La única cárcel de curas del mundo estaba en Zamora

El documental ‘Apaiz kartzela’ recoge la vivencia de los religiosos que pasaron entre 1968 y 1976 por esta prisión concordataria creada por el franquismo con el beneplácito del Vaticano

En las postrimerías del franquismo, el régimen reaccionó a la incipiente oposición que llegaba desde un sector minoritario del clero con una apuesta sin precedentes: una prisión destinada a curas que eran vistos como elementos subversivos. El lugar escogido fue el penal de Zamora, erigido como una cárcel concordataria que contaba con el beneplácito del Vaticano. El documental Apaiz kartzela (La cárcel de curas) rescata ahora la terrible vivencia del centenar de religiosos represaliados por su posición política en aquella prisión.

Esta producción plantea una especie de road movie que lleva, medio siglo después, a cuatro de aquellos religiosos a este penal. Josu Naberan, Juan Mari Zulaika, Xabier Amuriza y Eduard Fornes son los protagonistas principales de este relato, que se completa con la aportación de una treintena más de entrevistas.

El propio documental relata la ingeniería que tuvo que hacer el régimen para habilitar la que fue la única cárcel de curas del mundo. En pleno franquismo, los acuerdos con la Santa Sede establecían que un sacerdote no podía ser juzgado por un tribunal civil sin el permiso de la autoridad eclesiástica. El régimen, sin embargo, utilizó el propio Concordato con el Vaticano para justificar la puesta en marcha de la prisión, siempre con el visto bueno de la Santa Sede.

La cárcel concordataria se habilitó en 1968 en uno de los pabellones de la prisión provincial de Zamora, separado del resto de módulos. Tenía plazas para medio centenar de reclusos, aunque por sus celdas pasaron hasta 1976 un centenar de religiosos.

“Hay que entender el contexto de aquella época. Existía un movimiento de curas contestatarios con el régimen y, a nivel internacional, se estaban produciendo muchos cambios en el mundo: eran los años 60, mayo del 68… Ese movimiento de los curas adquiere especial relevancia en Euskal Herria, aunque entre los encarcelados hay también catalanes, gallegos y algún religioso procedente de Madrid”, señala Oier Aranzabal, codirector del documental junto a Ritxi Lizartza y David Pallarès.

Según relata el historiador Francisco Fernández Hoyos en su obra sobre esta prisión, el primer recluso en ingresar, en el verano de 1968, fue Alberto Gabikagogeaskoetxea por “haber pronunciado una homilía subversiva”. No tardaron en seguirle los franciscanos Felipe Izagirre y Juan Mari Zulaika, por haber asistido al Aberri Eguna, o Domingo de Artetxe, multado por no haber llevado la bandera de España a la fiesta del pueblo.

“El predominio numérico de los vascos entre los sacerdotes encarcelados se explicaba por determinadas razones políticas e históricas. Durante la Guerra Civil, muchos sacerdotes de Euskadi se opusieron a la rebelión franquista o, como mínimo, no le prestaron su apoyo. Muchos fueron represaliados: 16 fueron condenados a muerte, 278 encarcelados y 1.300 trasladados a diócesis lejanas”, recoge Fernández Hoyos.

En Catalunya también existía un importante movimiento de curas opuestos al régimen, con hitos como las declaraciones del Abad Escarré a Le Monde en 1963 y su posterior exilio o la manifestación de curas en Barcelona en 1966. Se trata de una cuestión ampliamente estudiada por Andrew Dowling en La Reconstrucció Nacional de Catalunya 1939-2012, donde subraya cómo “la preservación y recuperación de la identidad catalana durante los años más brutales de la dictadura se articuló”, en gran medida, “alrededor de la Iglesia”.

Más allá de la cuestión nacional, los curas que ingresaron en la prisión de Zamora estaban involucrados también en el movimiento obrero. Veían una contradicción evidente entre el mensaje cristiano y el nacionalcatolicismo. La cárcel se convirtió en un entorno propicio para profundizar en su politización.

“En el caso de los curas vascos, estaban vinculados al movimiento obrero, pero el componente abertzale y euskaltzale era muy claro. Entre los curas gallegos o especialmente los catalanes podía haber algunas similitudes desde el punto de vista de la cuestión nacional, aunque los parámetros eran diferentes. Y en el caso de uno de los sacerdotes procedentes de Madrid, que era comunista, la diferencia era aún más notoria. Sin embargo, la cárcel se convirtió en un lugar en el que tuvieron mucho tiempo para debatir y se politizaron de manera recíproca. La propia época que les tocó vivir les había politizado, pero la prisión ahondo en ese proceso y les puso en contacto con diferentes movimientos”, añade Aranzabal.

El paso por la prisión de Zamora supuso una experiencia particularmente traumática para la mayor parte de los curas. Se trataba de una de las prisiones más frías de España y no estaba preparada para estancias largas. Algunos reclusos fueron torturados y otros, como Jon Etxabe, pasaron uno de sus siete años en Zamora en celdas de castigo.

Los curas respondieron a la represión del régimen con protestas reiteradas e incluso un contundente motín en 1973.

“Perfectamente organizados, destruyeron en menos de cinco minutos todos los objetos que se encontraban a su alrededor: sillas, mesas, puertas, colchones y casi todos los cristales. Lanzaron por el patio el televisor e incluso quemaron el altar con furia bíblica”, recoge la obra de Fernández Hoyos sobre esta prisión. También protagonizaron huelgas de hambre y un espectacular intento de fuga descubierto en el último momento.

La mayor parte de los presos que padecieron aquella experiencia terminarían colgando el hábito. “Juan Mari Arregi dice una frase en el documental que refleja bien su experiencia: ‘Queríamos cambiar la Iglesia; pero fue la Iglesias la que nos cambió a nosotros’. La gran mayoría abandonó la Iglesias Católica, pero absolutamente todos mantuvieron su militancia política y social”, indica Aranzabal.

El pabellón destinado a los curas dejó de funcionar como cárcel concordataria en 1976 y la prisión se cerró de manera definitiva dos décadas después. En el año 2009 Daniel Monzón rodó Celda 2011 en este penal, aunque los realizadores de Apaiz kartzela tuvieron problemas para poder grabar en su interior (lo lograron gracias a la mediación del diputado jeltzale Aitor Esteban).

“Existen muchos agujeros en nuestra memoria. Este es solo uno más, como lo puede ser la historia de las 11 de Basauri, mujeres acusadas de haber abortado. La mayoría de los de mi generación no tenemos ni idea de aquello”, indica Aranzabal.

Este documental, producido por Maluta Films, Azaroa Films, Zabriskie Films, continúa recorriendo cines de toda España. El objetivo de sus productores es que después pueda dar el salto a las plataformas

VIDEO: https://www.youtube.com/watch?v=samdBLuXKCo

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