Un ‘reencuentro’ imposible

El asunto del MHP Carles Puigdemont en Alguer, cuestiones judiciales aparte, ha vuelto a poner en evidencia la naturaleza del conflicto entre Cataluña y España.  Y muy particularmente, una de las especificidades más relevantes y que explican, en las circunstancias actuales, su casi imposible resolución.  Hablo de lo que muestra el tratamiento informativo aquí y allá tanto del president como de la resolución judicial que la ha vuelto a dejar en libertad.

Así, si atendemos a la narrativa periodística en España y en Cataluña sobre la detención y posterior decisión judicial, queda en evidencia que en un lugar y al otro se viven dos realidades desconectadas.  No es que se tengan dos opiniones confrontadas de un mismo evento, sino que en la mirada de unos y otros hay dos realidades disociadas.  Para decirlo en términos más académicos, hay dos ‘frames’, dos marcos de lectura de los hechos que los convierte en dos mundos alternativos aunque los protagonistas, los espacios e incluso las imágenes sean las mismas.  El caso daría para una de estas películas de ficción en que se viven realidades divergentes al tiempo que paralelas.

Me interesa mucho señalar que no estamos hablando de dos opiniones opuestas sobre los mismos hechos.  Después de todo, la discrepancia es propia de las sociedades abiertas, plurales y diversas, y esto lleva a disensiones parciales, pero no totales.  Puede haber, por ejemplo, opiniones polarizadas respecto del modelo económico deseable, y sin embargo compartir la pertenencia nacional.  O uno puede identificar con equipos de fútbol rivales, pero esta rivalidad sólo se puede materializar participando en una misma competición y aceptando unas mismas reglas de juego.  En Cataluña, en el caso de la aspiración independentista, podemos discutir qué grado de polarización política es soportable sin que se creen dificultades de convivencia.  En cambio, no hay una polarización significativa a raíz del derecho de autodeterminación en el que el consenso llega a incluir más de tres cuartas partes de la población.

En cambio, con respecto al conflicto entre España y Cataluña no hay polarización sino escisión.  No hay división de opiniones sino lecturas divergentes de los mismos hechos.  Observados con un marco mental o con el otro, se ve cosas que no tienen ninguna conexión entre sí.  Lo hemos visto estos días: allí donde se ve un político que se ha entregado a la justicia (europea), en el otro lado se ve un fugado perseguido por la justicia (española).  Donde unos ven un líder valiente, los demás ven un delincuente cobarde.  Y eso no lo consideran opiniones, sino realidades fácticas.  En definitiva: la disputa política no tiene una base factual común.

Entre España y Cataluña, pues, la partida se juega en campos diferentes y con reglas de juego incompatibles.  La segregación en la representación de la realidad comporta disociación en la percepción de los hechos, en su significación moral, y se traduce en una ruptura emocional profunda.  Una escisión que es construida, mantenida y exacerbada por unas lógicas informativas prácticamente unánimes dentro del sistema comunicativo español porque allí, con el apoyo del Estado, la unidad nacional queda por encima de todo.

En Cataluña, en cambio, no hay unanimidad en la lógica informativa, lo que contribuye a la polarización interna pero no hasta el punto de dividir la sociedad catalana.  En todo caso, puede haber una parte de la ciudadanía -quizás este 6,5% que se consideran “españoles que viven en España” (CEO, Encuesta sobre contexto político, de mayo de 2021) -, que puede estar exclusivamente vinculada al marco comunicativo español a través de sus canales televisivos, pero que viviendo aquí y debiendo hacer aquí la vida de cada día, les debe ser imposible ser totalmente impermeables a la realidad catalana.

En definitiva, aquí hay polarización ante una realidad común, pero escisión entre las dos realidades, de aquí y de allí.  Una disyuntiva de resolución imposible -un “reencuentro” quimèrico- si no cambia la estructura política que fabrica la autopercepción nacional de cada una de las dos partes.

LRP.CAT