Kazajistán: cuando se tambalea el corazón de Eurasia

Explicamos las claves del conflicto en Kazajistán y en el conjunto del espacio post-soviético.

 

Georgia (2003). Ucrania (2004, 2013-14). Kirguistán (2005, 2010, 2020). Moldavia (2009). Armenia (2018). Bielorrusia (2020). Y nada más empezar en 2022, Kazajistán. En los últimos días, el mayor y más importante país de Asia Central ha unido su nombre a la lista de repúblicas de la antigua URSS que durante las dos últimas décadas han vivido movimientos masivos de protesta de carácter antigubernamental, con capacidad para hacer tambalear los respectivos regímenes, en algunos casos con suficiente fuerza como para tumbar gobiernos y forzar cambios en las estructuras de poder. Algunas de estas (especialmente Georgia, Ucrania y Kirguizistán) fueron catalogadas como “revoluciones de colores”, y criticadas por parte de Rusia ante la supuesta participación y fomento por parte de EE.UU. y los países europeos, que Rusia consideró acciones de injerencia en su zona de influencia.

 

Las protestas en Kazajistán se iniciaron el 2 de enero en la región occidental de Mangistau, originadas como movilizaciones contra la subida del precio del gas licuado de petróleo -muy utilizado en el país para hacer funcionar los vehículos-, extendiéndose rápidamente a otras ciudades y zonas del país, y evolucionando hacia demandas antigubernamentales, pidiendo el cese del gobierno y que el expresidente Nursultan Nazarbayev fuera apartado de cualquier responsabilidad de poder. La gran desigualdad económica interna, la carencia de perspectivas para grandes capas de la población en las regiones más desfavorecidas, así como el elevado grado de autoritarismo y de represión política, se encuentran en el origen del creciente descontento social.

 

En este contexto, entre los días 4 y 5, en diversas ciudades, especialmente en Almaty, la capital histórica del país, la naturaleza de las protestas viró hacia acciones de gran violencia, toma e incendio de varios edificios públicos e infraestructuras como aeropuertos, así como sedes del partido oficialista Nur Otan, y se sucedieron múltiples actos de vandalismo y saqueo, generando situaciones de caos, con múltiples muertos y heridos, y las autoridades aparentando el control de varios puntos del país.

 

Estos hechos fueron duramente criticados por el presidente kazajo Kassim-Jomart Tokaiev, tildándolos de ‘acciones de terrorismo’ y declarando el estado de emergencia, y se produjo un apagón de internet que todavía hoy dura. Tokayev cesó al gobierno y se autonombró nuevo jefe del Consejo de Seguridad de Kazajistán, cesando del cargo el “padre de la patria” Nursultan Nazarbayev, quien se había mantenido al frente de éste a pesar de dejar la presidencia en 2019. La operación de Tokayev para librarse definitivamente de la tutela de Nazarbayev incluyó también el relevo de su cargo Karim Massimov, hombre muy cercano a Nazarbayev, como jefe del KNB, el servicio de seguridad del país, y el nombramiento de un nuevo primer ministro en funciones de su confianza. Cabe recordar que Nursultan Nazarbayev dejó la presidencia del país en 2019, después de ocupar el cargo desde la independencia del país en 1991 y gobernarlo durante tres décadas con mano de hierro. A pesar de dejar la presidencia, mantuvo la denominación de “padre de la patria” -e incluso la capital, Astana, se rebautizó bajo su nombre ‘Nursultan’ en 2019- y se mantuvo en el poder en la sombra directamente y a través de personas cercanas a él ocupando puestos de responsabilidad en los aparatos de seguridad del Estado.

