La guerra de Ucrania

China puede poner fin a la guerra en Ucrania

STEPHEN S. ROACH

PROJECT-SYNDICATE

 

Mi reciente comentario «Solo China puede detener a Rusia» suscitó intensos posicionamientos a ambos lados del debate creciente sobre la horrenda guerra en Ucrania. Pese a que la mayoría en Occidente reconoce que en tiempos extraordinarios se necesitan acciones extraordinarias, y coincide en el importante papel que le cabe a China en la solución del conflicto, hay quienes comprenden las inquietudes de Rusia por su seguridad en las fronteras y la ampliación de la OTAN y sostienen que China no tiene motivos para intervenir. Pero unos y otros plantearon enseguida una pregunta importante y obvia: ¿qué puede hacer China exactamente para restaurar la paz y la estabilidad en Ucrania?

 

Hay tres áreas fundamentales en las que China puede tomar la iniciativa. En primer lugar, el presidente chino Xi Jinping debe convocar una reunión de emergencia de los líderes del G20, centrada en conseguir un alto el fuego inmediato e incondicional y en elaborar una agenda para una paz negociada. El G20 se ha convertido en el foro oficial de la acción internacional en momentos de crisis, después de que a fines de 2008 movilizó a las principales economías del mundo en pos de una respuesta coordinada a la crisis financiera global. Hoy puede tener un papel similar, ya que China y Rusia son miembros. Para demostrar su compromiso personal con esta iniciativa, Xi debe romper su protocolo de cuarentena pospandemia (hace 24 meses que no sale de China) y asistir a la cumbre en persona, lo mismo que el presidente ruso Vladímir Putin.

 

En segundo lugar, China puede hacer un aporte significativo a la asistencia humanitaria. Como al menos la mitad de los más de dos millones de refugiados ucranianos (cifra que puede aumentar en poco tiempo a no menos de cuatro millones) son niños, es indudable la necesidad urgente de enviar ayuda humanitaria a los países de acogida vecinos. China debe hacer una donación incondicional de 50 000 millones de dólares a UNICEF (el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia), principal organismo internacional encargado de dar alivio a los niños en situaciones de crisis.

 

En tercer lugar, China puede colaborar con la reconstrucción de Ucrania.La brutal campaña rusa de bombardeos apuntó a pulverizar su infraestructura urbana. El gobierno ucraniano calcula que las pérdidas en infraestructura como resultado de la guerra ya rondan los 10 000 millones de dólares, y la cifra puede volverse mucho mayor en los días y semanas venideros. La reconstrucción será una tarea urgente pero muy onerosa para un país que en 2020 se situó en el 120.º lugar del mundo en términos de PIB per cápita (por paridad del poder adquisitivo). China debe usar su especial atención al área de las infraestructuras modernas para proveer a Ucrania apoyo posbélico por un valor de 3500 millones de dólares, incluyendo (sin limitación) proyectos de infraestructura de su Iniciativa de la Franja y la Ruta (en la que Ucrania participa desde 2017) y del Banco Asiático de Inversión en Infraestructura, liderado por China. Es el momento de un Plan Marshall chino.

 

El plan que propongo dista de ser perfecto. Pero mientras Ucrania arde y su gente (en particular sus niños) experimenta padecimientos incalculables, es sin duda mejor que la alternativa de permitir que esta guerra trágica se prolongue. Es verdad que puede poner a China en una posición incómoda. Pero el liderazgo nunca es fácil. Ahora que Europa puede estar al borde de una guerra como no se vio en 75 años, es el momento de China para estar a la altura de la ocasión. Y no nos equivoquemos: lo que está en juego aquí no es solo Europa. A diferencia de la Segunda Guerra Mundial, este conflicto ha puesto a dos superpotencias nucleares en la senda de una peligrosa confrontación, con «consecuencias nunca vistas en la historia», según las palabras de Putin.

 

Solo China puede hacer que Putin entre en razón. Se ha mostrado intransigente ante las brutales sanciones de Occidente, y el resultado es que la economía rusa está al borde del colapso. Este será inevitable sin el respaldo que da a Rusia su alianza «ilimitada» con China, que apenas tiene un mes de antigüedad. China es mucho más importante para Putin que cualquier padecimiento que causen las sanciones de Occidente.

 

Además, el daño colateral que puede enfrentar China si sigue anteponiendo su alianza con Rusia a las responsabilidades más amplias que tiene en lo referido a la paz mundial es cada vez más evidente. Conforme Occidente sigue subiendo la apuesta de las drásticas sanciones a Rusia, en altos niveles del gobierno estadounidense ya se está hablando abiertamente de la culpa de China por asociación (tal como advertí). China tiene que actuar pronto para evitarlo, antes de que la alcance la onda expansiva de las sanciones.

