El Prometeo Zelenski conquistará los cielos con armas más
precisas. En cualquier caso, nunca dejaré de preguntarme, qué Dios, qué ley humana, qué autoridad moral empodera a los Zelenski, Putin, Biden o al Atila de turno. ¿Quien les faculta a imponer de “motu propio”, una guerra, la tortura, la invasión militar, económica, política de cualquiier pueblo?
¿Qué hace que dentro de la especie humana haya indivuduos, —oficial o extraoficialmente—, que sin ningún remilgo, torturen o asesinen a sus congéneres? En Vasconia podríamos hablar largo y tendido de eso.
Y aún más trágico, que lo hagan bajo el paraguas de leyes o perversos “arreglos” internacionales. Convenios torticeros, donde la palabra del ciudadano de a pie no decide. Y es que de influir, muchas guerras, por no decir la mayoría, irían al traste. Y aquí estamos en silencio, los que creemos, que si cada pueblo o comunidad, por mínimos que fueran, reconquistaran sus recursos y su destino, probablemente el azote de la guerra perdería su virulencia.
Estando como están las cosas y “las fuerzas vivas del planeta”, salvo protestar y desenmascarar, no parece que podamos hacer mucho más. Cierto, nunca se sabe.
¿De verdad quieren parar las guerras? Desde luego con el mensaje de el ínclito Zelensky, nunca. Al tal fantasma, al menos para un servidor bien sombrío, solo se le ocurre para parar la guerra, que le pongan en bandeja “armas más precisas”. ¿Así se paran las guerras, mientras ancianos, mujeres y niños se desangran por los gélidos campos ucranianos, por los yermos subsaharianos, afganos o yemenís?
Si en las guerras se destrozaran entre ellos esos trogloditas de encéfalo plano que las fabrican vale, pero no. Hoy más que nunca, son un satánico experimento para medir la capacidad de las armas a la hora de matar seres humanos. Eso y no otra cosa es lo que la mayoría de los gobernantes, democráticos, fascistas o golpiatas, están tolerando en nombre de Alá, de Cristo, de Confucio o el “sursun corda”.
Hay que gritarles sin cesar, aunque sea con la rabia contenida: ¡Gobernantes, dejaros de tantas idas y venidas, de tantas zarandajas y discursos romos, e hipócrita! ¡Que más que por el sangrante calvario de las guerras, os movéis por el estado de vuestras economías!
¡Parad por siempre esta sangría planetaria! ¿Con que derecho venís luego a echar pestes contra la emigración? ¿Esto es todo lo que vuestros programas “salvíficos” pueden ofrecernos? “Manitú betor”