Fomento del Trabajo y el expolio de Cataluña

Foment del Treball ha anunciado la creación de un grupo de expertos tributarios, integrado por cincuenta personas, que tendrán la misión de profundizar en la fiscalidad de Cataluña y, más concretamente, en lo que Josep Sánchez Llibre, presidente de la entidad, denomina “exceso de presión fiscal”. Este grupo de expertos, siempre según Fomento, trabajará en cuatro ámbitos: análisis de la fiscalidad catalana, la relación entre la agencia tributaria y los contribuyentes, los tributos propios y cedidos y la relación entre la eficiencia del gasto y los ingresos públicos. Pondrán manos a la obra ahora mismo y el próximo mes de octubre harán públicas las conclusiones.

Parece una buena iniciativa, por supuesto. Pero basta con reflexionar un par de minutos para que rápidamente te vengan a la cabeza un montón de preguntas. De entrada, habría que preguntar a Fomento, en general, y al señor Sánchez Llibre, en particular, ¿cómo se ponen este 2023 a analizar la presión fiscal que sangra Cataluña? ¿Por qué no se han puesto a ello antes? ¿No se habían dado cuenta del expolio español que sufrimos? ¿No se habían dado cuenta de que España nos vacía los bolsillos cada segundo de nuestra vida por el mero hecho de ser catalanes y que sangra todos los ámbitos de nuestro país? ¿Fomento no era consciente de esta escandalosa realidad que convierte a Cataluña en un caso único en Europa?

Tanta indolencia sorprende aún más escuchando la razón en la que Sánchez Llibre basa la creación del citado grupo: “Consideramos que los catalanes y las empresas pagamos muchos más impuestos que el resto de territorios españoles”. Tiene toda la razón. Pero al leerlo, la pregunta se impone: ¿y por qué han callado todos estos años? Teniendo en cuenta que Fomento es uno de los poderes que tiene la sartén por el mango en Catalunya, este silencio sumiso ante el expolio del país convierte a la entidad y a sus miembros en cómplices de lo que ahora se protestan. Lo cierto es que Fomento se ha callado porque nunca ha estado al lado de los derechos nacionales de Cataluña, siempre ha desempeñado el papel de carcelero español en nuestro país. Y es que su nombre oficial, ‘Foment del Treball Nacional’, no alude a Cataluña. Cuando Fomento dice ‘nacional’ se refiere a España, que es la única nación que reconoce y con la que se identifica. Se identifica tanto, que incluso ejerce de garante de las leyes que oprimen a Cataluña. Recordemos que Fomento fue uno de los grandes enemigos del 1 de Octubre y un gran aliado del Estado español y de sus poderes represores.

Y puestos a recordar, recordemos también las intimidatorias declaraciones de Fomento, en calidad de club de ‘botiflers’ (traidores), previas al referéndum, así como sus apocalípticos agüeros en caso de que la independencia tuviera éxito. Erigido en caballo de Troya, Fomento promovió una campaña de fomento del miedo, algo que se explica porque Fomento es eso: un encuentro de catalanes acaudalados y alérgicos a la libertad de su país. Sin embargo, no sé si son conscientes de la contradicción que supone esta ideología con la queja que formulan. Dicen esto: “Tomamos esta iniciativa porque no vivimos aislados del resto de Europa ni de España, estamos en un mundo globalizado y siempre hemos defendido una fiscalidad competitiva”. Muy bien, ahora analicemos la frase y veremos lo delatoras que pueden llegar a ser cuatro palabras aparentemente sencillas a la hora de mostrarnos el marco mental de quien las pronuncia. Porque, ¿es que España no forma parte de Europa? ¿Por qué las separan entonces? Pues lo hacen porque todo catalán con un marco mental hispanocéntrico, como el del señor Sánchez Llibre, no se puede imaginar que se pueda ser catalán, y por tanto europeo, sin ser español. Le resulta imposible.

También es bastante contradictorio que un catalán que ha llegado a ser suficientemente consciente de la feroz expoliación que sufre por su condición de catalán, y sabiendo que esto no cambiará nunca, se dedique a hacer todo lo posible contra la independencia de Cataluña hasta el punto de ejercer de chico de los recados del Estado que lo expolia. Fijémonos en que no estamos hablando de una entidad que, pese a inhibirse, tiene como mínimo una actitud democrática que acepta la voluntad mayoritaria del Parlament de Catalunya, sino de alguien que desde el sector empresarial trabaja contra la libertad de su propio país.

Todo este conjunto de cosas hace obvio que las conclusiones del estudio que ahora Fomento se dispone a elaborar no se traducirán en otra cosa que en un simple tema de comentario en las tertulias radiofónicas. Y es que está más que estudiado y publicado por la Generalitat que el expolio español que sufre Catalunya es de 20.000 millones de euros anuales, lo que supone entre 2.400 euros y 2.600 euros anuales por catalán, sea o no sea independentista. Sin embargo, en octubre de 2017, Fomento exigía no avanzar “ni un paso más en el incierto camino iniciado desde el Parlament de Catalunya”. Quería una Cataluña quieta, callada, esposada, obediente y sumisa. Y sobre todo española. Por eso los bramidos de Fomento hacen reír. Es muy grotesco predicar la sumisión y quejarse después de las consecuencias.

RACÓ CATALÀ