 

Para una nación profundamente principista, la elección es bastante obvia. Desde los días de Zhou Enlai a mediados de los cincuenta, China ha mantenido un compromiso firme con los cinco principios de coexistencia pacífica, entre ellos el respeto de la soberanía nacional y de la integridad territorial, la no agresión mutua y la no interferencia en los asuntos internos de otros países. La invasión rusa de Ucrania es una clara violación de estos principios sagrados. Es una conclusión inevitable para China si se mantiene fiel a sus valores principales.

 

Es verdad que, como se recalcó en el reciente acuerdo con Rusia, a China le preocupan la expansión de la OTAN y la seguridad de Rusia en sus fronteras. Pero aquí también puede tomar la delantera y expresar estas inquietudes en una reunión de emergencia del G20. Asumiendo una posición de liderazgo, China tendrá amplias oportunidades de actuar como un mediador imparcial para la consideración de los riesgos y la solución del debate. Pero antes de eso es necesario poner fin a la guerra.

 

Estos últimos diez años, Xi se ha mostrado decidido y metódico en el trazado de una nueva ruta para China. Por momentos apeló a una retórica elevada, imbuida de aspiraciones de rejuvenecimiento tras un siglo de humillaciones, de lograr la condición de gran potencia para una «nación socialista moderna» en 2049 y, más cerca en el tiempo, de una «prosperidad compartida» para la población más numerosa del mundo. Pero llega un punto en que la retórica empieza a sonar hueca. Esta crisis exige más que consignas y promesas: es la oportunidad de China de demostrar que está dispuesta a dar un paso al frente y poner en obra sus aspiraciones de ejercer un liderazgo global responsable.

 

Puede que en el resto del mundo eso genere serias dudas, pero ese es nuestro problema. Al fin y al cabo, nosotros en Occidente no cumplimos muy bien que digamos la tarea de prevenir esta tragedia. Es posible decirlo una vez más: solo China puede detener a Rusia.

 

Traducción: Esteban Flamini

 

Stephen S. Roach, a faculty member at Yale University and former chairman of Morgan Stanley Asia, is the author of Unbalanced: The Codependency of America and China (Yale University Press, 2014) and the forthcoming Accidental Conflict.

 

 

 

 

 

 

El ejército Potemkin de Putin

DANIEL GROS

PROJECT-SYNDICATE

 

La guerra es un enfrentamiento de voluntades, arguyó el estratega alemán Carl von Clausewitz aproximadamente 200 años atrás. En ese punto, los ucranianos que defienden ferozmente su patria parecen tener una clara ventaja sobre las fuerzas invasoras rusas. Pero, para ganar una guerra, la voluntad debe estar respaldada por medios militares, y eso requiere de fuerza industrial y económica. En este punto, Rusia podría tener una ventaja sobre Ucrania por el momento, pero este país es mucho más débil que Occidente, que es el adversario al cual pretende desafiar en última instancia.

 

En términos de fuerza económica e industrial, Rusia es una potencia de tamaño medio, en el mejor de los casos. Su producción manufacturera es sólo la mitad que la de Alemania, y su PIB es aproximadamente del mismo tamaño que el de Italia. El PIB combinado de la Unión Europea es casi diez veces mayor que el de Rusia. Y esta comparación se realiza antes de que la nueva ronda de sanciones punitivas de Occidente empiece a hacer mella.

 

Dado el gran tamaño de su economía, Europa puede permitirse el lujo de construir capacidades de defensa verosímiles. Para que los países europeos cumplan con el compromiso que tienen con la OTAN respecto a gastar anualmente el 2% de su PIB en defensa, deben aumentar su gasto, en promedio, en apenas un 0,5% del PIB. Si se considera que el gasto público total en estos países actualmente promedia el 45% del PIB, hacer esto parece ser algo plenamente factible.

 

Incluso para la rezagada Alemania, la recientemente anunciada inversión en defensa a corto plazo de 100 mil millones de euros (109 mil millones de dólares) representa sólo alrededor del 2,5% del PIB. Rusia, por su parte, dedica probablemente más del 4% de su PIB a defensa, una carga significativa para un país que necesita mantener una costosa infraestructura con el propósito de conservar a su vasto territorio interconectado.

 

Si bien el gasto en defensa representa una porción significativa de la economía de Rusia, la cifra propiamente dicha es bastante modesta, especialmente según los estándares de las “grandes potencias”. Se calcula que Rusia gastó aproximadamente $60 mil millones en defensa en el año 2020, en comparación con el desembolso de $50 mil millones realizado por Alemania. Con ese nivel de gasto, y teniendo en cuenta la corrupción que impregna al gobierno ruso, construir una gran fuerza de combate moderna que sea capaz de sostener un conflicto prolongado, mientras a su vez se mantiene una fuerza nuclear desproporcionadamente grande y se fomenta el avance de ambiciones de ser una gran potencia a nivel mundial, sería un logro verdaderamente asombroso.

