¿Es que no tienes sentido del ridículo, Carlos Carrizosa?

Tengo que confesar que me reí mucho, hace unos días, al ver a un ultranacionalista español como Carlos Carrizosa, de Ciudadanos, pidiendo la disolución de Juntos por Cataluña, al considerar que es un partido que “está formado por lo más radical del mundo identitario”. Pobre hombre, no se da cuenta de que se ha convertido en un esperpento. Quiere provocar rabia y sólo consigue hacer reír. Risa en el más penoso sentido del término. No deja de ser ilustrativo que la fuerza catalana más odiada por los partidos españoles sea Juntos por Cataluña. La odian a muerte. No es que les gusten ERC y la CUP, pero les preocupan mucho menos. Es por la misma razón que el político catalán más odiado, el político que querrían encadenar y cerrar entre rejas durante los próximos cincuenta años, es el president Puigdemont. Le consideran el enemigo número 1 de España y su libertad les saca de quicio. Odio, odio, odio a Cataluña. ¡Toneladas de odio! Han hecho de España una idea religiosa y enviarían a la hoguera a todos los herejes que ridiculizan su fanatismo inquisidor.

Estas barbaridades no tienen nada de hilarante, pero sí da risa que un partido de ultraderecha, ultranacionalista español y “Vieja Guardia” de las esencias identitarias de España, como es Ciudadanos, no tenga ningún sentido del ridículo pidiendo que se disuelva una fuerza independentista acusándola de ser demasiado radicalmente democrática. Para Ciudadanos, poner las urnas en la calle o subirse encima de un coche para pedir a la gente de una concentración que se vaya a casa son actos de rebelión y de sedición que merecen tantos años de prisión como el asesinato más sangriento. Es sabido que, si fuera por Ciudadanos, ahora mismo habría miles de catalanes en las cárceles españolas o en el exilio y todos los partidos independentistas estarían ilegalizados. De hecho, es la misma ideología de Vox. Se pasan los votos de unos a otros.

Ciudadanos es un partido que surgió del odio y que se realiza mediante el fomento del odio anticatalán. Sin eso la botella está vacía. No hay nada más. Es por este motivo que necesita meter ruido, para que se note que existe; su hábitat es el griterío desgañitado para poderse imaginar que pinta algo en Cataluña. Pero no pinta nada. Nada de nada. En el Parlamento forma parte de la minoría españolista y los números no le salen. Se lo mire como lo mire, no le salen. Son miles, por otra parte, los catalanes que quitan el sonido del televisor o lo apagan en cuanto aparece Carlos Carrizosa. El tiempo es demasiado valioso para perderlo escuchando los desatinos de alguien como él. Cabe decir que no es sólo cuando habla Carrizosa cuando miles de catalanes enmudecen el televisor, también lo hacen cuando aparecen Miquel Iceta, del PSOE, o Alejandro Fernández, del PP. Son Ciudadanos, Partido Socialista y Partido Popular los tres partidos que se manifiestan junto a Vox y de las banderas con la gallina franquista en las manifestaciones de cuatro gatos que convoca esa madriguera ultra llamada Sociedad Civil Catalana. Hay un montón de fotos que lo ilustran.

Se entiende, pues, que Carlos Carrizosa y su partido consideren ‘radical’ a todo catalán que no se someta a la inquisición española. En realidad, es la misma ideología que la de los blancos esclavistas con los negros. El negro bueno era el negro sumiso, era el negro que aceptaba resignado la condición de esclavo impuesta por el poder de los blancos. ¡Si Dios hubiera querido que no fuera esclavo, lo habría hecho blanco y no negro! ¡Claro, hombre! El negro ‘radical’, por el contrario, era el que no se arrodillaba, era el que abría los ojos a sus hermanos sometidos, apelaba a su dignidad y promovía revueltas contra el látigo y la tiranía del amo blanco. Fue entonces, a partir del momento en que tomaron conciencia de su identidad, cuando los negros recuperaron la dignidad. España no es Canadá ni el Reino Unido, como ya se ha visto, y, por tanto, la independencia de Cataluña pasa por la revuelta. Sin revuelta no habrá independencia. El resto es literatura.

RACÓ CATALÀ