Sobre la censura en Facebook

Per Nyholm escribe una carta a Andreu Barnils sobre la entrevista que concedió a VilaWeb y que la red social censuró

Estimado Andreu,

Me hago cruces de que Facebook haya censurado, parece ser, las declaraciones que te hice diciendo que Cataluña es una colonia española y que, tiempo antes de morir Franco, formé parte de un grupo de sindicalistas daneses y entregué una cantidad de dinero al partido socialista español, que entonces estaba en la oposición.

Me dicen que mis declaraciones se han interpretado como si fueran ‘discurso de odio’, un concepto delicado porque ha pasado de referirse, por regla general, a un intercambio de insultos entre seres humanos -por escrito o verbalmente- a abarcar también el debate legítimo sobre cuestiones históricas. Hoy vemos que hay gente que critica e, incluso, retira estatuas, monumentos, cuadros y libros, a veces con razón y otras sin ella. El verano de 2019 aparqué el coche en un pueblo junto a Soria. La calle estaba dedicada al general Mola, uno de los principales instigadores y terroristas de la guerra civil. Me pregunté: ‘¿Cómo puede ser esto?’ Encuentro que Mola era un individuo monstruoso. Ninguna calle de ningún país democrático debería llevar su nombre.

Andreu, en la medida que me lo permite el poco castellano que sé -y mi desconocimiento casi completo de la lengua catalana-, entiendo que tu artículo refleja la entrevista que grabamos en el Ateneo de Barcelona y me reafirmo plenamente en las declaraciones que hice. En mi opinión, hoy en día Cataluña es una colonia española como lo fue Cuba hasta 1989, independientemente de la constitución post-franquista -que ya ha caducado- y del estatuto de autonomía, que Madrid torpedeó hace diez años.

En el siglo XVIII, España conquistó Cataluña, una nación con cultura, lengua e historia propias, además de fronteras claramente definidas y, por tanto, una nación que tiene el derecho natural de ser un Estado independiente como Finlandia, Irlanda y las Repúblicas Bálticas, países que fueron colonias y hoy son socios valiosos de la Unión Europea, la OTAN y la comunidad internacional en general.

No hay odio alguno al afirmar que el conflicto que enfrenta Cataluña con España debe resolverse por la vía pacífica, quizás mediante una mesa redonda donde todas las partes tengan los mismos derechos, sin amenazas ni excluir a nadie. Un debate así entre los diversos pueblos y naciones que configuran España puede derivar en la creación de la República Federal Ibérica -no la República Federal Española-. También puede implicar la desaparición del Estado actual, que es artificial, y dar pie a la aparición de dos o tres países independientes, una repetición de lo que ocurrió en Checoslovaquia después de 1989.

Si no se encuentra una solución pacífica -o bien los poderes la hacen imposible- nos podemos encontrar con una segunda Yugoslavia dentro de diez o quince años, la quinta guerra civil que habría en España en doscientos años. ¿A quién le podría convenir que pasara esto? Únicamente a fuerzas fascistas y casi-fascistas que pretendan aislar a España y explotar las naciones cautivas, incluidos vascos y catalanes, en un mundo español retrógrado y aislado de las libertades de la Europa democrática gracias a los Pirineos.

Cuando, poco antes de morir Franco, fuimos a España con Thomas Nielsen -quien entonces presidía la Confederación Danesa de sindicatos- y su mano derecha, el responsable de asuntos internacionales, buscábamos precisamente esto: apoyar estas libertades. Fue, si no me equivoco, en Bilbao, donde entregamos una maleta con dinero en efectivo al líder de UGT entonces. Ese dinero era para la UGT y el PSOE con el propósito de que los emplearan en hacer de España un país libre, democrático y europeo. Seguramente la iniciativa fue mía. En aquella época admiraba a Felipe González y al PSOE. Ahora ya no.

Si la excusa para eliminar la entrevista es el discurso de odio, déjame que te diga una cosa: haciendo de periodista en los Balcanes desde 1986 me tocó conocer un buen grupo de gobernantes execrables y critiqué sus regímenes. Pero criticar no equivale a odiar. Es una parte importantísima de la libertad de las personas: la libertad de expresión. Esta libertad tiene varias vertientes y debemos hacer un uso cuidadoso de las mismas. No es ilimitada. Los demagogos y los populistas abusan para contaminar el debate democrático. Hay otros que utilizan la libertad de expresión con el fin de NO expresarse, y están en su derecho. En medio encontramos a los ciudadanos honrados, que observan y comentan lo que ocurre con un lenguaje que los rivales pueden considerar ofensivo pero que, sin embargo, forma parte del tipo de vida civilizada que tenemos en Europa. De hecho, una de las ventajas más grandes de ser europeo es que tenemos derecho a no sentirnos ofendidos.

Andreu, te hago saber mi gratitud, a ti y a VilaWeb, el medio que publicó la entrevista. También estoy agradecido a Francesc Gil-Lluch, de Ediciones Saldonar, que me publicó el libro sobre Cuba y encontró oportuno añadir un epílogo comparando la colonia de Cuba con la catalana.

VILAWEB