Vayan fanfarroneando, vayan

Soy de la opinión que hay un hilo que liga la estupidez sostenida por Salvador Illa y el exabrupto soltado por Ada Colau. Añadir la última de Fernando Aramburu: “En Cataluña se están fabricando seres humanos fallidos”, en relación con los independentistas. Uno dijo que no exageraba nada si decía que los diez años del proceso han sido los peores de la Historia de Cataluña en los últimos 300. El otro dijo, en referencia a un posible referéndum de autodeterminación, que “la gente ya no está para tonterías “(“tonterías”, literalmente). El tercero, que instruimos a los niños en el odio a España.

Es una pérdida de tiempo querer contradecirlos. Otros ya lo han hecho con solvencia. Pero sobre todo por la obviedad tanto de la animalada histórica del uno, como de la voluntad de provocar del otro y aún por la obcecación del tercero. En todo caso, sólo señalaré tres detalles. Que Illa añadiera que lo decía “sin exagerar”, quiere decir que era muy consciente de la barbaridad dicha para añadir confusión al espíritu de almas cándidas, que hay más de lo que creemos. Que Colau se refiere a la actitud de “la gente”, así en general, y no a los catalanes o los votantes, señala una actitud de desprecio hacia el ciudadano que es tratado al por mayor. Y que Aramburu haya utilizado el caso de un muerto de ETA para ilustrar su “conocimiento personal” de quiénes somos, delata que políticamente piensa con las tripas.

Mi opinión es que se trata de afirmaciones que son consecuencia de una única lógica. Forman parte del intento de degradar todo lo que ha sido el proceso. Va de banalizar la represión política del 1-O. Y, en definitiva, se trata de la voluntad de demonizar la aspiración independentista. No son, por tanto, resultado de algún desliz involuntario o de un momento de descontrol en medio de una discusión encendida. No son majaderías dichas por personas simples. No: forman parte de este intento poco o muy desesperado de denigrar y humillar la aspiración de una mayoría catalanes, indiferentes aparte. Y no es casualidad que esto se produzca en un momento de aturdimiento del independentismo. La situación actual recuerda con mucha exactitud el período posterior a la derrota política por el fracaso de la reforma del Estatuto de 2006. Después de aquel Estatuto del que, según Alfonso Guerra -presidente de la Comisión Constitucional del Congreso de Diputados-, no había quedado nada en relación a lo que había presentado el Parlament de Cataluña, varios representantes destacados tanto del PSOE y del PP como de otras instancias estatales, se abalanzaron contra el catalanismo hasta el extremo que les estorbaba el mismo Pascual Maragall. ¿Hay que recordar a aquel antiguo alcalde de A Coruña y embajador en el Vaticano, Francisco Vázquez, que explicaba que a los niños que hablaban castellano en el patio de la escuela se les marcaba como se había hecho a los niños judíos con una estrella?

Ahora, se repite el esquema. Si, cuando el independentismo se veía fuerte, Miquel Iceta había llegado a decir -no hace tanto- que una reclamación de referéndum sostenida en el tiempo debería ser atendida, o si la misma Colau había tenido el referéndum en su programa electoral, la deriva actual del PSC y los Comunes delatan esta voluntad de humillación, para rematarlo emocional y políticamente ahora que se siente débil. Porque, ¿qué diferencia el “pensamiento” de aquel Vázquez con las últimas declaraciones de Aramburu sobre los niños catalanes?

La verdad es que no me veo capaz de hacer ningún pronóstico. Pero sí he sostenido en varias ocasiones que el cambio acelerado de chip mental a favor de la independencia tuvo mucho que ver con aquellas intimidaciones. Había quien había sostenido que una derrota de la reforma del Estatuto produciría una derrota moral irreparable entre los catalanes. En cambio, mi tesis es que, todo lo contrario, la humillación tras la derrota es lo que provocó la reacción. Y para apoyarlo, he mencionado autores más que relevantes en el estudio de otros procesos de humillación como Bertrand Badie, Dennis Smith y, sobre todo, Evelin Lindner.

De modo que, quién sabe, también podría ser que provocaciones como las de Illa, desprecios como los de Colau o mentiras insultantes como las de Aramburu volvieran a cargar las pilas de los catalanes. ¡Y ya sería grande que fueran ellos los que finalmente ampliaran la vía a la independencia! Grande, y paradójico claro, porque al final resultaría que el nuevo despertar nacional no habría venido tanto las apelaciones a las políticas sociales progresistas y de izquierdas, sino del abandono y falta de respeto de esta izquierda a la autoestima nacional de los catalanes. Quizás haya que repasar las tesis de Isaiah Berlin sobre cuáles son las bases de los movimientos sociales que realmente han triunfado a lo largo de la historia de los últimos siglos.

Publicado el 13 de septiembre de 2021

Núm. 1944

EL TEMPS