El 25 de mayo del año 1845, el pintor y dibujante alemán Johann Moritz Rugendas, realizó un retrato al lápiz de una joven vasca y lo tituló “Vis a vis basque”. El dibujo fue realizado a bordo de la nave que realizaba la travesía desde Montevideo a Buenos Aires, en el Río de La Plata. Este valioso documento iconográfico mide 11,5 x 12 cm y se custodia en el Museo Maximiliano de Augsburgo en Alemania, existe una copia realizada por el mismo Rugendas que fue adquirida por un coleccionista argentino en el año 1953 y se conserva en una colección privada de nuestro país.
El retrato es un boceto al lápiz, cuyos trazos de fondo realzan el perfil de la joven vasca que permanece en el anonimato. La factura general de la obra posee un profundo romanticismo y tiene la espontaneidad y la gracia de la sencillez natural, que son, en definitiva, atributos de la forma más pura y permanente de la belleza. El artista dejó de lado el orientalismo que guió su mano cuando ejecutó otras piezas y quedó cautivado por la belleza de esa joven vasca, inmortalizada, a través del retrato que contemplamos.
Resulta imposible soslayar la melancolía en su mirada. Lo que sucede dentro de ella es un misterio. ¿Formaría parte de los vascos exiliados al Río de La Plata luego de la derrota de la Primera Guerra Carlista? ¿Sentiría la nostalgia del amor que abandonó a más de diez mil kilómetros de distancia? ¿Su espíritu sufriría la incertidumbre de un futuro en un medio hostil? Nunca lo sabremos. Nunca sabremos cuál fue su destino en aquella Buenos aires de atardeceres encendidos, de lentos desfiles de carretas y de dilatados horizontes que se pierden en la desnudez desesperante de una pampa infinita.