El viernes escribí un editorial de urgencia sobre el pacto para reformar la sedición y las consecuencias que tendría. Allí analizaba el papel del PSOE porque es lo más importante de todo y dejaba para otro día el análisis del papel de ERC, que lo haré hoy. Sin embargo, el paso de las horas ha permitido que aparezcan detalles interesantes. Por ejemplo, en esta entrevista que publicamos con Jaume Asens, él recuerda que ERC se ha movido mucho desde ese punto inicial en el que se negaba incluso a hablar de indultos. Pero la actitud frente a la represión no es el único cambio, ni siquiera el cambio central, como los datos explican muy bien.
En Cataluña el CEO publica un barómetro que, más allá de la eterna polémica por los escaños que adjudica a cada uno –hablaré más abajo de ello–, es una fuente indispensable de datos sobre la evolución política del país. Por el alcance de la muestra y por la continuidad de la serie. Por eso es bueno leerlo con mucha atención. Y el último barómetro del CEO explica con mucha claridad qué pasa en Esquerra y las razones de su alejamiento, cada día más claro, de las tesis que han sido centrales en el independentismo desde 2010.
Cuando el CEO pregunta “¿Cómo cree que debería ser la relación entre Cataluña y España?”, resulta que hoy tan sólo un 58,2% de quienes se definen como votantes de ERC responden que quieren “un Estado independiente”. Un 58,2% que, claramente, contrasta con el 88,8% de votantes de Junts y el 77,2% de votantes de la CUP que quieren la independencia. Concretamente, cerca de un 10% de los votantes de ERC son partidarios de la autonomía, del estatuto de autonomía que tenemos y uno de cada cuatro se declara partidario de un Estado federal español. En el 2015, para compararlo, en la misma pregunta exacta el 89% de los votantes de ERC decían que querían la independencia. Del 89%, por tanto, hemos pasado al 58% y bajando en cada encuesta.
Pero hay más. Cuando se pregunta a los votantes de ERC qué partido votarían si no pudieran votar al suyo, resulta que la opción mayoritaria, un 15%, dice que votaría al PSC. Antes que a los demás partidos independentistas. Luego viene el 13% a Junts y la CUP, pero la primera opción del votante de Esquerra es votar al PSC. Dado que esta pregunta tan interesante es nueva en el barómetro del CEO, no podemos saber cómo ha evolucionado en el tiempo, pero, sea como sea, es evidente que rompe la línea de votar independentista. Una línea que, en cambio, mantienen los otros dos partidos: el 23% de los votantes de Junts y de la CUP dicen que si no pudieran votar Junts votarían a Esquerra y hacen de Esquerra su primera alternativa. ¿Y respecto al PSC? De los votantes de Junts, si no pudieran votar su partido, tan sólo votarían al PSC un 2%. Y en el caso de la CUP el 0%, ¡el 0%!
Cabe resaltar también que, significativamente, el 9% de los votantes del PSC dicen que si no pudieran votar a los socialistas votarían a ERC. Y es un dato llamativo, porque tras la opción de votar a ERC los socialistas dicen que votarían En Comú Podem, Ciudadanos o al PP. Y tan sólo por debajo de estos partidos aparecen Junts, que le votaría un ínfimo 1% de los socialistas, y la CUP –menos del 1%. Para un grupo notable de socialistas, pues, el bloque independentista ya se ha roto por completo. Y éste es un dato sociológicamente muy interesante.
Con estos datos, y muchos más parecidos, podemos asumir que el votante de ERC se va alejando del proceso de independencia, pero podemos preguntarnos si esto tiene que ver o no con los mensajes que envía este partido y con las actitudes que toma. Y, a este respecto, cuando hablo de actitudes, de mensajes, hay todavía otro dato del CEO que me resulta interesante. Cuando se pregunta a los votantes de los distintos partidos que se sitúan entre máximo españolismo y máximo catalanismo, menos de un 30% de los votantes de ERC se sitúan en máximo catalanismo, donde prácticamente estaban todos hace pocos años. Como si les diera miedo. Y no es nada complicado ver, por tanto, un reflejo de todos los discursos contra eso que llaman el esencialismo, que tanto han frecuentado estos últimos tiempos desde ERC.
Podríamos estar todo el día hablando y revisando datos, pero creo que estos ya son suficientes para ver hasta qué punto el alejamiento de ERC del carril central del independentismo se ha acelerado. También podríamos hacer algo de semiología y observar cómo el presidente de la Generalitat, Pere Aragonés, recuperó el otro día el “derecho a decidir” de Artur Mas para evitar no sólo la independencia, sino la autodeterminación. Pero creo que, para rematar este análisis, debería centrarme en las razones concretas que ERC puede tener para votar una reforma de la sedición tan polémica. Y esto tiene más que ver con la lucha por la hegemonía política y con la ocupación del máximo espacio de poder público que con otra cosa.