 

El mismo miércoles día 5, se inició una operación militar para recuperar el control de la ciudad de Almaty, y Tokaiev pidió asistencia a la OTSC -Organización del Tratado de Seguridad Colectiva-, alianza militar liderada por Rusia, creada a principios de los años noventa con la disolución de la URSS, y formada por seis exrepúblicas soviéticas, incluida la propia Kazajistán. Una solicitud que fue aceptada, con un envío de tropas al país que ya se ha iniciado, con un total de cerca de 2.500 efectivos -Rusia aportando la mayoría, Bielorrusia 500, Tayikistán 200 y Armenia 70, y el Kirguistán 150, aunque esta cifra podría incrementarse. Se trata de la primera vez que el OTSC despliega fuerzas para apoyar a un aliado que lo solicita, después de haber rechazado peticiones en al menos dos ocasiones más en el pasado: de Kirguizistán, durante los disturbios étnicos masivos en el 2010, y de Armenia en el 2021, cuando Azerbaiyán hizo incursiones militares en su territorio.

 

Tokaiev ha ido endureciendo su tono, y el viernes hizo pública la orden dada a las fuerzas de seguridad de “disparar a matar sin aviso” contra los “terroristas”, negando cualquier posibilidad de diálogo. Por el momento, las protestas y disturbios se saldaron con 160 muertos entre los manifestantes, y 29 entre las fuerzas de seguridad, con un total de 1.800 heridos y cerca de 4.000 detenidos. Aunque los focos de tensión se han estabilizado, las protestas han continuado en diversas ciudades, especialmente en las regiones occidentales del país, éstas de carácter pacífico, cuyas demandas incluyen también medidas como la subida de los salarios y de las pensiones mínimas, o la liberación de los manifestantes encarcelados. A día de hoy, el movimiento de protesta sigue sin tener liderazgos visibles.

 

¿Por qué es importante Kazajistán?

 

País con una de las principales reservas de hidrocarburos del planeta, su producción de petróleo vivió un crecimiento espectacular desde el año 1995 debido en buena parte a la entrada en el país de compañías petroleras extranjeras, sobrepasando el millón de barriles diarios desde 2003 y situándose en segunda posición entre las antiguas repúblicas de la URSS, sólo por detrás de Rusia. La compañía petrolera y de gas pública KMG, creada en 2002, representa los intereses estatales en la industria de los hidrocarburos, y en el país operan compañías extranjeras como ExxonMobil, Shell, Total, ConocoPhillips, Eni, China National Petroleum Corporation (CNPC), PetroChina , Lukoil, etc. El principal productor en el país es todavía la compañera americana Chevron, la cual lleva operando en el país ya desde la época soviética. Sin embargo, en la actualidad el gobierno kazajo prioriza los acuerdos estado-estado con compañías estatales de otros países, especialmente rusas y chinas.

 

Kazajistán es uno de los principales suministradores de petróleo de la UE, buena parte del cual es transportado a través de los oleoductos que atraviesan Rusia. Kazajistán es también rico en otros hidrocarburos como el gas, y minerales como el uranio, necesario para la producción de energía nuclear, siendo el tercer suministrador más importante de la UE, sólo por detrás de Nigeria y de Rusia. Estos factores toman aún más relieve en plena crisis energética en el continente europeo, y con el debate abierto en torno al papel que debe jugar la producción de energía nuclear durante la llamada transición ecológica. En este sentido, no deja de sorprender que un país con esta riqueza energética en cuanto a fuentes de energía tenga problemas para suministrar a su propia población a unos precios que se pueda permitir, y que este hecho sea el desencadenante de movimientos de protesta. Y es que, por motivos de rentabilidad, a los productores les sale mucho más a cuenta exportar que suplir al mercado interno, donde los precios son muy inferiores.

