Tal día como hoy del año 1525, hace 496 años, Hernán Cortés, jefe militar de las fuerzas conquistadoras hispánicas del territorio llamado Nueva España (actualmente México), ordenaba el asesinato de Cuauhtémoc, el último emperador de la nación azteca. Cuauhtémoc había sido derrotado y capturado por los hispánicos el 13 de agosto de 1521, en la batalla del Canal de los Toltecas y, hasta la fecha en que fue asesinado (28 de febrero de 1521), estuvo en situación de cautiverio.
Según las mismas fuentes documentales hispánicas (las crónicas coetáneas de Bernal Díaz del Castillo y de Francisco López de Gómara), los hispánicos suponían que Cuauhtémoc ocultaba un fantástico tesoro en algún lugar de Tlatelolco (la zona de los palacios de Tenochtitlán). Con el propósito de obligarlo a revelar el escondite del supuesto tesoro, lo torturaron repetidamente quemándole las manos y los pies con aceite hirviendo. Según las mismas fuentes, cuando fue ahorcado, era una triste sombra de lo que había sido.
Poco después, Hernán Cortés escribió una carta al rey Carlos de Gante donde se exculpaba del asesinato de Cuauhtémoc y cargaba las tintas contra sus subordinados. Cuauhtémoc, desde que había sido derrotado (1521), había sido forzado a convertirse en vasallo del rey de la monarquía hispánica y, por lo tanto, su ejecución sólo podía ser ordenada por Carlos de Gante. No obstante, la monarquía hispánica no investigó aquel magnicidio, ni se castigó a nadie por aquel asesinato.
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