Nunca sabremos qué habría pasado si el presidente Puigdemont se hubiera mantenido en la idea de convocar elecciones autonómicas después del Primero de Octubre y, por tanto, no se hubiera proclamado la independencia ni hubiese exilio. Pero si nos situamos en esa época creo que todos pensaríamos a priori que ERC habría encabezado el unilateralismo. Porque ellos eran los radicales, ellos eran los que empujaban, ellos fueron los responsables de buena parte del operativo del Primero de Octubre -no de todo, pero sí de una parte sustancial. ¿Cómo puede ser que hoy sean tan moderados que reciben sin inmutarse ni enrojecer las florecillas de Duran i Lleida?
Muchos de ustedes habrán leído editoriales anteriores en los que he denunciado que el entramado que hace funcionar a los partidos políticos en el Estado español tiene su origen en las leyes franquistas, lo que hace que se conviertan, cuando ven cerca al poder, en máquinas de reprimir la voluntad de los ciudadanos. Gracias a dos condiciones insólitas que son que todo el poder lo acumula el secretario general y que del dinero público pueden hacer casi lo que les dé la gana. Le pasó al PSOE y a Convergència en los años ochenta, le pasó a Podemos hace cuatro días y ahora le pasa a Esquerra: se han convertido en sistema y, por tanto, su interés principal no es llevar a cabo un proyecto ideológico, político, sino ser una máquina de poder, un negocio político, cuanto mayor mejor –y es por esta razón por la que ahora están tan increíblemente emocionados de ir repartiendo cargos, sueldos, prebendas y subvenciones a diestro y siniestro.
Las elecciones del 155 para Esquerra fueron un duro golpe; recuerden cómo se escuchó la voz de Marta Rovira por un micrófono abierto diciendo que sonrieran “como si hubiéramos ganado”. El país, la gente, esa noche pensaba que habíamos derrotado, entre todos, al 155 pero para ellos lo importante era que habían perdido contra Puigdemont. El resto de la historia, empezando por la negativa a investir al president Puigdemont, creo que todo el mundo puede reconstruirla mentalmente. Simplemente, si Puigdemont representaba el unilateralismo, ellos, para ganarle, cada día debían alejarse más. Obviamente, la cárcel y el exilio eran un impedimento mayúsculo para realizar según qué. Pero los indultos allanaron el camino hasta el punto de que en la última mesa de negociación firmaron –firmó el govern, pero sólo había políticos de ERC– que ellos no se moverían del marco constitucional español.
Y éste era el corolario necesario en la tarea de dejar de ser radicales y peligrosos para el Estado. Tarea que se ha ido construyendo, en buena parte, porque cuando sólo piensas en lo práctico tiendes a perderte con los principios, incluso con un orgullo incomprensible. Con un orgullo sólo explicable porque creen que así pueden hundir a Junts y la CUP y acaparar, en consecuencia, un poder inmenso. Cuando hace una semana el programa televisivo de Gabriel Rufián invitó a Cayetano Martínez de Irujo, el hijo de la duquesa de Alba, la promoción de la entrevista era una frase del aristócrata español diciendo: “Puigdemont es nefasto, todo lo contrario de Junqueras, que no me cae mal”. Yo me moriría de vergüenza si el hijo de la duquesa de Alba dijera que VilaWeb le gusta. Supongo que ya me entienden…
Termino: cuando los resultados prácticos, que de eso hablamos, pasan a ser lo único que importa, las ideas, la ideología, retroceden. Y el cálculo tan sólo se hace sobre la base de qué me beneficia más, sin importar mucho la coherencia. Y en la situación actual, especialmente a corto plazo, a Esquerra le importaba sobre todo tapar las voces que criticaban que la mesa de diálogo no sirviera para nada. Para eso habrían firmado lo que fuera. Por eso lo han firmado.
PS1. He dicho más arriba que diría algo de la polémica sobre la atribución de los escaños al CEO. Algo son los datos que el CEO nos da sobre los partidos, cada uno por su parte. Muy fiables. Pero otra cosa es cuando hace competir a los partidos entre sí. Simplemente, porque existe un sesgo importante, que es la elección de los encuestados. En el caso concreto de esta encuesta, un 12,3% de los encuestados recordaba haber votado al PSC en las anteriores elecciones y, por tanto, se lo podía considerar votante socialista; un 18,3% recordaba haber votado a Esquerra; y un 8,9% recordaba haber votado a Junts. En las elecciones anteriores el PSC tenía 2 puntos más que ERC y Junts 1 menos que ERC; y en la encuesta Esquerra tiene 6 puntos más que el PSC y 10 más que Junts. Luego intentan arreglarlo con lo que llaman la cocina, pero claro…
PS2. Que baje el número de votantes independentistas de Esquerra no quiere decir que baje el número de independentistas. Unos se van y otros entran. No se obsesionen con esto, ahora.
VILAWEB