Confinamiento, un tiempo desaprovechado

En este tercer día, de la tercera década, del tercer milenio parece adecuado hablar del tiempo, esa infinita e inmaterial dimensión que cuantifica la existencia de la humanidad y donde transcurre toda nuestra vida regulada por un calendario y un horario. Si algo interesante por funcional se puede encontrar positivo en esta pandemia es la posibilidad de apreciar las situaciones no negativas que ha producido sobre todo el confinamiento, especialmente el absoluto entre el 14 de marzo y el 28 de abril, así como las posteriores restricciones parciales, toques de queda y sus horarios condicionantes.

Sociólogos y otros muchos profesionales, probablemente, harán sus análisis e incluso conclusiones que exponer. El obligado vaciamiento urbano permitió apreciar una disminución drástica de la contaminación y un dominio absoluto del silencio y la limpieza, especialmente en los grandes núcleos, sobre todos los elementos que confluyen en la actividad pública, transportes, tráfico, ruidos callejeros, industriales.

Centrándonos en Euskal Herria, considerando que está regida por tres gobiernos diferentes y con sociedades diversas pero que los aspectos a valorar son comunes. En el ámbito domestico cambiaron radicalmente los modos de convivencia y costumbres, balcones y ventanas se convirtieron en expansivos observatorios de inéditos y bellos, paisajes urbanos. Asimismo, repercutieron en horarios domésticos de teletrabajo, estudio, descanso, comidas y hábitos de intensa comunicación telefónica. La televisión e internet adquirieron mucho más protagonismo y aquí radica el problema, la gran oportunidad perdida.

Empezando por ETB, dependiente del Departamento de Cultura del Gobierno Vasco, con su arraigada precariedad cultural. Enormes dosis de fútbol y deporte reciclados de acontecimientos pasados que ya son abusivos en una programación normal con cocineros a todas horas. Repeticiones de banales programas de antiguos presentadores que emigraron, afortunadamente, para la idiosincrasia que se debe suponer a una televisión vasca, además de los reportajes de productoras ajenas que devoran económicamente al ente público y minusvaloran su capacidad creativa propia. Un desastre de programación de un organismo público sin rumbo desde hace décadas y más desde que el PSOE introdujo a sus agentes con excelente salarios y toxicidad españolista.

Pero hay algo que resulta contraproducente a añadir en un año de desastre, dolor y tristeza. Se celebraba Euskaraldia, una campaña que alguien debería estudiar y decir sincera y científicamente lo que supone en la preocupante realidad lingüística cotidiana; pero también sin Araba Euskaraz, Ibilaldia, Kilometroak, Nafarroa Oinez, necesarios acontecimientos de reivindicación del euskera. Muchas personas hemos reprochado la absoluta abulia del Departamento de Cultura y Política Lingüística, y de ETB con tantos políticos en cargos, teóricamente responsables, en materia lingüística y también de los consejos de administración y de redacción del ente, para algo están. Considerando la cantidad de horas domiciliarias disponibles durante el confinamiento y que este medio dispone de al menos cuatro canales, es inconcebible que en ninguno se hubiesen programado cursos de euskera. Una forma útil, sencilla y cómoda de introducción y mejora en la lengua propia del país por un medio multitudinario. Esta omisión denota muchas negligencias. Soportamos una clase política de baja calidad incluso en aquellas materias más sensibles.

Reforma horaria

A su vez, el confinamiento y los toques de queda interpretados como unas semanas de reflexión, especialmente por las restricciones horarias, dan la oportunidad de pensar en una necesaria radical reforma en cuanto al modo de vida, tanto privada como pública, en relación con el tiempo en su concepto de medida de regulación. El horario de actividades de todo tipo desde las laborales hasta las de ocio actualmente son una aberración, contagio quizá del anómalo modo de vida de España, por lo que es más que conveniente, sensata, útil y beneficiosa una ruptura y cambio. Se podía haber empezado como momento muy propicio en esta reclusión, por ejemplo modificando, adelantando, el horario de los Teleberri de ETB de las 15:00 y las 21:00.

Son tardíos, anómalos y pueden incluso inducir a su vez a modificar los horarios caseros de comidas y descanso que también están relacionados con los de trabajo, especialmente en comercios, oficinas, talleres, administración, enseñanza, asimismo los de ocio cines, teatros, conciertos, con los irracionales horarios de restaurantes admitiendo comensales hasta horas absurdas a mediodías y noches y por supuesto el libertinaje de bares. Todo lo que implicaría a su vez a adelantar los últimos servicios de transporte que condicionarían en parte a todo el sistema de actividades socio laborales.

Se comprueba, satisfactoriamente, el gran beneficio social, salubridad, ruidos, suciedad y transitividad peatonal que han mejorado muchísimo con el cierre de los bares a las 8 de la noche, que quizá podría prolongarse un poco pero no más de las 10 y en verano y fines de semana a las 11, dado que la hostelería como se ha evidenciado parece ser además el foco de contagios y conflictos. Es decepcionante que este gremio sea la principal preocupación de gobernantes, de los medios de comunicación y demanda de ciudadanos empedernidos consumidores considerando que el alcoholismo es la más grave droga que impera en nuestro país desde hace más de un siglo. Si algo sobra, además de policías españoles, Guardia Civil y matanzas de toros, es aproximadamente el 30-40 % de los bares y esta es la ocasión para que se cierren. En definitiva, vivir con horarios quizá no tan adelantados en algunos aspectos como en Ipar Eskual Herria pero sí en consonancia europea que es a lo que debiéramos aspirar a ser, una nación independiente y coherente.

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