España es una cloaca a cielo abierto. Las revelaciones de los audios de Villarejo, exponiendo todas las miserias del ‘Deep State’ posfranquista certifican lo que ya sabíamos. Que el estado de derecho es una ficción. Que la democracia es ‘fake’. Que toda esta parafernalia patriótica y rojigualdera no resulta más que un simple pretexto para disimular lo que Joan Josep Burniol definió como unas “castas que viven acampadas sobre el Estado”. Los diversos audios, donde desfilan políticos, jueces, empresarios, gente de baja estofa que se hacen pasar por periodistas confirman documentalmente lo que ya sabíamos. Que varias maniobras en marcha, al más puro estilo del ‘Stasi’ de la Alemania Oriental, debían servir para arruinar reputaciones, chantajear, sobornar, crear montajes para acabar con carreras políticas, y, en resumen, a poner fuera de juego a toda la disidencia de un sistema político que, contrariamente a lo que definió una de sus víctimas, Juan Carlos Monedero, no es el Régimen del 78, sino el Régimen del 39 (que curiosamente es la mitad de 78).
Precisamente Monedero, probablemente un gran politólogo y un pésimo político, fue uno de los que mejor supo interpretar la deficiente cultura democrática española. Lo explicó en plena ebullición del 15-M, ese gran movimiento fracasado en uno de los mejores libros que nunca se han escrito sobre la naturaleza de la España actual, ‘La Transición contada a nuestros padres. Nocturno de la democracia española’ (2011). El libro se hacía eco de una corriente crítica sobre las falsedades sobre las que se levantaba el relato de la Transición señalando los orígenes macabros del franquismo (con una violencia apocalíptica, entre 130.000-200.000 asesinatos, un saqueo a escala industrial de los republicanos, violaciones, torturas, medio millón de encarcelados, medio millón de exiliados que, sin exagerar, el hispanista Paul Preston ha definido como “holocausto español”), que tuvo en la familia Borbón la garantía continuista de la impunidad absoluta en todos los crímenes, que perpetuó la asimetría de poder perpetrada por la guerra civil y la dictadura, con una judicatura y una policía obsesionada en reprimir la disidencia y que mantiene en la práctica un sistema feudal visible, por poner un ejemplo, entre el cártel de las eléctricas y unos consumidores indefensos. Precisamente porque Monedero, y otros brillantes politólogos reconvertidos a políticos como Pablo Iglesias sabían perfectamente de qué iba el tema, hace más agria su prevaricación moral en su carga contra un independentismo que, como se ha visto constituye la amenaza más realista para acabar con esa autocracia constitucional.
Ciertamente, Pablo Iglesias reaccionó con una razonable irritación cuando pudo escuchar la conversación entre Villarejo y Farreras sobre la forma en que querían desgastar electoralmente a Podemos, una fuerza política que, poco antes del 1 de Octubre tuvo al ‘establishment’ franquista contra las cuerdas. Sin embargo, la rabia de Iglesias no era tanto por el hecho de tener pruebas fehacientes de lo que todo el mundo sabía, sobre todo él: las maniobras de las cloacas para eliminar a rivales políticos, sino porque el antiguo líder de la formación morada es también consciente de que, pese al escándalo, no va a pasar nada. Todos los desperdicios malolientes mediante los cuales España se mantiene, más que unida, ligada, seguirán fluyendo en un husillo máximo, a cielo abierto, a plena vista. Y eso, sin que ningún colegio de periodistas tenga el valor de expulsar de la profesión a quien ha vulnerado todas las reglas de la ética profesional. Aunque los jueces que han participado activamente en estos montajes sean sancionados. Aunque las cúpulas policiales tengan que depurar responsabilidades ante hechos extremadamente graves que las democracias mínimamente liberales y decentes no podrían perdonar. Ni se montará ningún boicot a aquellas empresas que financiaban este tipo de operaciones (con puertas giratorias radiactivas). Los espías de Pegasus seguirán espiando, mientras que los espiados ilegalmente no verán la justicia . Los Borbones seguirán charlando de ética en su versículo anual de Navidad. Lo peor de todo es que no va a pasar nada. A personas honradas como Xavier Triasles habrán interrumpido la carrera política. A directivas del Barça les habrán arruinado sus empresas. A los inocentes de Altsasu les habrán quitado la juventud. A los CDRs les habrán dañado la salud mental y económica. Porque, en el fondo, el régimen posfranquista se fundamenta en la impunidad de los monstruos que construyeron la España actual .
No pasará nada, porque en el fondo, la España actual se cimentó en el terror franquista, con familias que han traspasado el miedo a generación en generación . Una España en la que los Millán Astray, ya sea con uniforme o toga, exterminaron la inteligencia. Una España donde el robo a gran escala perpetrado durante el franquismo continuó bajo la fórmula de una corrupción que, en la práctica, sigue funcionando a gran escala, pagando algunas multas –el chocolate del loro– como ha ocurrido recientemente con el cártel de las empresas constructoras. Una España que no duda en creerse, y quererse creer, con ese espíritu primitivo, que el mal reside en aquellos, como los independentistas o los republicanos, simbolizados por don Gregorio, el viejo maestro republicano de La Lengua de las Mariposas,el cuento de Manuel Rivas, donde el protagonista es humillado, escarnecido, y finalmente fusilado al inicio de la guerra civil. Como Moncho, el alumno del maestro que tanto había ayudado a descubrir el mundo, en la escena final, se añade a la masa a tirar piedras, ya sea por miedo o espíritu gregario, contra la dignidad representada por todos aquellos que enfrentaban a la indignidad de una España “de charanga y pandereta (…) Esa España inferior que ora y bosteza / vieja y tahúr, zaragotera y triste / esa España inferior que ora y embiste,/ cuando se digna usar de la cabeza”, que retrató Antonio Machado.
Michel Houellebecq, en su última novela ‘Aniquilar’ describe los síntomas que comporta una irreversible decadencia: baja natalidad, consumo desproporcionado de drogas y caída en picado de los niveles educativos. Houellebecq quiere hablar de Francia. España, por el contrario, parece mantener un liderazgo occidental en este tipo de gracioso campeonato. Monedero, Iglesias y tantos otros izquierdistas que ingenuamente piensan que su país es reformable, despreciaron y atacaron el independentismo, cuando, seguro, una Cataluña independiente podría ser el mejor refugio contra esta gran cloaca a cielo abierto en la que ha degenerado un país, que en el fondo no resulta otra cosa que un grave error de la geopolítica.
(1) https://es.wikipedia.org/wiki/Cloaca_M%C3%A1xima
EL MÓN