 

Situado en el corazón del continente Eurasiático, Kazajistán representa nada menos que 7.512 km de los 20.241 km de frontera externa rusa. En el país se encuentra el cosmódromo de Baikonur, utilizado por Rusia para sus lanzamientos espaciales, y las fuerzas rusas llevan a cabo ensayos balísticos de forma regular en territorio kazajo. Uno de los miembros fundadores de la Unión Económica Eurasiática impulsada por Moscú, la importancia estratégica que para Rusia tiene Kazaskhtan -junto con el resto de los conocidos como “stans”- es también la de jugar un papel clave en tanto que zona ‘buffer’ contra el terrorismo yihadista y los flujos de tráfico de drogas provenientes de Afganistán. La puesta en marcha en 2001 de la Organización de Cooperación de Shanghai (SCO), por parte de Moscú y Beijing, junto a Kazajistán, Kirguizistán, Tayikistán y Uzbekistán, y a la que se han ido unido otros países asiáticos, revela la importancia que para estas dos potencias tiene Asia Central, sirviendo también como foro donde rusos y chinos puedan alinear sus intereses económicos y de seguridad en la región, tratando de no pisarse mutuamente, y gestionando sus desconfianzas mutuas.

 

En el caso de China, Kazajistán es un socio fundamental también como uno de los países que más se ha implicado en la iniciativa conocida como ‘Franja’ y la ‘Ruta’ o ‘Nueva Ruta de la Seda’ (la cual de hecho fue anunciada por Xi Jinping en septiembre de 2013 en la capital kazaja), como suministrador energético, y por tener frontera con la región más sensible a nivel de seguridad para China como es el Xinjiang, con una población importante de uigures viviendo en Kazakhstan y en otros países de Asia Central, todos ellos compartiendo identidad túrquica. Así, con una zona del Indo Pacífico en plena escalada militar por la competición entre China y EEUU y aliados, a Beijing le conviene tener sus fronteras occidentales lo más estables posibles, y en este sentido Kazajistán y el buen entendimiento con Rusia juegan un papel fundamental.

 

Por lo que respecta a la Unión Europea y EE.UU. más allá de la dimensión energética, la relevància de Asia Central a nivel militar y logístico es incrementó exponencialmente en 2001 con la invasión de Afganistan, ya ha vuelto a tomar relevancia con la salida de ese país, y los riesgos para una mayor inestabilidad regional que ésta ha generado, habiendo multiplicado tanto americanos como europeos su presencia diplomática en la región durante los últimos meses de 2021. Otro actor con mucho en juego en Kazajistán es Turquía. Erdogan considera el país centroasiático una pieza clave en sus planes para fortalecer la integración de los países túrquicos hasta el marco del Consejo de Cooperación de los Países Turcohablantes creado en 2009, y los vínculos culturales, económicos y militares a nivel bilateral se han intensificado durante en los últimos años. Un estrechamiento de las relaciones que no es vista con buenos ojos desde Moscú.

 

A nivel global, el país se convirtió en 2021 en la segunda potencia mundial para la minería de criptomonedas después de Estados Unidos -18% del total-, cuando China tomó medidas contra la actividad de la minería de bitcoins y buena parte de los desarrolladores se instalaron en Kazajistán. Así, los acontecimientos de los últimos días, y especialmente el apagón de internet, está teniendo unos efectos sobre la cotización mundial de bitcoins, que ha sufrido importantes pérdidas.

 

Posibles implicaciones y escenarios

 

Nacido con la disolución de la URSS, en 1991 y en ausencia de movimientos o reivindicaciones independentistas los líderes políticos kazajos (con Nazarbayev ya al frente) se encontraron de un día para otro con una soberanía que gestionar, por la cual no habían luchado. A pesar de haber sido considerado en los últimos años un paradigma de estabilidad, progreso económico y de política exterior multivectorial en la región (promoviendo vínculos y acuerdos con todos los actores globales y regionales), los hechos de los últimos días han mostrado la debilidad y la carencia de resiliencia del Estado kazajo, el cual en pocas horas se ha visto incapacidad para controlar una situación muy volátil y de ejercer el monopolio de la violencia en diversas zonas del país. A estas alturas siguen abiertos muchos interrogantes sobre el origen de la violencia, los asaltos y disturbios que se generaron en cuestión de horas en Almaty y otras ciudades, y los errores en materia de seguridad que se produjeron por parte de las fuerzas públicas, todo ello en medio de una lucha entre clanes y facciones rivales por el poder en el Estado.

