El 26 de abril de 1937 tras la sublevación militar franquista que derivó en la Guerra Civil española (1936-1939) con la ayuda del nazismo alemán, Legión Condor y el fascismo italiano, Aeronautica Militare Italiana, se produjo uno de los primeros bombardeos de una población civil en el mundo que la humanidad conoció, la masacre de Gernika. A su vez fue el inicio del verdadero terrorismo en Euskal Herria que prosiguió muchas décadas después con la monarquía hasta hace pocos años. La hecatombe humana y la simbología de Gernika motivó a Pablo Picasso (1881-1973) en una contundente reacción inmediata desatando toda su furia creativa y con una entrega total empieza a pintar el 11 de mayo terminando el 4 de junio. Como resultado surgirá un cuadro «Guernica» de grandes dimensiones, 349 x 776 centímetros, representando una pletórica simbiosis de arte y denuncia.
Rápidamente se convertirá por la relevancia de su autoría, contenido y repercusión universal, en una de las obras pictóricas maestras de la época moderna, en un patrimonio espiritual y cultural de la humanidad. Como acertadamente describió el crítico de arte, ya fallecido, Santiago Amón. “El Guernica es el grito último más terrible que se ha lanzado en la Historia del Arte”.
En 1955, Nelson Rockefeller nieto del creador del multimillonario emporio familiar encargó un tapiz de idénticas dimensiones al taller de la artista francesa Jacqueline de La Dürbacha Baume-Dürrbach, que fue supervisado por Picasso, y cedido en préstamo en 1984 a la sede de United Nations (Naciones Unidas) en New York instalándose en lugar muy estratégico a la entrada del Security Council (Consejo de Seguridad).
Después de 35 años de exposición permanente como un manifiesto, más bien teórico pasivo, contra los conflictos bélicos en el mundo su hijo Nelson A. Rockefeller Jr, como legítimo propietario, en nombre de The Rockefeller Foundation de mutuo acuerdo con UN/ONU, retiró el tapiz el pasado mes de febrero de 2021, sin que se hayan hecho públicos los motivos por ninguna de ambas partes. Este organismo está estudiando opciones, son varias las propuestas enviadas por diferentes países, para el emplazamiento de una obra artística de relevancia y sentido global.
El gran artista vasco Jose Luis Zumeta, comprometido con la identidad cultural de nuestro país, fallecido hace justo un año, el 23 de abril, en plenitud de actividad, como una visión contemporánea de la masacre de Gernika y quizá también como homenaje a Picasso, concibió en 1999 un gigantesco mural en óleo sobre lienzo de una incontenible y explosiva catarata de color síntoma de una profunda rebeldía y del dolor del pueblo vasco contra la barbarie. Es casi de idénticas dimensiones (Picasso 349×777 cm, Zumeta 350×780 cm).
Este Gernika que despide y denuncia el siglo de las masacres bélicas se sitúa en la contemporaneidad pictórica vasca y tiene, aunque inaudible, una radical estructura musical: el Gernika. Lekeitio 4 de su amigo e inolvidable Mikel Laboa (1934-2008). Un monumento sonoro con una composición narración-grito, gemido-lamento que se vincula mutuamente con los contundentes trazos pictóricos del cuadro, se interpretó por primera vez en la villa foral en 1972 y posteriormente en la Biennale di Venezia en 1976.
Si Eusko Jaurlaritza tuviera un mayor aprecio por la cultura propia alguno de sus burócratas responsables, ya debiera haber pensado algo sobre la oportunidad de ofrecer esta colosal obra para su sustitución al referido organismo mundial. Pero viendo la inhibición ante la catastrófica intervención en el Museo de BBAA de Bilbao nada puede esperarse de los cargos políticos. Esta reposición restablecería además de la adecuada relación espacial entre la obra artística y el espacio donde se situaba, el equilibrio temático con otra contundente expresión artística 84 años más tarde pero con un cambio radical compositivo y colorido, del blanco, gris y negro a una implosión multicolor.
Es evidente que esta gestión con UN/ONU debería tramitarse a través del Ministerio de Cultura del Gobierno español, quien tiene la facultad exclusiva de relaciones oficiales exteriores además de su representación política en dicha sede. Las condiciones de cesión sería un asunto jurídico a tratar entre la familia, propietaria del cuadro, el Gobierno Vasco como intermediario y la propia organización mundial, pero una podría ser hasta que Euskal Errepublika tenga representación en dicha organización en cuyo momento se debería tratar de nuevo su presencia.