Desde aquel fatídico 1512, uno de los argumentos principales que los conquistadores utilizaron para intentar justificarse fue que Navarra era “la llave de las Españas”, y que los franceses podían invadir la península por aquí en cualquier momento. Insistieron tanto y tanto en ello, con supuestas -y tan supuestas- amenazas periódicas de invasión, que acabaron levantando la Ciudadela en el año 1571, para servir tanto de baluarte contra el “francés” (apelativo que incluía también a los navarros del otro lado del Pirineo, porque desde Valladolid o Madrid no se paraban a distinguir esas zarandajas) como para tener bien sujeta a la población local, que según uno de los virreyes castellanos de la época, “seguía llevando la flor de lis en el corazón”.
Por supuesto esa hiperanunciada invasión francesa jamás se produjo, con la excepción de la que hoy precisamente cumple 214 años, cuando las tropas de Napoleón tomaron la pretendidamente inexpugnable Ciudadela fingiendo una batalla de bolas de nieve. Cierto que los generales del enano corso serian muy estrategas y mucho estrategas para la guarnición pamplonesa, pero lo inamovible del hecho es que semejante fortificación, cuya construcción consumió las rentas de Navarra durante muchas décadas, jamás sirvió para gran cosa, militarmente hablando.
Eso no justifica en absoluto el fin que le dieron, no los franceses, sino el ejército español a una con los, siempre dispuestos para el mal urbanismo, concejales del Ayuntamiento de Pamplona de cualquier época, que acordaron mutilar el fantástico pentágono que tanto había costado construir y tan poco tomar al asalto, y dejarlo en el perímetro de tres puntas que afortunadamente hoy todavía conservamos. Y total para levantar una avenida que algún día volverá a llamarse de Catalina I, unos anodinos cuarteles que ya ni siquiera existen, unos igual de anodinos edificios de pisos en los 70 y un remedo bunkerizado de la tumba de Lenin a principios del XXI.
¡Pena que los bolazos de nieve (con castaña pilonga dentro, como en las guerras invernales de las escuelas de San Francisco) franceses no fueran dirigidos contra esos brutos de principios del XX y del XXI, y no sólo contra los del XIX!