 

En cuanto a la vertiente externa, lo que inicialmente estaba suponiendo un problema grave para Vladímir Putin, con una revuelta en contra de uno de sus principales aliados en el espacio exoviético justo cuando se produce un pulso histórico de Rusia con los EEUU y la OTAN, puede haberse convertido en una oportunidad en el sentido de reforzar su capacidad de influencia sobre este país, y enviar un aviso para navegantes. A pesar de ser un despliegue reducido, la presencia militar rusa en Kazajistán dentro de la misión de la OTSC se convierte en un elemento fundamental a nivel político, para contribuir a la estabilidad de un régimen kazajo debilitado y en proceso de reconstrucción en torno a la figura del presidente Tokayev, en plena operación para aislar a los sectores cercanos a Nazarbayev del poder. De rebote, permite otorgar a Rusia un mayor poder y capacidad de veto en cuestiones de política interna y externa de ese país. En este sentido, a pesar de tratarse de una jugada arriesgada, en tanto que de no estabilizarse la situación las unidades rusas podrían verse atrapadas en nuevas espirales de violencia interna, en caso de salirle bien a Putin, ésta puede contribuir a una mayor integración entre Rusia y Kazajistán, y a que la capacidad de Kazajistán de ejercer una política exterior multivector se vea reducida sustancialmente en beneficio de los intereses rusos, especialmente en lo que respecta a sus tratos con China, con Turquía y con los países occidentales.

 

Al igual que la crisis política en Bielorrusia iniciada en agosto de 2020, y la Segunda Guerra del Karabakh de otoño del mismo año 2020, permitieron a Moscú aumentar su capacidad de influencia sobre Bielorrusia y Armenia, con apoyo económico en un caso y el despliegue de tropas de interposición en el otro, los acontecimientos de los últimos días le han permitido hacer lo mismo con Kazajistán. La activación de la OTSC como organización basada en que sus miembros puedan apoyarse mutuamente a la hora de reprimir futuros movimientos de protesta que se puedan dar, seguro marca un precedente poco optimista en cuanto a un hipotético desarrollo democrático de esa región. De rebote, contribuye a que se vaya borrando la línea que separa los asuntos “externos” de los “interno”, difuminándose el alcance de conceptos como soberanía, corresponsabilizando al conjunto de sus respectivos asuntos, con Rusia jugando un papel central como “patrón” de la estabilidad regional.

 

Por último, a pocos días de que se produzcan las negociaciones entre Rusia y EEUU (y la OTAN) sobre la cuestión ucraniana en Ginebra, con su rápida respuesta ante la crisis en Kazajistán el Kremlin reafirma el mensaje de que es la única potencia dispuesta a llevar a cabo operaciones militares en el espacio exsoviético en caso de considerarlo necesario, como ya ha afirmado recientemente que está dispuesto a realizar en Ucrania, en caso de que sus demandas sobre la redefinición de la seguridad en el Europa oriental y el fin de la expansión de la OTAN no sean satisfechas.

 

 

¿Qué ocurre en Kazajistán?

Alfred Bosch

EL MÓN

 

Ya hace unos días que nos llegan informaciones sobre los disturbios de Kazajistán. Poco sabemos, más allá de que se ha producido una represión feroz con docenas de muertos y la apariencia que todo ello ha surgido como un hongo en una región de la que nos llegan pocas noticias. La versión aceptada es que han subido los precios del carburante y que esto ha desatado unas protestas que el régimen no ha sabido asumir con demasiada paciencia. También se trata de una zona estratégica del mundo y un cruce de caminos y una serie de estereotipos que se han ido repitiendo en la mayoría de los medios.

