Cuando nuestros antepasados europeos vivían todavía como animales, los egipcios edificaban templos y pirámides de unas dimensiones y perfección que, todavía hoy, impresionan. Cuando aquí vestíamos harapos, los chinos ya habían inventado la seda y otras muchas cosas. Luego llegó la gran explosión de inteligencia de Grecia y Roma y las cosas cambiaron radicalmente. El “milagro griego” es una expresión que primero utilizó Ernest Renan y posteriormente el historiador de las ideas Jean-Pierre Vernant, cabe decir que en contextos bastante diferentes. El pensamiento racional expresado en forma de reflexión filosófica abstracta, de cálculo matemático, de ciencias empíricas o de técnica aplicada: todo aquello no tuvo freno. En este sentido, el posible relevo asiático en la hegemonía del mundo es justamente eso, un relevo más. La tecnología que hoy nos llega de China o India no deriva ni directa ni indirectamente de Confucio o de los textos védicos, sino de la ciencia y la tecnología occidentales. Sin embargo, resulta que la fabrican ellos, no nosotros, y éste no es un detallito sin importancia, obviamente… El relevo asiático ya empezó a quedar claro en el Japón de la década de 1960, y se caracterizó entonces despectivamente como una economía de “imitadores”. En ese momento, China era todavía un país rural y analfabeto, con pocas expectativas reales de éxito. A principios de los noventa, sin embargo, las cosas habían cambiado mucho, por no decir muchísimo. Ahora es una potencia que compite de tú a tú con Estados Unidos. De la India, que pronto superará en población a la República Popular China, se podrá decir tarde o temprano algo parecido. En definitiva, el relevo empieza a ser evidente, pero sólo es eso: un simple cambio en términos de mano de obra en la titularidad de la tecnología surgida de la ciencia de Occidente desde el siglo XVII, no un cambio de hegemonía cultural. ¿Llegará algún día esta hegemonía?
He pensado en todo esto a raíz de los artículos sobre ‘China del mañana’ que ARA publicó el domingo (1). Por una cuestión simplemente demográfica, este país y la India no son un sitio más del mundo. La pujanza de su economía y su fuerza militar no son en absoluto imaginarias, pero eso no es suficiente. La hegemonía mundial indiscutible de Estados Unidos era y es impensable sin una cultura popular basada en sus referentes. Incluso después de muerte, la música de Michael Jackson, por poner un ejemplo evidente, es conocida en todo el mundo. Y quien dice Michael Jackson dice Superman o lo que quieran. ¿Conocen algún equivalente chino o indio de estos dos nombres más allá de sus respectivas fronteras? Yo tampoco. La India, al menos, sabe expresarse en inglés, y parte de su éxito proviene precisamente de esta circunstancia. No es el caso de China, que ha penetrado con fuerza en el economía de ciertas zonas de África negra pero no ha podido exportar referentes análogos a los antes mencionados. ¿Esta es una cuestión accesoria? Yo creo que no, y menos aún en el contexto de un mundo tan interconectado culturalmente como el del siglo XXI.
Hay todavía un segundo tema que invita a dudar muy en serio del alcance real de este relevo a medio plazo: el de los valores. No es que la esfera axiológica de los chinos sea antagónica a la occidental, pero aparenta basarse en otra jerarquía en la que la seguridad, incluida la económica, siempre prevalece sobre la libertad. Si debemos expresarlo con la clásica distinción del sociólogo Ronald Inglehart, allí los valores materiales parecen estar mejor ponderados que los postmateriales. Esto no es bueno ni malo, evidentemente, pero en cualquier caso no encaja con la jerarquía de valores hoy hegemónica en Occidente. La bonita paradoja es que en muchos países europeos y americanos el autoritarismo de matriz populista comienza a tener muchos adeptos, mientras que en China algunos jóvenes parecen estar hartos del tema del control intervencionista del Estado (aunque sin abjurar de su sistema, basado en un capitalismo salvaje dirigido con estructuras estalinistas: ésta es la clave para entender globalmente la situación).
En consecuencia, los dos puntos comentados me hacen dudar de ese posible relevo asiático en la hegemonía mundial, lo que no quiere decir que una vez superadas las grandes dudas que ahora gravitan sobre el mundo (la crisis energética, la pandemia, etc.). ) economías como la china o la india tengan un papel aún más preponderante. Por muy relevantes o incluso espectaculares que puedan llegar a ser las cifras macroeconómicas, sin embargo, la hegemonía real –la que ahora tienen Estados Unidos– es otra historia.
(1) https://www.ara.cat/dossier/xina-dema_136_4564902.html
ARA