 

Es un logro que Rusia no puede decir que obtuvo. De hecho, parece que Rusia ha tenido un ejército Potemkin todo el tiempo. El término “Potemkin” proviene de Grigory Aleksandrovich Potemkin, quien fue gobernador de Nueva Rusia y se dice que fue él quien construyó asentamientos falsos con el objetivo de impresionar a Catalina la Grande durante su viaje del año 1787 en el cual ella fue a inspeccionar la recién adquirida Crimea y los territorios circundantes. Sin embargo, la historia de las “aldeas Potemkin” es en gran medida un mito, y los historiadores no se ponen de acuerdo sobre lo que la zarina realmente vio durante su gira. En realidad, parece que Potemkin efectuó considerables inversiones en infraestructura en Crimea y sus alrededores, pero que careció de los recursos necesarios para vincular el territorio recién conquistado con el resto de Rusia.

 

Las resultantes debilidades en infraestructura, junto con el fracaso en la creación de capacidades logísticas, obstaculizaron gravemente la capacidad de Rusia para defenderse de las fuerzas inglesas y de otras fuerzas europeas durante la Guerra de Crimea que tuvo lugar 60 años después. Los informes de hoy en día que dan cuenta sobre que las tropas rusas en Ucrania se enfrentan a escasez de alimentos y combustible sugieren que Rusia no aprendió la lección. Dentro de las fuerzas armadas el área más vulnerable a la corrupción es siempre la logística.

 

Para entender las consecuencias de la falta de recursos del ejército ruso se requiere que analicemos no sólo lo que sucedió en Ucrania, sino también, y quizás esto sea lo más importante, lo que no sucedió. Para empezar, Rusia no ha conseguido destruir las comunicaciones y otros sistemas de control electrónico.

 

Durante mucho tiempo se supuso de manera generalizada que Rusia respaldaría cualquier ofensiva militar con ciberataques “devastadores”. Pero esta amenaza no se ha materializado, presumiblemente porque Ucrania cuenta con el respaldo de las agencias de inteligencia occidentales cuyas capacidades relacionadas a una guerra cibernética se fundamentan en un grupo mucho más grande de profesionales talentosos y el conocimiento de los gigantes tecnológicos estadounidenses.

 

De hecho, apenas unas horas antes de que comenzara la invasión, Microsoft detectó, y bloqueó, un malware destinado a borrar los datos de los ministerios e instituciones financieras ucranianas. Posteriormente, la empresa compartió el código con otros países europeos con el fin de evitar su uso posterior.

 

Asimismo, SpaceX ha enviado terminales de Internet Starlink a Ucrania con el fin de compensar las interrupciones de Internet en el país. Hacer que el sistema de Internet satelital funcione en el país llevará tiempo, porque se debe instalar una gran cantidad de estaciones base. Pero esto se realizará en cuestión de semanas, no de años.

 

Otro atacante ruso cuya ferocidad no ha retumbado es la fuerza aérea, misma que no ha establecido control sobre el espacio aéreo de Ucrania, a pesar de que Rusia tiene casi diez veces más aviones que Ucrania. Sí, es verdad, Rusia desplegó un aluvión de misiles para derribar radares y aeródromos el primer día de la invasión. Pero la primera descarga no fue seguida por una segunda, debido a que el arsenal ruso de misiles guiados de precisión y otras municiones costosas es limitado.

 

Además, los pilotos rusos parecen tener poca experiencia, probablemente debido a que, al igual que ocurre con las armas guiadas de precisión, la capacitación eficaz de los pilotos es cara. Y, por último, los sistemas de entrega de armas de crucial importancia no están actualizados.

 

Putin pudo haber entrado en esta guerra ya sea con un gran suministro de misiles guiados de precisión o con una gran reserva de divisas. Eligió la segundo opción. Ahora que la mitad de esas reservas de divisas han sido bloqueadas por sanciones occidentales sin precedentes, probablemente se esté arrepintiendo de dicha decisión. Tomando en cuenta la limitada capacidad de Rusia para aumentar rápidamente la producción de armas, especialmente la producción de sistemas de armas sofisticados que requieren insumos que ya no puede obtener del extranjero, las perspectivas de Putin para mantener su guerra en Ucrania parecen ser limitadas.

 

En una lucha entre dos oponentes igualmente motivados, una amplia fuerza económica e industrial es decisiva. Putin inició una guerra desde un punto de partida material débil. Putin motivó a Europa para que empiece a invertir en su propia defensa. Puso a Rusia en una trayectoria de declive económico desmoralizante. Y, sobre todo, motivó a los ucranianos a luchar ferozmente por su libertad.

 

Si los ucranianos consiguen resistir la embestida inicial, su determinación, junto con el apoyo potencialmente ilimitado de Occidente, podría cambiar el rumbo de la guerra de Putin, así como también el rumbo de su régimen.

 

Traducción del inglés: Rocío L. Barrientos

 

Daniel Gros is a member of the board and a distinguished fellow at the Centre for European Policy Studies.