 

Quizá habría que empezar diciendo que la subida de precios no ha sido nada bien recibida por la población porque se considera una injusticia especialmente hiriente, en un país enorme que es un destacado productor de carburantes. Es la gota que ha colmado el vaso en una sociedad que ha visto aumentar la riqueza en los últimos años, pero dejando fuera de la prosperidad a la mayoría de la población –que vive rozando el umbral de la pobreza. No han ayudado la corrupción de los dirigentes y obras faraónicas en las principales ciudades, con grandes avenidas, edificios de mármol y siempre cultivando la adulación del líder Nursultan Nazarbayev –el cual puso su nombre a la nueva capital.

 

Las revueltas deben entenderse, pues, como un fuerte correctivo contra el octogenario Nazarbayev. Aunque formalmente abandonó el poder en 2019, ha continuado dirigiendo el país desde la sombra, a través de su sucesor Tojayev. El país logró la independencia en 1991, casi por carambola tras la disolución de la URSS; y ha sido una de las repúblicas que menos se ha transformado en términos políticos. El propio Nazarbayev, procedente de la nomenklatura soviética, ha sido su presidente durante cerca de treinta años. A resultas de las protestas fue cesado de todos sus cargos, pero queda por ver si realmente se jubilará en el ejercicio del poder.

 

En el fondo, detrás del conflicto se puede leer la complicada relación con los poderosos vecinos y sobre todo Rusia y China. Durante muchos años, Nazarbayev jugó con destreza un buen entendimiento económico con Beijing, pero siempre manteniendo la alianza preferente con Rusia y de algún modo, dejándose satelizar por Moscú. Su apuesta no era tan diferente a la que habían mantenido los líderes de Ucrania antes de que todo saltara por los aires con las revueltas de Maidan. En ese caso, no sabemos si el efecto de los disturbios será comparable. Parece que no, porque el gobierno kazajo ha desplegado una mano de hierro y además ha invitado a tropas rusas a ayudarle para sofocar la revuelta.

 

No está claro que los manifestantes sean anti-rusos, ni que haya una mano oscura occidental tras los disturbios; pero sin duda los activistas protestan contra el régimen kazajo actual, que a su vez es un firme aliado de Vladimir Putin. Por tanto, sí que las protestas pueden tener consecuencias geoestratégicas, aunque el detonante sea estrictamente local. Como en Ucrania y otras exrepúblicas soviéticas, existe una presencia muy destacada de población rusófona (un 50%) y de personas que se consideran étnicamente rusas (cerca de una cuarta parte). El equilibrio es delicado y cualquier descalabro podría ponerlo en peligro.

 

Parece difícil que Putin quiera anexionarse ​​Kazajistán al estilo de lo que hizo con Crimea; esto le traería demasiado dolores de cabeza militares y una fuerte oposición internacional. Si la violencia escalara, y el gobierno kazajo diera la espalda a Moscú no podemos descartar que el norte de Kazajstán siguiera los pasos del Donbass en Ucrania, es decir una secesión de facto con el apoyo indirecto del Kremlin. Pero lo más probable es que Rusia acabe satelizando un poco más este Estado, como está haciendo con Bielorrusia. Que garantice la presencia permanente de tropas rusas, el control del cosmódromo de Baikonur y un considerable peso en las grandes decisiones económicas.

 

Empieza a convertirse en una pauta habitual. Rusia es de momento demasiado débil para restituir la URSS, pero es lo suficientemente fuerte como para hacer de hermano mayor con algunas repúblicas, o con algunas partes de ellas. Detrás de todos estos movimientos siempre nos tropezamos con tres directrices rusas; primero, la prioridad económica del Kremlin, que pasa por las reservas y el suministro de gas o petróleo. En segundo lugar, la explotación de las comunidades rusófonas y sus sentimientos en cada territorio, dado que éstas no siempre han digerido bien el hundimiento de aquella casa común que era la URSS. Y por último, la visión imperial expansiva que caracteriza el mandato del zar Vladimir Putin. En resumen, a la hora de determinar el futuro, es posible que lo que opinan los propios kazajos tenga muy poca importancia.