Es la cuna del independentismo catalán y la semilla de las formaciones actuales
A falta de sólo medio año para la creación del Estado Libre de Irlanda, Francesc Macià, antiguo teniente coronel del cuerpo de ingenieros del ejército español y diputado a Cortes en Madrid, fundó la organización Estat Català, en los locales del CADCI (1) de Barcelona, el 8 de julio de 1922. Quien, nueve años después, sería el primer president de la Generalitat restablecida, ya hacía tiempo que había ido evolucionando desde un regeneracionismo monárquico español hacia una opción política inequívocamente independentista, tras constatar la inviabilidad de cualquier opción española. De hecho, Fèlix Cucurull ya había advertido de la presencia de expresiones de soberanismo nacional producidas tanto durante la guerra de Els Segadors como durante la de Sucesión. Pero no será hasta la segunda parte del siglo XIX cuando empezará a manifestarse un cierto independentismo aún no plenamente elaborado en cuanto a su formulación política. En 1901 ya se producirá una primera acción reivindicativa en la calle a favor de la libertad de Cataluña, por el 11 de septiembre, que culminará con la detención de los jóvenes manifestantes, encabezados por el futuro escritor Josep M. Folch i Torres, represión que dará lugar a ‘La Reixa’, como entidad de apoyo a los patriotas perseguidos por las autoridades españolas. Mientras, en el Caribe, Salvador Carbonell funda, en 1908, el Catalunya Grop Nacionalista Radical en Santiago de Cuba y la revista “Fora Grillons!” (“¡Fuera grilletes!”) de un independentismo ya fuera de toda duda, crecido al amparo de la recién estrenada independencia cubana. El propio Macià, en 1919, ya había creado la Federación Democrática Nacionalista, que perseguía la independencia de “todos los municipios de lenguaje catalán” en alusión temprana al marco nacional de los Països Catalans. Aún así, es Estat Català la formación que se toma como punto de arranque del movimiento de emancipación nacional, una organización de carácter insurreccional e, inicialmente, de factura político-militar. Es, pues, a partir de julio de 1922 –ahora hace, por tanto, un siglo– que podemos hablar, propiamente, de independentismo catalán organizado, durante décadas conocido como “separatismo”, terminología todavía usada hoy por España.
La cuna del independentismo catalán es Estat Català y de su seno, con nombres diversos y perfiles ideológicos también plurales, han surgido, de una u otra forma, todas las formaciones posteriores: Estat Català Fuerza Separatista de Extrema Izquierda, Partido Catalán Proletario, Partido Nacionalista Catalán, Frente Nacional de Cataluña y Partido Socialista de Liberación Nacional de los Países Catalanes, así como de la Juventud Obrera de Estado Catalán surgió el Frente de Liberación de Cataluña, el primero también de los grupos armados de orientación independentista, para referirnos tan sólo al período anterior a 1977. Sea cual sea, en la actualidad, la formulación ideológica, económica, política, social y cultural que se defienda desde el independentismo, se puede decir que, conscientes o no, queramos o no, todos los independentistas de hoy somos hijos de Estat Català, de aquella iniciativa líder que tuvieron un grupo de catalanes encabezados hace 100 años por Francesc Macià, Daniel Cardona, Lluís Marsans y Manuel Pagès. Nombres como Josep Carner Ribalta, Martí Vilanova, Bordas de la Cuesta, Ventura Gassol, Jaume Compte, Manuel González Alba, Manuel Cruells, Josep M. Xammar, Josep M. Murià, Marcel.lí Perelló, Lola Anglada, Pere Aznar, Andreu Xandri, Antoni Andreu Abelló, Antoni Blàvia y Joan Cornudella, miembros de la organización o colaboradores de ésta, aparecen en el Diccionario biográfico de Estat Català, editado recientemente con motivo del aniversario, junto con otras obras de carácter histórico, con la contribución destacada de Fermí Rubiralta, entre otros. Son nombres, todos ellos, que pertenecen no sólo a unas siglas o a un proyecto político, sino a la historia nacional del país.
Por lo que he leído sobre ellos y por el contacto que he tenido con alguno de estos nombres, correspondencia incluida en algún caso, los miembros de Estat Català, en general, han sido personajes pertinaces en sus convicciones, consistentes en la defensa de sus ideales, de una catalanidad irreductible. Y, a pesar de pertenecer a unas siglas, más militantes de un país que de un partido, más por completo que de una sola parte. Herederos de un catalanismo popular de carácter progresista, pertenecientes ellos mismos a las clases populares o, como mucho, a las capas medias bajas de la sociedad, tanto de la ciudad como del campo, muchos de ellos han llevado una vida de sacrificio y privaciones, entregados por completo a la causa de la emancipación nacional por encima de cualquier otro objetivo o consideración. Y lo han hecho de forma desinteresada, movidos tan sólo por los imperativos irrenunciables de su conciencia nacional, llevados por un sentimiento colectivo al que no han ahorrado lo mejor de sus energías, buena parte de su tiempo personal y sus recursos, escasos o no, de los que cada uno de ellos disponía. Su entusiasmo patriótico les llevó a los hechos de Prats de Molló (2), a la cárcel de La Santé y al juicio en París, al exilio en Bélgica, a viajar a Moscú y a recorrer América en busca de apoyo entre las comunidades catalanas internacionalizando, así, la causa catalana, tal y como había hecho antes Éamonn de Valera con los residentes irlandeses. La Constitución provisional de la República Catalana, aprobada en La Habana en 1928, representa la defensa de los intereses económicos y sociales de los sectores populares, así como otros documentos contemporáneos también de marcado carácter social. Su condición antifascista les llevó a apoyar al president Companys en octubre de 1934 y a coger las armas en 1936 para combatir a Franco, en el Pirineo, en Mallorca, en Ibiza y en Formentera, pero también en el frente de Aragón o en Madrid. Ocupado el país, sus miembros continuaron el combate con la Resistencia francesa, algunos murieron en los campos nazis, otros fusilados en el interior del país, muchos forzados al exilio en tierras lejanas, pero nunca abandonaron ni la lucha, ni la esperanza, ni el ideal liberador, a pesar de las horas adversas que les tocó vivir. En los momentos más oscuros de la larga noche de piedra y todo a lo largo de su historia, la gente de Estat Català ha sido siempre una puerta segura a la que llamar, una complicidad siempre correspondida, un refugio donde esconder o esconderse, una ayuda nunca negada, un referente seguro de patriotismo generoso. Hablo, pues, de gente que siempre ha estado en el mismo sitio: al pie del cañón. Y, cuando ha sido necesario, con toda la literalidad de la expresión.
(1) https://es.wikipedia.org/wiki/CADCI
(2) https://es.wikipedia.org/wiki/Complot_de_Prats_de_Moll%C3%B3
LA REPÚBLICA