Felipe de Borbón visitará hoy Poblet. Como ya ocurrió en las visitas recientes a Valencia y Palma, el paseo del rey español tiene un perfil que no puede ser más bajo. Darán una vuelta un lunes por la mañana por un lugar cerrado, alejado de las grandes ciudades, al que llegarán seguramente volando y sin tener contacto con la población local. Esta gira patética que hace el monarca está pensada para las televisiones del régimen, que como el viejo NODO buscan los mejores ángulos e intentan hacer ver que todo es lo que no es. Aun así, en Poblet se encontrarán seguramente con protestas y con un fuerte olor, facilitado amablemente por los agricultores de la zona, según me cuentan.
Es evidente que la monarquía española está en caída libre. Tanto, que ya hay quien intenta preparar escenarios postmonárquicos que tratan a la vez de perpetuar el régimen del 78, a pesar de que la corona es su eje central y el pilar básico. En este sentido, es evidente, no se le puede escapar a nadie, que la monarquía es un problema grave para nosotros y también para los españoles. Pero cuidado con perder la perspectiva: la monarquía es un problema, pero no es el problema.
De esto ya deberíamos estar escaldados, al menos, los que tenemos una cierta edad y memoria. Recuerdo que Joan Fuster contaba una anécdota significativa. Explicaba que fue a Madrid a uno de esos grandes conciertos de Raimon, durante el final del franquismo, y le hicieron sentar en unas sillas especiales reservadas para toda la ‘troupe’ del antifranquismo, ‘platajuntas’ y cosas de esas. Le tocaron de compañeros de platea líderes que aspiraban a serlo en un futuro, pero que aún lo eran, en ese momento, simples personas perseguidas por el régimen. Con ellos estuvo hablando más o menos amenamente hasta que, en un momento determinado, cuando sacó la cuestión de la autonomía, quedó espantado al observar la reacción de los interlocutores: ‘Ah sí, sí, ya os concederemos la autonomía a los catalanes… ‘ ‘¡concederemos!’, explicaba Fuster con grandes risas y resaltando las sílabas del de este verbo tan significativo. Personajes que tenían un pie en la cárcel se permitían ‘concedernos’ la autonomía como si ellos fueran los dueños de nada y la autonomía fuera un favor, y no un derecho. Fuster todavía se reía más fuerte, se indignaba, en realidad, cuando explicaba que cuando les replicó que él era valenciano y que todo aquello no era sólo cosa de ‘conceder’ nada al Principado, el nerviosismo de los aspirantes a regentes subía de unos cuantos grados, muchos, y la incomodidad se hacía más que manifiesta, hasta obligar al silencio.
Cuando murió Franco nos dijo, nos dijeron, que el problema de la España unitarista y supremacista era el general muerto, no la misma España ni el nacionalismo. Que nos esperaba un futuro de concordia, respeto y felicidad. Hoy sabemos que esto era una mentira de la altura de un campanario. Es verdad que lo podíamos haber sabido ya entonces, sólo con que hubiéramos escuchado atentamente a los viejos republicanos de los años treinta. Pero la distancia biográfica y la transformación de todo era tan grande que parecía difícil creer que no iba a cambiar nada. Recuerdo, en este sentido, el estupor que sentí la primera vez que me explicaron que la república española dejó caer Mallorca en manos de Franco para que no cayera en manos de la Generalitat de Cataluña y sus tropas -cosa que se explica a la perfección en esta entrevista a Gonzalo Berger (1) -, y el relato que me hicieron justo el año pasado en la Ciudad de México cuando pedí visitar el Café La Habana, centro de encuentro de los republicanos exiliados tras la derrota de 1939, y allí me narraron de qué modo hostil los represaliados republicanos españoles desconfiaban de sus compañeros catalanes y se sentaban siempre en mesas separadas, mirándolos de reojo.
No la fastidiemos, pues. La monarquía es un problema y hay que eliminarla. Pero el problema, el problema con mayúsculas, el problema que causa presos y exiliados, persecución policial y resistencia y nos obliga a los catalanes a luchar por la libertad más básica aún en 2020, este problema no se solucionará, como si fuera un milagro, con la caída de los coronados. Este problema sólo lo solucionará la independencia y, si lo quieren después, con el establecimiento de unas relaciones normales y decentes, dignas, no de superioridad ni rapiña, entre todas las naciones que convivimos en la Península Ibérica. Estamos avisados.
(1) https://www.vilaweb.cat/noticies/gonzalo-berger-el-govern-de-la-republica-preferia-la-victoria-feixista-abans-que-una-victoria-catalana-a-mallorca/
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