de los criminales franquistas y de sus hijos físicos o espirituales.

Por otra parte, desde la Restauración hasta nuestros días, ahí está la historia, ningún partido español puede vanagloriarse de una trayectoria impoluta.

Ni siquiera el PSOE, que va por ahí de modélico. Mejor le vendría coser los labios antes de que historiadores íntegros les desnuden sus vergüenzas. Y no solo las del reciente Gal, sino las de sus viejos pistoleros y otros innombrables chanchullos “de Estado”. Conste que son reflexiones aplicables a todo el espectro de vividores de la política, a lo largo de la historia.

Son en estas malditas fechas de las campañas electorales, donde la insolencia, el cinismo y la falacia de los contendientes políticos más descaradamente se acentúan.

Cuando ciertos (la mayoría) de los políticos se nos ponen éticos o pedagógicos, nos predican sobre la virtualidad y el sentido de las cárceles. Nos dicen que su sentido y su objetivo es la inserción.

Incluso, apostillan y celebrarían, que los delincuentes, se incorporaran con todo sus derechos y consecuencias a la dinámica social. Y se refieren sin ningún empacho, ni más ni menos que a criminales, tan poco recuperables como los violadores, sustancialmente tan peligrosos y reincidentes. Lo cual, en principio y si fuera posible, me parecería perfecto.

Sin embargo, cuando se trata de los terroristas de ETA, y de todos aquellos a los que sean o no, se les atribuye místicos vínculos con ellos, la cosa ya cambia.

He de decir que, como los hechos irremisiblemente lo demuestran, los ex-militantes del Movimiento vasco de liberación, (Aznar) en general se insertan íntegramente en nuestra sociedad. Y no solo se insertan, y a las pruebas me remito, sino que incluso participan y colaboran ejemplarmente. Nada que comparar con la inserción, o lo que sea, del resto del arco ex-carcelario.

Por eso, un servidor, desde su independencia política, está hasta las castañuelas de la cobardía, del cinismo o de la hipocresía de nuestros prebostes políticos. Les disgustan los etarras… ¡Estarán mejor con la jarcia derechona!

Los que sin el menor gesto de repugnancia se han engullido durante décadas todo el genocidio y los sapos y culebras del franquismo, franquistas y retoños…

¿Por qué tan fácilmente se ha transigido y convivido con éstos que nunca se han arrepentido de sus fechorías?

¿Por qué se sigue criminalizando y negando sus derechos a quienes tan ejemplarmente ya se han insertado en el tránsito ciudadano? ¿Porque sintiéndose vascos, a su modo y según su conciencia, han pensado o creído que su pueblo así se lo pedía?

Y que de todos modos la historia suele presentarse como poco chocante. Puede transfigurar a gentes nominadas en su tiempo como sanguinaria y fuera de la ley, como los Espoz y Mina, el Empecinado y tantos otros, en celebrados héroes. O incluso en “movimiento vasco de liberación”

Fatal y cínico que los insulten y criminalicen los franquistas o tardo-franquistas, pero que lo hagan nuestros políticos, por muy presidentes que sean… ¿Qué ilegalidad se comete colaborando con la política ciudadana?

Pues ahí andan nuestros demócratas, los que tanto ejemplo nos dan en su camino hacia la paz y la armonía social.